Científicos rusos descubren nueva
especie de dinosaurio.
Un equipo de investigación compuesto por paleontólogos de
la Universidad Estatal de Tomsk, de la Universidad Estatal de San
Petersburgo y del Instituto de Zoología de la Academia de Ciencias de
Rusia ha identificado un nuevo taxón en la familia de los Titanosaurus
—dinosaurios herbívoros de cuatro patas.
El estudio de los restos de este gigante animal, encontrados en
el año 2008 en la región de Kémerovo, reveló que los fósiles
tienen características estructurales distintas de las de todos
los demás miembros de este grupo de dinosaurios.
e estima que estos animales habitaron el territorio de Siberia
hace cerca de 100 millones de años y tenían unos 20 metros de
largo y pesaban alrededor de 50 toneladas.
<<<Pata de Titanosaurio. Imagen ilustrativa.
S La mayor diferencia del nuevo dinosaurio con otros
similares son sus características estructurales: un animal con semejante
estructura ósea aún no ha sido encontrado en ningún otro país del mundo.
Actualmente, los paleontólogos rusos están trabajando en montar los
fragmentos encontrados para formar el dinosaurio completo y también
están escribiendo la descripción científica de los hallazgos.
Posteriormente, el dinosaurio ruso, aún no nombrado, recibirá un nombre
en latín.
Enorme huella de dinosaurio carnívoro
hallada en Bolivia.
Una huella de 1,2 metros del Terópodo Abelisaurio,
estampada sobre la piedra, acaba de ser encontrada en el sur de Bolivia,
indicando la ruta de los dinosaurios a través de Latinoamérica 80
millones de años atrás.
"Lo que se ha encontrado, el Terópodo Abelisaurio,
corresponde a un dinosaurio carnívoro, bípedo, característico del
Cretácico Superior de hace unos 80 millones de años. Debió haber tenido
una altura de unos 15 metros, era grande", ha señalado a diversos medios
el paleontólogo Omar Medina.
El investigador ha destacado que el hallazgo constituye un
récord mundial, en tanto que se trata del dinosaurio carnívoro
del periodo Cretácico de mayor tamaño entre sus semejantes, que
apenas alcanzaban los nueve metros de altura.
El municipio de Sucre, en Bolivia, está considerado la 'meca' de
los dinosaurios en Sudamérica, puesto que cuenta con más de
10.000 huellas de estos animales.
Esta gigantesca huella contribuirá a "determinar la ruta
migratoria" de los dinosaurios por el hemisferio sur y "conocer la
megafauna de la zona", ha comentado Medina.
Curiosamente, el fabuloso hallazgo ha tenido lugar por
pura casualidad, durante la campaña de exploración para diseñar una
nueva ruta turística, que había sido encargada por el Ayuntamiento de
Sucre.
Hallan huellas fosilizadas de un gran tigre dientes de sable en
Argentina.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 148. Mayo de 2016.
El peculiar
hallazgo fue realizado en la localidad balnearia de Miramar,
Argentina por miembros del Museo local, quienes descubrieron un
yacimiento con huellas prehistóricas de 100 mil años de
antigüedad. Entre ellas, la de un gran tigre dientes de sable.
El hallazgo de
un nuevo yacimiento paleoicnologico fue dado a conocer por el
personal del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad de
Miramar, a unos 450 kilómetros de la ciudad de Buenos Aires,
sobre la costa atlántica.
El yacimiento
paleontológico rico en restos óseos de enormes criaturas
prehistóricas que alguna vez habitaron la región pampeana, ahora
sorprende al mundo científico al revelar un fabuloso yacimiento
paleoicnologico, es decir, un yacimiento con huellas o pisadas
de enormes y pequeños animales que habitaron esa zona durante el
Pleistoceno tardío, hace unos 100 mil años antes del presente.
El sitio fue bautizado
como “punta verde” y se encuentra ubicado dentro del
sitio paleontológico mundialmente conocido como “Punta
Hermengo”, estudiado desde principios del siglo XX por
el mismo sabio Florentino Ameghino y explorado por
numerosos científicos durante décadas, principalmente
del Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos
Aires y Museo de La Plata, como así también en las
ultimas tres décadas por el Museo Municipal de Miramar,
dependiente de la Secretaria de Turismo y Cultura de la
Municipalidad de General Alvarado.
El hallazgo fue
presentado a la comunidad científica, técnicos y aficionados
durante las XXX Jornadas Argentinas de Paleontología de
Vertebrados en la ciudad de Buenos Aires, que reúne
especialistas de todo el mundo, como Brasil, Uruguay, Suiza,
Estados Unidos, Bolivia, Paraguay y China. Actualmente el
estudio se encuentra en proceso de edición para una importante
revista científica europea.
El
descubrimiento consiste en el hallazgo de huellas fosilizadas
(también conocidas como paleoicnitas) de al menos cuatro
especies, aunque no se descartan algunas sorpresas mas,
argumento Daniel Boh, coautor de la publicación y director del
museo miramarense.
Entre ellas,
encontramos huellas de Rheidae, un ave de gran tamaño y
corredora, que llegaba a una altura de 1,50 metros. También se
recuperaron icnitas de un enorme roedor Hidrochoeridae que
podrían llegar hasta 1,30 metros de largo y pesar 65 kg.
También se registraron
huellas con tres dedos, compatible con un
Macraucheniidae. En estos mismos sedimentos hemos
recuperado restos mandibulares de Macrauchenia
patagonica, a cuya especie se le atribuye esta
huella. Sus dimensiones eran semejantes al de los
camellos actuales, pero los orificios nasales y una gran
fosa elíptica señala la presencia de una trompa, algo
más larga que la del tapir actual, señalo Mariano
Magnussen, uno de los autores de la publicación.
El hallazgo mas
novedoso corresponde a cuatro huellas pertenecientes a dos
individuos de un tigre dientes de sable. Es la primera vez que
se encuentran huellas fósiles de esta increíble criatura. El
Smilodon superaba el peso y tamaño que el león actual; sin
embargo, sus proporciones corporales diferían de las de
cualquier félido moderno. Las extremidades posteriores del
Smilodon populator eran más cortas y robustas, su cuello
proporcionalmente más largo, y el lomo más corto. La
extraordinaria peligrosidad de este félido se debía al gran
desarrollo de la parte anterior de su cuerpo y al tamaño
asombroso de sus caninos superiores, que llegaban a sobresalir
más de quince centímetros.
Los autores
llegaron a la conclusión de que se trata de las huellas de un
Smilodon populator al cual bautizaron como “Smilodonichnum”,
luego de la comparación con otras huellas de especies
fósiles y vivientes de la familia Felidae, datos biométricos
entre otras. La huella de la pata anterior tiene un ancho de de
19,2 cm y un largo de 18 cm, señalaron las fuentes.
Las observaciones
geológicas para poder interpretar en que circunstancias
un grupo de animales dejaron sus huellas y como estas se
preservaron en ese ambiente, estuvo a cargo del Dr.
Cristian Favier Dubois de la Facultad de Ciencias
Sociales de la Universidad del Centro
de la Provincia de Buenos Aires.El investigador pudo
determinar que las huellas de aves y mamíferos aquí
recuperados fueron creadas en sedimentos que pertenecían
a las orillas de un antiguo pantano o de áreas
inundadas, de poca y pobre profundidad, alimentado por
un arroyo.
Las huellas
fueron descubiertas en pleno sector turístico costero de
Miramar, por lo cual motivo la recuperación de las mismas,
debido a que corrían peligro por la depredación y la erosión. El
material será debidamente registrado para complementar la Ley
25.743 y la ordenanza municipal 248/88 que reglamentan el
patrimonio paleontológico nacional y municipal.
En las tareas
de campo, se contó con la colaboración de
Francisco De
Cianni y al Lic.
Pablo Reggio de la APN por su aporte sobre la observación de los
rastros actuales de P. onca. Mas info
www.museodemiramar.com.ar
Spiclypeus shipporum, una nueva especie
de dinosaurio.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 148. Mayo de 2016.
El
reptil tenía un impresionante volante en la cabeza con púas triangulares
Un
descubrimiento casual de fósiles en Montana,
Estados Unidos, hace una década ha llevado a identificar una nueva
especie de dinosaurio con
cuernos bautizada como 'Spiclypeus
shipporum', según revela un estudio publicado este miércoles en la
revista 'Plos One' por Jordan Mallon, del Museo de la Naturaleza Canadiense, junto a
otros colegas.
El
nuevo dinosaurio se ha podido reconstruir a partir de huesos que
representan el cráneo,
parte de las piernas, las caderas y la columna vertebral de un individuo
conservado en una ladera limosa que una vez formó parte de una antigua
llanura de inundación o
aluvial.
Aunque el fósil
tiene ahora un nombre científico, se conoce más comúnmente por
su apodo de 'Judith', a raíz de la formación geológica del río
Judith donde fue encontrado. Lo que diferencia a 'Spiclypeus
shipporum' de otros dinosaurios con cuernos es la orientación de
las astas sobre los ojos, que sobresalían hacia los lados del
cráneo, y una disposición única de picos óseos
que salían del borde de la ornamenta, con algunos curvados hacia
delante y otros proyectándose hacia el exterior, según informa
Europa Press.
Un
examen detallado de algunos de sus otros huesos sugiera una vida con
dolor:
el hueso del brazo superior (húmero) mostró claros signos de artritis e
infección. A pesar de este trauma, el análisis de los anillos de
crecimiento dentro de los huesos del dinosaurio sugirió que vivió hasta
la madurez y probablemente tendría por lo menos
10 años
cuando murió.
En la
actualidad hay nueve especies
de dinosaurios conocidos de la formación río Judith de Montana, algunos
de los cuales también fueron encontrados en Alberta, mientras que otros
como 'Spiclypeus' son exclusivos de Montana. Los autores señalan que no
se ha encontrado ninguna de las especies en los estados más al sur, lo
que sugiere que las faunas de dinosaurios en el oeste de América del
Norte pueden haber estado muy localizadas hace unos
76 millones de años.
Una investigación anterior de Jordan Mallon demostró que este
tipo de comunidades ricas en especies pueden haber sido
propiciadas por la
especialización alimenticia
entre los herbívoros, un fenómeno más comúnmente conocido como
partición de nicho. "Se trata de una espectacular nueva adición
a la familia de dinosaurios con cuernos que recorrían el oeste
de América del Norte entre hace 85 y 66 millones de años atrás",
explica Mallon, que colaboró con investigadores de Canadá y
Estados Unidos.
"Se
ofrece nueva evidencia de la diversidad de los dinosaurios durante el
periodo Cretáceo de un área que es probable que proporcione aún más
descubrimientos", agrega.
El
nombre de 'Spiclypeus' es una combinación de dos palabras latinas que
significan "escudo de púas", en referencia al impresionante
volante de la cabeza con picos triangulares que adornan
sus bordes, y 'shipporum' en honor a la familia Shipp, en cuyas tierras
se encontró el fósil cerca de Winifred, Montana por el doctor Bill Shipp.
"Yo no
sabía que la primera vez que iba a la búsqueda de fósiles me tropezaría
con una nueva especie", explica Shipp, físico nuclear
retirado que se ha convertido en un entusiasta de los
fósiles después de mudarse a una zona rica en dinosaurios de Montana.
"Como científico, estoy muy satisfecho de que el Museo Canadiense de la
Naturaleza haya reconocido el valor del dinosaurio, y que ahora
investigadores de todo el mundo puedan acceder a él como parte de las
colecciones de fósiles del museo", concluye. Fuente; El Periodico.
Atopodentatus unicus, una criatura con
cabeza de martillo del Triasico.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 148. Mayo de 2016.
En
2014, los científicos descubrieron un extraño fósil, un reptil marino
del tamaño del cocodrilo que vivió hace 242 millones de años en lo que
hoy es el sur de China. Su cabeza estaba mal conservado, pero parecía
tener un pico similar al flamenco. Sin embargo, en un artículo publicado
este viernes en 'Science Advances', los paleontólogos revelan que el
"pico" es en realidad parte de un sistema de mandíbula en forma de
cabeza de martillo, que empleaba para alimentarse de plantas en el suelo
marino, por lo que se trata del primer ejemplo conocido de un reptil
marino herbívoro.
"Es un
animal muy extraño --subraya uno de los autores, el doctor Olivier
Rieppel, conservador de Biología Evolutiva en el Museo Field de
Chicago--. Tiene una cabeza de martillo, que es única y que es la
primera vez que hemos visto un reptil como éste". Rieppel realizó el
trabajo con colegas de los Museos Nacionales de Escocia y el Instituto
de Paleontología de Vertebrados y Paleoantropología de China y el Centro
Wuhan del Servicio Geológico de China.
El nombre del
reptil, 'Atopodentatus unicus', hace alusión a su pasado confuso
-del latín, "único extrañamente dentado".
Pero los
fósiles recién descubiertos hacen que sea más claro cómo estaban
configurados en realidad sus "extraños dientes". Su amplia
mandíbula tenía forma de cabeza de martillo, y a lo largo del
borde, tenía dientes como estacas y más adentro en su boca,
presentaba grupos de dientes en forma de aguja.
"Para
averiguar cómo la mandíbula encaja entre sí y cómo el animal se
alimenta, compramos arcilla para niños, una especie de plastilina, y lo
reconstruimos con palillos de dientes para representar los dientes
--relata Rieppel--. Nos fijamos en cómo el maxilar superior e inferior
se cerraban juntos, y así es como lo hicimos y describimos".
El
veredicto es que 'Atopodentatus unicus' utilizó su extraña mandíbula
como ayuda para comer plantas. "Usaba los dientes frontales en forma de
estaca para raspar las plantas de las rocas del fondo del mar y luego
abría su boca y engullía los trozos de material vegetal. Entonces,
empleaba los dientes en forma de aguja como un tamiz, atrapando las
plantas y dejando que el agua saliera, igual que las ballenas se
alimentan empleando el filtro de su barbas", explica Rieppel.
Este
descubrimiento no sólo resuelve el misterio del extraño animal
con dientes, sino que también proporciona un ejemplo del primer
reptil marino herbívoro. "La estructura de la mandíbula es
claramente la de un herbívoro --afirma Rieppel--.
Tiene
similitudes con otros animales marinos que comían plantas con un
sistema de alimentación por filtración, pero 'Atopodentatus' es
mayor que ellos por unos ocho millones de años".
'Atopodentatus'
también ayuda a contar una gran historia sobre la extinción en masa más
grande del mundo hace 252 millones de años. "Los animales que vivieron
durante los años que rodean a la extinción del Pérmico-Triásico nos
ayudan a ver cómo reaccionó la vida en la tierra a ese evento", dice
Rieppel. "La existencia de animales especializados como 'Atopodentatus
unicus' nos muestra que la vida se recuperó y se diversificó con mayor
rapidez que antes", añade. Fuente; lavanguardia.com
La adaptación de Gryposuchus
pachakamue para vivir en los ríos del Mioceno.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 147. Mayo de 2016.
Fósiles de un miembro
extinto de la orden crocodilia de hace 13 millones de años, llamado 'el
narrador', sugieren que las especies de América del Sur e India
evolucionaron por separado para adquirir ojos saltones 'telescópicos'
para vivir en el río, según un estudio publicado este miércoles en 'Plos
One' por el doctor Rodolfo Salas-Gismondi, de la Universidad de
Montpellier, Francia, y sus colegas.
Los 'gavialoids' son
un grupo diversificado de especies crocodilia de largo hocico en su
mayoría extintos. Muchas de las relaciones evolutivas entre estas
especies siguen sin estar claras. Fósiles de 'gavialoids' extintos de
América del Sur y el 'gavialoid' existente gavial indio tienen ojos
telescópicos similares, pero no se sabía cómo desarrollaron estas
características.
Los autores
de este estudio examinaron fósiles peruanos de espeies de
Amércia del Sur de hace 13 millones de años, el 'gavialoid' de
la orden crocodilia más antiguo de la Amazonía, al que llamaron
'Gryposuchus pachakamue' en honor a Pachakamue, un dios
'narrador' de la cultura pre-hispánica de Amércia del Sur que se
pensaba que tenía conocimiento sobre los orígenes de la vida de
América del Sur.
Los fósiles fueron
fechados en el Mioceno Medio y procedían de la Formación Pebas, que
probablemente se componía de cursos de agua pantanosos, lo que sugiere
que los crocodilia vivían en los ríos y los ojos ligeramente
telescópicos. Los investigadores realizaron análisis filogenético y
morfométrico para evaluar el posible desarrollo evolutivo de los
protuberantes ojos telescópicos de las especies de India y América del
Sur.
Su análisis sugiere
que el 'narrador' con los ojos ligeramente telescópicos representa la
condición ancestral de la que el linaje sudamericano desarrolló sus ojos
telescópicos. Los ojos evolucionaron en paralelo en los linajes de
América del Sur y de India, mostrando primero un desarrollo parcian en
el 'narrador', y, finalmente, llegando a su evolución telescópica
completa como se ve en las especies que evolucionaron más tarde.
Ambas especies de
América del Sur e India adoptaron un estilo de vida en el río y es
probable que los ojos telescópicos fueran adaptativos, ayudándoles a
capturar peces en estos hábitats. Aunque se necesita más investigación,
el estudio de Thibs puede mejorar nuestra comprensión del 'narrador' y
la evolución de todos los cocodrilos 'gavialoid'. Fuentes; telecinco.es
Panamacebus,
un mono en el canal de Panamá sacan y su migración a Norteamérica.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 147. Mayo de 2016.
Habitaba la zona hace
21 millones de años, mucho antes de que el itsmo uniera los dos
continentes
En
Panamá
salen a la luz algo más que papeles. Las obras de ampliación del famoso
canal que cruza el país y conecta el Caribe con el Pacífico han
desenterrado siete dientes fósiles de un mono de 21
millones de años, el primero del que se tienen evidencias en Norteamérica. La especie,
que aparece descrita en la revista Nature, ha sido llamada Panamacebus
transitus, en honor al país donde ha sido encontrada, y parece tener
conexión con los capuchinos actuales.
Los
monos del Nuevo Mundo (platirrinos) forman parte de los ecosistemas
tropicales modernos tanto del norte como del sur de América. Sin
embargo, estas dos gigantescas masas de tierra estaban separadas por un
océano hasta que el istmo de Panamá los unió hace unos 3,5 millones de
años. Estimaciones genéticas sugerían que los monos no llegaron a
América Central, la parte más meridional de la masa continental de
Norteamérica, hasta este momento, pero la ausencia completa de fósiles
había limitado el conocimiento de su historia.
Los nuevos
fósiles del Panamacebus fueron encontrados en la formación Las
Cascadas gracias al trabajo de los investigadores, que se vieron
obligados a correr detrás de los ingenieros de las obras cada
vez que dinamitaban las empinadas orillas del canal. Los
científicos intentaban recoger los fósiles expuestos por las
explosiones antes de que las fuertes lluvias y el rápido
crecimiento de la vegetación ocultaran la evidencia de los
violentos eventos tectónicos que elevaron el puente de tierra
que unió las dos partes del continente.
«Le
pedí a mi jefe un millón de dólares para cavar un gran agujero en el
suelo y entonces el pueblo panameño votó para que la Autoridad del Canal
de Panamá se gastara 5.600 millones para ampliar el canal y destapar un
tesoro para nosotros, que contiene esta nueva especie de mono y muchos
otros fósiles», explica Carlos Jaramillo, del Instituto Smithsonian de
Investigaciones Tropicales (STRI), uno de los organismos que participó
en el proyecto de recuperación junto a la Universidad de Florida y el
Museo de Historia Natural y Ciencia de Nuevo México. Entre los otros
restos se encuentran murciélagos, caballos, ardillas, pequeños
camélidos, cocodrilos, tortugas y los feroces osos-perro.
«Creemos que el Panamacebus estaba relacionado con el capuchino (también
conocido como mono cariblanco) y con los monos ardilla que se encuentran
en América Central y del Sur en la actualidad», apunta Jonathan Bloch,
curador de paleontología de vertebrados en el Museo de Historia Natural
de Florida, en el campus de la Universidad de Florida, y autor principal
del estudio.
«Antes de
este descubrimiento, se creía que los monos del Nuevo Mundo
habían evolucionado aislados en América del Sur, separados de
América del Norte por un amplio mar», añade.
Antes de que se
descubrieran los dientes de mono, la evidencia más antigua de la
circulación de un mamífero de América del Sur a la del Norte era
de hace 8,5 a 9 millones de años de edad, los restos fósiles de
perezosos gigantes. Los autores del estudio sugieren dos
explicaciones que van más allá que las diferencias en el clima o
la existencia de importantes barreras geográficas.
A su
juicio, los mamíferos de América del Sur podían haber estado más
adaptados a la vida en los bosques sudamericanos que todavía se
encuentran en Panamá y Costa Rica que a otros tipos de bosque
característicos del norte de América Central. O quizás, simplemente, la
falta de depósitos fósiles en toda América central signifique que las
evidencias de estas dispersiones aún no se han revelado. Fuente; abc
Asilisaurus revela el crecimiento de
antecesores de dinosaurios.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 146. Mayo de 2016.
Los investigadores estudiaron cicatrices óseas en los huesos
de las piernas de los dinosaurios. Los huesos permiten analizar los
cambios en la anatomía y tejido óseo de las especies
Los huesos fosilizados de la nueva especie llamada
Asilisaurus kongwe, que vivió en el Triásico Medio hace unos 240
millones de años, permitieron conocer más sobre el crecimiento de estos
antecesores de los dinosaurios.
Un equipo de paleontólogos estudió los restos óseos de 14
ejemplares del Asilisaurus kongwe, de diferente tamaño, género y edad,
hallados recientemente en el sur de Tanzania, y encontró muchas
variaciones en el patrón de crecimiento entre éstos reptiles.
Según los
paleontólogos, los Asilisaurus kongwe fueron reptiles que
vivieron alrededor de 10 millones de años antes que los
dinosaurios más antiguos conocidos hasta ahora, en lo que
actualmente es Tanzania. Tenían una cola larga y quizá pesaban
un máximo de 30 kilogramos. Durante su investigación de la
anatomía y el tejido óseo de los especímenes descubiertos, los
científicos encontraron que aunque éstos animales individuales
vivían más o menos en el mismo lugar y tiempo, crecieron de
manera diferente.
Compararon este
hallazgo con cualquier familia moderna, con sus hermanos y primos que
difieren en altura o masa corporal, por ejemplo, un hermano más bien
pequeño y otro más alto; uno naturalmente muscular y otro propenso a la
delgadez.
Para llegar a esta
conclusión, los investigadores estudiaron cicatrices óseas en los huesos
de las piernas de los Asilisaurus kongwe, centrándose en los puntos
donde los músculos y los tendones se unen a éstos. Los restos del
individuo que era más maduro cuando murió tenían cicatrices óseas más
grandes, al igual que las marcadas con la edad en el esqueleto de
cualquier persona o animal, según los resultados de la investigación
publicados en el Journal of Vertebrate Paleontology.
Los paleontólogos
optaron por analizar las cicatrices óseas debido a que el tamaño de los
huesos es un pobre indicador de la madurez esquelética en esta especie,
ya que también puede influir el diferente sexo de los especímenes.
El autor principal de
la investigación, Christopher Grifin, del Departamento de Ciencias de la
Tierra de la Universidad Estatal y Politécnica de Virginia, señala que
las cicatrices están relacionadas "con el crecimiento, no con el sexo".
Fuente; informador.mx
Hesperornis, una antigua ave acuática sobrevivió a los monstruos
marinos.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 146. Mayo de 2016.
Primera evidencia de que los plesiosaurios, que normalmente comían
pescado, también se alimentaban de pájaros
Los
científicos han descubierto el Hesperornis que puede ser el más
afortunado del mundo - un antiguo pájaro acuático que escapó de las
fauces de un plesiosaurio
hace 70 millones de años en la prehistórica Dakota del Sur.
Aún
así, el plesiosaurio propinó un buen mordisco al Hesperornis, un gran
pájaro buceador no volador que vivió durante el período Cretáceo, cuando
los dinosaurios vagaban por el mundo.
"Básicamente, el plesiosaurio apareció por el lado", dijo el coautor del
estudio, Bruce Rothschild, profesor de medicina de la Northeast Ohio
Medical University. "Eso probablemente fue lo que permitió que el ave
escapase, porque cuando el plesiosaurio dió el primer mordisco y luedo
soltó la presa para conseguir un mejor agarre, el pájaro se escapó".
Los
investigadores encontraron el espécimen de Hesperornis mientras
ordenaban la colección de fósiles en el Museo Peabody de Yale de
la Universidad de Princeton.
El esqueleto de
más o menos 1 metro de largo tenía dañado el tibiotarso
izquierdo, un hueso de la pata que, tras una inspección más
cercana, parecía que tenía marcas de dientes.
Los
investigadores se pusieron los sombreros de detective y se dispusieron a
determinar lo que había mordido al ave. Los sospechosos fueron un
mosasauro
(un gran reptil depredador que nadaba en los océanos prehistóricos de la
Tierra), un Xiphactinus
(un pez carnívoro prehistórico gigante) y un plesiosaurio (otro tipo de
reptil marino carnívoro), dijo Rothschild.
Él y
sus colegas fueron a la Universidad de Kansas, que tiene la mayor
colección de fósiles de mosasaurios del mundo (en gran parte debido a
una antigua vía marítima donde nadaban los antiguos reptiles, que una
vez cubrió medio Estados Unidos, dijo). Miraron los cráneos de los
mosasaurios Clidastes,
los plesiosaurios Dolichorhynchops
osborni y Trinacromerum
bentonianum, y del
Xiphactinus.
La
mejor pieza de evidencia fue la separación de las marcas de los dientes.
El fósil mostraba que toda la parte mordida del ave tenía dientes
espaciados uniformemente, que no coincidían con los dientes espaciados
irregularmente del mosasauro o los patrones de los dientes del
Xiphactinus.
"Básicamente hicimos el cuento de la Cenicienta para ver que dientes
podían adaptarse a la 'zapatilla'", dijo Rothschild.
Los dientes del
plesiosaurio hicieron un ajuste perfecto. No está claro qué
especie de plesiosaurio cometió el hecho, pero es probable que
fuese un pequeño plesiosaurio de cuello corto, un largo y
estrecho hocico y dientes equidistantes, el que mordió desde
abajo la pata del Hesperornis", dijo
La pata del ave
muestra signos de curación, pero la lesión parece haber alterado
su posterior crecimiento.
El
pájaro era un juvenil cuando fue atacado, desarrollando más tarde una
osteoartritis, probablemente debido a que la mordedura causaba que sus
huesos se rozasen entre sí de forma permanente, dijo Rothschild.
"La
osteoartritis no se había reconocido previamente en cualquier tipo de
animal marino", dijo. También es la primera evidencia de que los
plesiosaurios, que normalmente comían pescado, también se alimentaban de
pájaros, dijo.
El
hallazgo es un recordatorio de que los fósiles pueden contar
espectaculares historias sobre animales que vivieron hace mucho tiempo.
"Los
fósiles no son trozos de información estática, sino que en realidad nos
informan sobre el comportamiento del animal", dijo Rothschild. "Esto
demuestra la capacidad de recuperación de las aves para sobrevivir a la
lesión". Fuente; Vista al mar
Elasmotherium sibiricum, el último
unicornio del Pleistoceno.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 145. Mayo de 2016.
Investigadores han determinado que el conocido como
'unicornio siberiano' --un rinoceronte peludo extinto hace 350.000
años-- encontró su último refugio en Kazjistán hace sólo 29.000 años.
Un artículo de la Universidad de Tomsk (Rusia) describe el reciente
hallazgo de fósiles en el Irtysh Pavlodar, publicado en el American
Journal of Applied Science.
"Lo más
probable, es que el sur de Siberia occidental fue un refugio,
donde este rinoceronte perseveró más tiempo en comparación con
el resto de la especie.
Hay otra
posibilidad de que pudiera migrar y habitar por un tiempo en las
zonas más al sur", dijo Andrey Shpanski, paleontólogo autor del
estudio.
Se llegó a estas
conclusiones después de investigar el cráneo de rinoceronte encontrado
cerca del pueblo de Kozhamzhar en la región de Pavlodar (Kazajistán). El
cráneo está bien conservado con algunas grietas, pero no hay rastro de
peletización, retortijones o de exfoliación. Los fósiles fueron
examinados por el método de análisis del radiocarbono AMS, en la
Universidad Queen de Belfast, (Reino Unido).
El animal murió hace 29.000 años. "Lo más probable es que fuera un macho
de gran tamaño solitario. Las dimensiones de este rinoceronte son las
más grandes de los descritos en la literatura, y las proporciones son
típicas", dijo el científico. Se presuponía que Elasmotherium sibiricum
se extinguió hace aproximadamente 350.000 años. Su hábitat era el vasto
territorio desde el río Don al este de Kazajstán moderna. El hallazgo de
residuos de Elasmotherium en el Irtysh Pavlodar muestran que fue morada
de estos rinocerontes en el sureste de la llanura de Siberia Occidental.
europapress.es
Encontraron excremento fosilizada en
restos de un pterosaurio.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 145. Mayo de 2016.
Los
paleontólogos se emocionan cuando encuentran caca - o, mejor dicho,
heces fosilizadas, llamados coprolitos. Encontrar coprolitos es difícil,
pero hallarlos dentro del animal que lo creó lo es mucho más, pero puede
ser exactamente eso lo que hallaron en un espécimen recién descubierto
de Rhamphorhynchus, un reptil alado.
Se trata de un
ejemplar de pterosaurio espécimen que data del Jurásico
Superior, hace aproximadamente 161 a 146 millones de años. Los
paleontólogos encontraron por primera vez esta
Rhamphorhynchus en la cantera Schernfeld de Baviera, sur de
Alemania, en 1965.
Ahora, el fósil
se encuentra en el Royal Tyrrell Museum of Palenotology, en
Alberta, Canadá. Allí, un equipo de investigación recientemente
tuvo la oportunidad de analizar el fósil en profundidad.
El
equipo señala en su artículo, publicado en PeerJ, que el
espécimen se encuentre en buen estado - algunos tejidos blandos, tales
como las membranas de las alas y la piel que se extienden desde los
miembros posteriores a la cola, son visibles. Además, tendido entre las
tripas del espécimen estan los huesos de lo que puede ser un pescado.
También hay una masa de algo por debajo de la criatura, un hueso
triangular en la base de la columna vertebral, cerca de donde estaría la
cloaca.
El
posible coprolito tiene estructuras que parecen ganchos. Estas
estructuras, plantea la hipótesis del equipo de investigadores, pueden
ser los restos de espinas de algún tipo de invertebrado marino (tal vez
una esponja o un familiar de una estrella de mar). Si la masa es
realmente un coprolito entonces será el primero encontrado para
cualquier tipo de pterosaurio. Fuente; rebdo.org
Hallada una nueva especie de vaca marina extinta en
Cataluña.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 144. Marzo de 2016.
Las
excavaciones en un yacimiento cerca de Tona en Cataluña han permitido
encontrar buena parte del cráneo, vértebras y costillas de una nueva
especie de sirenio, un orden de mamífero marino conocido como vaca
marina al que pertenecen manatíes y dugongos actuales. Prototherium ausetanum, como
ha sido bautizada la nueva especie extinta, adopta su nombre en alusión
a los ausentanos, un antiguo pueblo íbero que vivió en la zona.
Los
dugongos actuales, unos grandes mamíferos de unos tres metros de largo y
300 kilos de peso, son los parientes más cercanos de Prototherium ausetanum, la nueva
especie fósil descrita por el Instituto Catalán de Paleontología Miquel
Crusfont (ICP). Como los manatíes, pertenecen al orden de los sirenios
pero se diferencian de ellos por su cola bilobulada (similar a la de un
cetáceo), una fuerte curvatura hacia abajo del hocico y su hábitat, que
es exclusivamente marino.
En la
actualidad, la familia de los dugóngidos está representada por una única
especie (Dugong dugon),
aunque una segunda especie (Hydrodamalis
gigas) se extinguió en el siglo XVIII como consecuencia de
su caza indiscriminada. El registro fósil, sin embargo, revela una gran
diversidad en el pasado de este grupo que apareció a mediados del
Eoceno, hace unos 50 millones de años.
El paleontólogo Jordi Balaguer encabeza el estudio publicado en
Comptes Rendus Palevol que
ha permitido describir la nueva especie de dugongo del Eoceno a
partir de unos restos recuperados de unos 40 millones de años de
antigüedad de cráneo, costillas y vértebras en el yacimiento de
Mas Vilageliu, a unos dos kilómetros del municipio de Tona.
El epíteto asignado a la nueva especie ("ausetanum")
es una referencia a los ausetanos, antiguo pueblo íbero de la
Plana de Vic
"El
estudio del cráneo reveló diferencias significativas respecto a las
otras especies fósiles de sirenio que conocíamos del Eoceno medio y
ciertas semejanzas con las del género Prototherium encontrados en
Italia y España", explica Balaguer. El epíteto asignado a la nueva
especie ("ausetanum") es
una referencia a los ausetanos, antiguo pueblo íbero de la Plana de Vic.
El
estudio de los nuevos restos también ha permitido concluir que los
fósiles de sirenio encontrados anteriormente en el mismo municipio de
Tona y publicados a finales de los años 80 seguramente pertenecen a una
especie descrita en Italia y, por tanto, confirma la presencia de al
menos dos especies diferentes de este grupo en esta zona.
Durante el Eoceno, lo que actualmente es la Plana de Vic era un
mar tropical con arrecifes de coral donde habitaban sirenios,
cetáceos y peces y una gran diversidad de invertebrados. Sobre
los restos del dugongo, los investigadores han identificado una
especie de esponja marina que habitualmente vivía en
profundidades superiores a los 100 metros.
"El
hecho de que no encontremos fanerógamas marinas, el alimento principal
de los dugongos, pero sí restos de esta esponja nos hace pensar que el
animal no murió allí donde lo encontramos", explica el investigador. Una
vez muerto, el cuerpo se habría depositado en el fondo y se habría ido
cubriendo lentamente con sedimentos, lo que habría dado tiempo
suficiente a las esponjas para crecer sobre sus restos. Fuente: Institut
Català de Paleontologia Miquel Crusafont (ICP)
El misterio de la extinción de los primates del
Paleoceno.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 144. Marzo de 2016.
Hace 56 millones de años, justo antes
de que aumentaran los niveles de dióxido de carbono y las temperaturas
medias, muchas especies de primates primitivos se extinguieron en
Norteamérica por razones que no están claras para los científicos.
Ahora, un estudio de molares fósiles parece exonerar a una potencial
culpable en la desaparición de los animales: la competición por la
comida con roedores primitivos.
El
equipo de Kristen Prufrock, de la Universidad Johns Hopkins en Estados
Unidos (antes en la de Toronto en Scarborough, Canadá) y Doug M. Boyer
de la Universidad Duke en Estados Unidos, examinó indicios dentales
sobre las dietas de ciertos primates y roedores que vivieron en
Norteamérica a finales del periodo Paleoceno.
Otros
paleontólogos han sugerido que muchos de aquellos primates (que
superficialmente se parecían a los roedores pero que tenían
características de primates, como dedos largos para agarrar) se
extinguieron debido a que los roedores les superaron en su
competición por sus alimentos preferidos.
Los
resultados ponen en duda la idea de que la competición por la
comida hizo desaparecer a los primates.
Pero cuando Prufrock y
sus colegas realizaron escaneos muy detallados de tomografía
computerizada sobre 13 mandíbulas de roedor y 181 de primates primitivos
conservadas en varios museos, las formas de sus molares revelaron que la
mayoría de los primates comían tipos de comida distintos que los
consumidos por los roedores.
La
extinción de aquellos primates antiguos de Norteamérica resulta
intrigante porque aunque muchos de estos grupos primitivos parecen
haberse extinguido al mismo tiempo, algunos sobrevivieron mucho más
tiempo. Sería muy útil conocer qué rasgos hicieron especiales a estos
supervivientes y qué nos dice eso sobre la biología, la fisiología y las
adaptaciones de los primates modernos. Fuente; onlinelibrary.
Un fémur fósil revela el gran tamaño de un dinosaurio
carnívoro.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 143. Marzo de 2016.
Un hueso fosilizado
no identificado en un museo ha revelado el tamaño de un temible
abelisaurio, y puede haber resuelto un puzzle de hace cien años.
Alessandro
Chiarenza, estudiante de doctorado en el Imperial College de
Londres, se topó el año pasado con un hueso fémur fosilizado
olvidado en un cajón, durante su visita al Museo de Geología y
Paleontología en Palermo, Italia. Él y su colega Andrea Cau, un
investigador de la Universidad de Bolonia, obtuvieron permiso del
museo para analizar el fémur. Descubrieron que el hueso era de un
dinosaurio llamado abelisaurio, que poblaban la Tierra hace unos 95
millones de años durante el período cretácico tardío.
Los abelisaurios
eran un grupo de dinosaurios depredadores, carnívoros, que se
caracterizan por extremadamente pequeñas patas delanteras, una cara
profunda, con pequeños dientes afilados y poderosas patas traseras
musculares. Los científicos sospechan que también estaban cubiertos
de plumas mullidas. El abelisaurio estudiado habría vivido en el
norte de África, que en ese momento era una sabana exuberante
atravesada por ríos y manglares. Este antiguo mundo tropical le
habría proporcionado un hábitat ideal para la caza de animales
acuáticos como tortugas, cocodrilos, peces grandes y otros
dinosaurios.
Mediante el
estudio de los huesos, el equipo dedujo que este abelisaurio
pudo medir nueve metros de largo y pesaba entre una y dos
toneladas, por lo que es potencialmente una de las más
grandes jamás encontrados.
Esto está
ayudando a los investigadores a determinar los tamaños
máximos que estos dinosaurios podrían haber alcanzado
durante su apogeo.
Alfio Alessandro
Chiarenza, co-autor del estudio, del Departamento de Ciencias de la
Tierra e Ingeniería del Imperial College, dijo: "Hasta ahora se
habían encontrado fósiles más pequeños de abelisaurio, pero este
hallazgo demuestra lo verdaderamente enormes que eran estos
depredadores carnívoros, extraños porque probablemente estaban
cubiertos de plumas con diminutas patas delanteras".
El fósil se originó
a partir de un afloramiento sedimentario en Marruecos llamado el Kem
Kem Beds, que son bien conocidos por la abundancia inusual de
fósiles de dinosaurios gigantes depredadores
Este fósil, junto
con la riqueza acumulada de los estudios anteriores, está ayudando a
resolver la cuestión de si el abelisaurio puede haber coexistido con
una gama de otros depredadores en la misma región. En lugar de
compartir el mismo entorno pensamos que estas criaturas vivieron
probablemente muy lejos unas de otras en diferentes tipos de
entornos, señala Chiarenza.
Los fémures
fosilizados son útiles para los paleontólogos ya que pueden
determinar el tamaño total de los dinosaurios. Esto se debe a que
los fémures están asociadas a los músculos del muslo y de la cola y
tienen cicatrices o protuberancias, donde los ligamentos y los
músculos se unieron al hueso, permitiendo dilucidar cómo de grandes
fueron esos músculos y ligamentos. Fuente: Europa Press
Fósiles de Stegodon de más de un millón de años en
Pakistán.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 143. Marzo de 2016.
Un equipo de
paleontología de Pakistán descubrió un colmillo de Stegodon,
antecedente lejano del elefante, de 2,4 metros de largo, 20 centímetros
de diámetro y con una antigüedad de 1,1 millones de años.
"Es el mayor colmillo
de este tipo encontrado en el país", dijo este 16 de febrero del 2016 a
Efe el jefe del equipo de investigación de la Universidad del Punyab que
llevó a cabo el descubrimiento, Mohammed Akhtar.
El investigador
afirmó que el hallazgo del colmillo, desenterrado hace tres días
en el distrito de Jhelum, en la provincia oriental del Punyab,
ayudará a estudiar la evolución de los elefantes.
El fósil
pertenece al periodo del Pleistoceno, según las pruebas
realizadas con uranio radiactivo para determinar su antigüedad.
Akhtar indicó que se
trata del mayor descubrimiento que han realizado desde que en 1992
comenzaron a investigar los fósiles en Jhelum, donde han hallado unas
4.000 piezas.
El stegodon es una
especia de mastodonte extinguido, originario de Asia y pariente lejano
del elefante actual, que vivió hace 11 millones de años. Fuente: Agencia
EF
Reubicación de fósiles de ballena blanca Ontocetus
Oxymycterus.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 142. Marzo de 2016.
Con sus 15 millones
años de antigüedad, el espécimen fósil de cachalote pertenece a un nuevo
género, según un estudio publicado en PLoS ONE por Alexandra Boersma y
Nicholas Pyenson del Museo Nacional de Historia Natural del Inst.
Smithsoniano.
Los autores del estudio
volvieron a analizar los grandes pero incompletos especímenes de fósiles
de cachalotes, Ontocetus Oxymycterus, desde mediados del Mioceno
en Monterey, California, descrito originalmente en 1925 por Remington
Kellogg.
Kellogg colocó a esta
especie en el género Ontocetus, que fue pensado originalmente
como un taxón dental; Sin embargo, ahora se sabe que en este género, las
especies tienen colmillos de morsa en lugar de la dentadura de los
cetáceos.
Por lo tanto, los
autores asignaron esta especie al nuevo género Albicetus, creando
así la nueva combinación, Oxymycterus albicetus, gen. nov. Los
autores utilizan el término "Albicetus" o "ballena blanca",
debido a que se inspiraron en el color blanco hueso del fósil, en
homenaje al famoso y ficticio Leviatán de Moby Dick, de Melville.
Los autores
también analizaron el tamaño del cuerpo de la ballena, en
comparación con el árbol evolutivo de la ballena blanca. Kellogg
originalmente colocó esta especie en el género Ontocetus, un
taxón dental enigmático reportado del siglo XIX.
Sin embargo,
las ballenas de gran tamaño corporal probablemente surgieron
varias veces en la evolución de los cachalotes, y la mayoría de
estas grandes ballenas también tenía dientes superiores e
inferiores inusualmente grandes.
Los
autores sospechan que la presencia de grandes dientes del fósil de
cachalote sugiere que se alimentaban de grandes presas, mamíferos quizá
marinos, como focas y otras ballenas más pequeñas, en comparación con
los cachalotes modernos, que se alimentan principalmente de calamares,
apenas usando sus dientes para masticar.
"Este hallazgo significa que, hace unos 15 millones de años, cuando
había muchos de estos grandes cachalotes con grandes dientes, como el
Albicetus, pudo haber sido un momento de enorme riqueza tanto en el
número como en la diversidad de mamíferos marinos que sirvieron como
presa para estas ballenas", sugiere Boersma. Fuente: PLOS ONE.
Huellas de arcosaurios de cuando Guadalajara estaba
cubierta por el mar.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 142. Marzo de 2016.
Los Arroturos un yacimiento de huellas
fósiles único en la Península Ibérica, en Paredes de Sigüenza.
La primera conferencia del ciclo, que desde hace ya ocho
años, la Sociedad de Amigos del Museo organiza en Guadalajara, celebrada
el pasado jueves, 4 de febrero, “presentó en sociedad” un yacimiento
paleontológico excepcional localizado en el paraje de “Los Arroturos” en
el término municipal de Paredes de Sigüenza, a medio camino entre dos de
sus pedanías, Rienda y Tordelrábano. El yacimiento de huellas fosiles
fue localizado por agentes medioambientales alrededor en 2005, y tras
diversas vicisitudes, acabó siendo investigado en profundidad por
técnicos del Instituto Geominero.
La presentación corrió a cargo del principal investigador
del proyecto, Joaquín Moratalla García, Científico Titular del Instituto
Geominero, reconocido paleontólogo especialista en paleobiología, huevos
e icnitas de dinosaurios.
Las huellas fósiles, icnitas, conservadas son más de 600,
de un tamaño medio de 20 centímetros, ocupando una superficie de más de
1700 metros cuadrados, y pudiéndose reconocer hasta 11 posibles rastros
distintos. Fueron realizadas por un grupo de reptiles arcosaurios
mientras recorrían una llanura intermareal ahora convertida en una
lastra de dolomía (caliza).
Datan del periodo Ladiniense, Triásico medio, hace entre 242-235
millones de años, cuando todavía no habían aparecido los
dinosaurios y el mundo se recuperaba de una de las peores
extinciones masivas de su historia, más del 90% de las especies
terrestres y marinas habían desaparecido.
La geografía del mundo era muy distinta, existiendo un
único continente que agrupaba a todos los que actualmente conocemos.
Gran parte de la Península Ibérica y de la provincia de Guadalajara
estaban cubiertas por el mar y reinaba un clima excepcionalmente árido y
continental, la mayor parte de las tierras emergidas eran desiertos. En
las zonas cercanas a las costas o en las llanuras fluviales aparecía una
vegetación formada por “bosques” de helechos, equisetos (colas de
caballo) y licopodios.
En este mundo proliferaba una abundante y diversa fauna
de reptiles: los futuros antecesores de dinosaurios, mamíferos y
cocodrilos, así como grupos que acabaron desapareciendo sin dejar
descendencia.
La especie que produjo las huellas no ha podido ser
determinada pero se sabe que no pertenecía al linaje que originó a los
dinosaurios sino al relacionado con los cocodrilos, concretamente al
grupo de los Poposáuridos y sería muy similar al género Effigia,
conocido por fósiles del continente americano, de unos dos metros de
largo.
La excepcionalidad del yacimiento se basa en la práctica
ausencia de yacimientos terrestres de esa época en nuestro territorio,
el ponente lo consideró un auténtico”milagro”, siendo las primeras
huellas localizadas en el Muschelkalk (Triásico medio) en España. Para
encontrar un yacimiento de este tamaño y características hay que viajar
hasta Alemania, norte de Italia o Suiza.
Además de la labores de estudio, entre las que cabe
resaltar un cartografiado láser del mismo, el yacimiento ha sido objeto
de una serie de actuaciones por parte de la administración para
facilitar su visita y conservación, aún así el ponente dejó claro la
insuficiencia de éstas, augurando su desaparición en un plazo de 10-15
años por efecto de la erosión si no se procede al techado del mismo.
Fuente; guadaque.com.
Una tortuga depredada por una hiena en el Mioceno.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 141. Marzo de 2016.
Viene a
cuento insistir en lo entonces hallado por haber surgido nuevas ideas de
lo que ocurrió allí hace unos trece millones de años.
Se
encontró en 1983 una placa de tortuga terrestre gigante, de las que
desde 2014 se llaman Titanochelon
bolivari. Era una pieza aislada, una primera
periferal izquierda, que muestra unas mordeduras.
En
principio se pensó que había sido mordida en vida por el juego de algún
joven carnívoro, por recordar escenas de reportajes en que se ve dicha
peculiaridad lúdica sobre tortugas terrestres actuales, mucho más
pequeñas. ¿Qué otra cosa podía ser si estos depredadores no pueden nada
contra ellas, que no tienen otra cosa que hacer para defenderse, sino
introducir las extremidades acorazadas en el interior de su caparazón?
Fue
Miguel Ángel Cuesta quien primero se dio cuenta de que
eso no era así. Se interpretaron las huellas de los mordiscos pequeños
como producidas por incisivos, y el grande, separado de ellas por
diastema, por el canino. Todo parecía indicar que las huellas, que
destacan en la superficie visceral de la placa del quelonio, habían sido
hechas por dientes de la mandíbula superior, es decir que un carroñero
estaba comiendo un cadáver que reposaba “panza arriba” y cuya pata
colgaba fuera del caparazón.
Las
huellas pequeñas de dientes ¡no son de
incisivos! La del canino si lo es de tal. Y eso ¿por
qué?
En primer
lugar, si fuesen de incisivos, el mordisco habría sido hecho de
frente, metiendo en la boca toda la pata o la cabeza.
¡Imposible! Claro que también se la habría podido ir devorando
como quien come un plátano, y tropezar con la placa cuando sólo
quedaba un muñón. ¿Habéis visto en algún reportaje a alguna
hiena hacerlo así? Yo no. ¿Os lo imagináis?. Yo tampoco. Creo
que la hiena tendría prisa en arrancar la pitanza y retirarse
con ella para evitar disputas.
Hay
otra explicación más lógica, que se le ha ocurrido a Santiago Martín de
Jesús. Las huellas pequeñas no son de incisivos, sino de
molares, con lo que el mordisco sería paralelo y no frontal al borde de
la placa. De este modo el carroñero usaría las muelas carniceras, que
funcionan como tijeras, para cortar el cuello del quelonio.
Según
esto, el espacio entre las huellas pequeñas y la grande no corresponde
al diastema, sino a los premolares que, al ser más cortos, no punzarían
la placa. Y se trata de los dientes superiores, pues es evidente que son
los que forman la parte externa de la cizalla. Se mantiene, pues, la
opinión sobre la posición invertida de la tortuga, que estaría muerta.
Hay en
la Sala de
las Tortugas un ejemplar de
hiena de las cavernas, cuaternaria, hallada en la cueva
Cocoliso, en Casafranca (Salamanca) (STUS 12.162). Se ha comparado con
las huellas del mordisco benaventano y casi coinciden con lo que
acabamos de escribir.
Además,
la huella del canino penetra en la placa con un ángulo de 25 a 30º. Si
el mordisco hubiese sido frontal sería próximo a los 90º.
Queda por
resolver una cuestión. Parece que el borde de las huellas está
cicatrizado, lo que supondría que la tortuga estaba viva,
intentando darse la vuelta en el momento de ser lisiada. No lo
creo, pero podría ser. ¿Cómo consiguió entonces volver a su
posición normal? También puede ser que, arrastrado el cadáver
por las corrientes, se fragmentase por las suturas óseas –que es
lo usual– y la placa, suelta y algo rodada, fuese erosionada o
corroída.
Para
terminar, dejemos claro que el depredador, o el carroñero, allá en los
tiempos del Mioceno, no tuvo por que ser una hiena. Colocar juntos al
Titanochelon con una hiena de las
cavernas es como poner a Aníbal jugando al ajedrez
contra Napoleón. Pero dejo el título de esta ocurrencia así, para llamar
la atención del futuro lector.
Y, una
vez más, repito a mis lectores que comprendan la enorme importancia de
los museos paleontológicos, donde siempre puede haber alguien que
corrija o amplíe lo que otros vieron y explicaron antes. Fuente; la
crónica de salamanca.
Las ballenas que no sobrevivieron a una extinción
masiva.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 141. Marzo de 2016.
Hace
40 millones de años, Wadi al Hitan era mar. Las dunas que hoy salpican
su árida geografía aún guardan huellas de su remoto pasado. El primer museo
dedicado al cambio climático
de Oriente Próximo,
inaugurado esta semana, levanta acta del fenómeno natural que trastocó
su paisaje y de la fascinante evolución de las gigantescas ballenas que
habitaron su páramo.
"Esto que ven fue un océano antes de convertirse en desierto. La
temperatura se elevó y cambió el hábitat", explica a EL MUNDO Mohamed
Sameh, director del primer equipo egipcio de paleontología y artífice de
los hallazgos que en los últimos años han situado a Wadi al Hitan (El
valle de las ballenas, en árabe) en el mapa científico. Sameh aterrizó
hace quince años en la reserva -ubicada en la provincia agrícola de
Fayum, a unos 170 kilómetros al suroeste de El Cairo-.
Desde entonces ha batallado por rescatar una zona declarada
patrimonio natural de la Humanidad por la Unesco en
2005. "Hasta hace unas décadas nadie creía que Wadi al Hitan guardara
fósiles como los que hemos hallado. Recuerdo que en 2000, cuando llegué,
tuve que convencer a algunos de que lo que veían diseminado por el
paisaje no eran piedras sino esqueletos de animales antiquísimos", evoca
Sameh desde el flamante museo que exhibe parte de la colección de restos
localizados por su expedición. "Durante los últimos 15 meses -admite-
hemos trabajado en este museo. Lo hemos logrado en tiempo récord".
La joya de
la galería es el fósil del
Basilosaurus isis,
un antepasado de las actuales ballenas desenterrado por el
equipo de Sameh. La especie -dedicada a Isis, la diosa de la
fertilidad en el Egipto faraónico- pertenece al género de los
cetáceos arqueocetos que aparecieron en aguas
poco profundas hace unos cuarenta y cinco millones de años,
durante el Eoceno tardío, y se extinguieron hace unos treinta y
seis millones de años alcanzados por el Grande
Coupure,
un episodio de cambio climático marcado por extinciones masivas
y dramáticos cambios de fauna.
Su
esqueleto -con su alargado cuerpo y las dos patas posteriores que lo
alejan de las ballenas actuales- ocupa el centro del museo junto a
restos fósiles del Dorudon atrox,
otro cetáceo coetáneo del basilosaurio que le sirvió de alimento. Con su
inmenso paisaje aún pendiente de ser auscultado, Wadi al Hitan ofrece a
los paleontólogos un jugoso botín: examinar la evolución
de estos cetáceos cuya osamenta algunos confundieron con "monstruos del
mar", desde su pasado como mamíferos hasta su posterior existencia
oceánica. Una transición de la tierra al mar que fascina a Sameh.
"Para mí esta labor es un honor. Me siento muy satisfecho", declara el
científico. "En esta última década hemos tratado de controlar una
superficie que abarca 200 kilómetros. Cuando llegué había vehículos que
circulaban por la zona destruyendo los restos. Ahora tenemos señalizado
el lugar y hemos colocado bloques a lo largo de 21 kilómetros", esboza
junto a las vitrinas que retratan la vida tropical de la que gozó la
zona durante el oligoceno, un período que arrancó hace 33,9 millones de
años y concluyó hace 23 millones de años. Un elefante prehistórico o los
fósiles del extinto arsinoitherium -similar al
rinoceronte- rememoran aquel tiempo.
El
museo, abierto al público este jueves con el boato habitual, está
financiado por la agencia de cooperación del Gobierno italiano y el
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD). "Egipto está
bendecido por la naturaleza. Tiene unos sitios de un valor incalculable
pero también unos espacios naturales espectaculares como éste.
La idea es
dar a conocer el valor turístico y ecológico de estos lugares y
concienciar sobre el impacto del cambio climático", apunta a
este diario el español Ignacio Artaza, director del PNUD en la
tierra de los faraones, a las puertas del edificio que alberga
la colección. Plantado en pleno desierto, el museo -cuyo
interior circular presume de una exhibición moderna que ya
quisiera el vetusto y caótico museo de Antigüedades de El Cairo-
se mimetiza con el entorno. "Está construido con materiales
naturales e inspirado en la naturaleza.
Parece otra de las colinas que se hallan esparcidas por el área", relata
Gabriel Mijail, al arquitecto a cargo de levantar un inmueble horadado
en la arena. "Descender para ver los restos de las ballenas que pasaron
milenios enterradas proporcionar otra experiencia", reconoce el
constructor.
En
sus alrededores un itinerario de dos kilómetros invita a completar la
visita transitando una exhibición a cielo abierto. "El museo es un
ejemplo para los edificios que se proyecten en otras áreas protegidas.
Emplea energía solar y ventilación natural", subraya Mijail.
Un
recordatorio para un país y sus gobernantes que, pese a la amenaza
de desertificación y la extrema dependencia de un Nilo
jalonado de conflictos, flirtean con el cambio climático causado por el
hombre alentando la construcción de centrales eléctricas de carbón.
Fuente; El mundo.es
Machimosaurus rex, un gigante cocodrilo del Jurasico
marino de África.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 140. Enero de 2016.
Machimosaurus rex, la
nueva especie de cocodrilomorfos hallada en África, es el ‘cocodrilo‘
marino más grande jamás encontrado. El descubrimiento pone en cuestión
la extición masiva de especies en el Jurásico.
Un grupo
internacional de paleontólogos descubrió la mayor especie de
cocodrilomorfo, grupo que incluye crocodilianos existentes y
extintos, de su tiempo. Lo bautizaron como Machimosaurus rex,
afirman en una publicación en la revista ‘Cretaceous Research‘.
El ‘cocodrilo‘ gigante vivió hace 120 millones de años en
ambientes lagunares situados donde hoy hallamos los desiertos
tunecinos.
Se trata del
‘cocodrilo‘ habitante de los océanos de mayor tamaño jamás conocido,
aunque era algo menor que el Sarcosuchus imperator, que vivió en agua
dulce hace 140 millones de años según la revista ‘National Geografic‘,
que contribuyó a la elaboración del estudio.
A partir de los fragmentos de fósiles hallados, los científicos calculan
que su cráneo medía 160 centímetros, mientras que el propio cocodrilo
alcanzaba 10 metros de longitud y pesaba casi 10 toneladas.
El reptil gigante vivió
en el período Cretácico Temprano, que siguió al Jurásico, era durante la
cual se atribuye una extinción masiva de especies. Es decir, el hallazgo
afirma que si la desaparición a gran escala tuvo lugar en el Jurásico,
algunas especies gigantes, como los propios Machimosaurus, sobrevivieron
a ella. Fuente:Actualidad.rt.com.-
Lohuecosuchus megadontos,
un cocodrilo
en Cuenca hace 66 millones de años.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 140. Enero de 2016.
El
nuevo cocodrilo descubierto en el yacimiento conquense de Lo Hueco tiene
unos dientes desproporcionadamente grandes, los mayores que se conocen
en grupos cercanos de estos reptiles. Esta nueva especie extinta del
Cretácico constituye el pariente más cercano del grupo formado por todos
los cocodrilos actuales.
Lohuecosuchus megadontos –cuyo nombre deriva del
enorme tamaño de sus dientes– compartía muchas características con los
cocodrilos actuales: eran potentes nadadores con capacidad para caminar
fuera del agua, tenía hábitos anfibios, y su cuerpo estaba cubierto por
una potente armadura dérmica compuesta por varias filas de huesos
integrados en la piel.
A pesar de
estas similitudes, esta nueva especie extinta presenta un cráneo
con rasgos distintos: en su parte externa surge un surco que lo
recorre desde el oído hasta el lado posterior.
Pero, lo que
sin duda destaca, es el tamaño de sus dientes. Así lo revela una
investigación publicada en la revista PLoS One y liderada
por el grupo de Biología Evolutiva de la Universidad de
Educación a Distancia (UNED).
“Los
dientes desproporcionadamente grandes hacen que su maxilar se proyecte
lateralmente y hacia debajo de una forma muy característica”, explica a
Sinc Francisco Ortega, uno de los autores del trabajo e investigador en
la UNED, quien añade que por cuestión de espacio tenía menos piezas
dentales.
Según
los científicos, el nuevo cocodrilo, descubierto en el yacimiento de Lo
Hueco (Cuenca), forma parte de un grupo extinto –alodaposúquidos– que
habitó Europa durante el Cretácico (hace más de 66 millones de años) y
es el pariente más cercano de los cocodrilos representados en la
actualidad en todo el planeta. Pero estos constituyen una muestra mínima
de la diversidad y dispersión que mostró el linaje de estos reptiles
durante el Mesozoico.
El
linaje de los cocodrilos se remonta a hace 230 millones de años y “está
plagado de grupos que no se parecen a los cocodrilos actuales”, detalla
a Sinc Iván Narváez, primer autor del trabajo e investigador en la UNED.
De hecho, se considera que el antecesor común de todos ellos convivió
con los dinosaurios en algún momento del Mesozoico.
Lohuecosuchus
pudo habitar en Iberoarmórica, una isla que agrupa buena parte del sur
de Francia y la mitad norte de la península ibérica
El
grupo de parientes morfológicamente más cercano al que forman los
cocodrilos actuales habitó Europa durante el Cretácico y fue muy
abundante en la última parte de esta era. Sin embargo, existían muy
pocos fósiles que confirmaran la diversidad del grupo.
El
hallazgo de más de una decena de cráneos completos de cocodrilos en Lo
Hueco –que en esa época era un humedal costero– permite recomponer la
historia de este nuevo grupo, como uno exclusivo del Cretácico superior
de Europa.
Hasta
ahora, muchos de los cocodrilos del Cretácico superior de Europa
occidental se habían relacionado con un género de cocodrilo que habitó
Rumania a finales del Cretácico denominado Allodaposuchus. Estos
presentan una relación cercana con
Lohuecosuchus megadontos.
Australerpeton cosgriffi, un anfibio gigante de 260
millones de años.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 139. Enero de 2016.
Científicos brasileños
efectúan un nuevo y pormenorizado análisis del Australerpeton cosgriffi,
un pariente gigante de los actuales anfibios, que vivió en el período
Pérmico
Un
grupo de paleontólogos realizó un nuevo y detallado análisis de una de
las especies fósiles más interesantes de Brasil: el Australerpeton
cosgriffi, un pariente gigante de los actuales anfibios que vivió en
el período Pérmico, hace 260 millones de años. Pese a su nexo con los
sapos y las salamandras actuales, este animal de hasta 2,5 metros de
largo parecía más bien un cocodrilo, con su hocico delgado, que incluso
poseía escamas en su cuerpo.
Esta
nueva descripción de la especie, que hace hincapié en la peculiar
morfología de su cráneo, salió publicada en Zoological Journal of the
Linnean Society, y su primer autor es Estevan Eltink, quien cursó su
doctorado en el Laboratorio de Paleontología de la Universidad de São
Paulo en la ciudad de Ribeirão Preto, Brasil, con el apoyo de la FAPESP.
Un trabajo anterior sobre fósiles recientemente descubiertos de este
animal salió en mayo de 2014 en Journal of Vertebrate Paleontology.
Suscriben
también el estudio Max Langer, de la USP de Ribeirão Preto
–quien coordina el Proyecto Temático intitulado “El origen y la
irradiación de los dinosaurios en Gondwana (Neotriásico -
Eojurásico)” y dirigió el doctorado de Eltink–, como asín
también Eliseu Dias, de la Universidad Estadual del Oeste de
Paraná, Sérgio Dias-da-Silva, de la Universidad Federal de Santa
Maria (Rio Grande do Sul), y Cesar Schultz, de la Universidad
Federal de Rio Grande do Sul.
Eltink
comenta que el paleontólogo Mario Costa Barberena, de la UFRGS (ya
fallecido), recolectó los primeros fósiles de la especie, oriunda de
Serra do Cadeado, zona serrana del interior de estado de Paraná, a lo
largo de los años 1970 y 1980. Costa Barberena realizó la primera
descripción formal del A. cosgriffi en 1998, abordando justamente
el cráneo del animal. Otros trabajos sobre ese material poscraneal (es
decir, que va del cuello hasta la punta de la cola) salieron en la
década siguiente.
“Pese a
que era un animal relativamente bien estudiado, la descripción de Costa
Barberena era superficial y carecía de una revisión más profunda de la
anatomía y la comprensión comparativa de las estructuras”, dijo Eltink.
Asimismo, perduraba un misterio con relación a la posición de la
criatura en el “álbum de familia” de los anfibios primitivos.
Para
ser más preciso, la especie pertenecía al gran grupo de los
temnospóndilos, animales que gozaron de un amplio éxito evolutivo y
colonizaron ambientes terrestres y acuáticos durante más de 200 millones
de años hasta desaparecer (pero no sin que antes un subgrupo de éstos
les diera origen a los anfibios actuales, de acuerdo con la hipótesis
dominante entre los paleontólogos).
El A.
cosgriffi es el temnospóndilo más completo que se haya encontrado en
América del Sur. Su hocico muy largo y fino –el término técnico es
“longirrostrino”– se asemeja al de animales que existieron en la región
de la actual Rusia.
Fucaia buelli
pequeña
ballena del Mioceno.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 139. Enero de 2016.
La Fucaia Buelli
es de transición entre las arcaicas ballenas dentadas y las ballenas
barbadas modernas.
Ha sido descrita por
investigadores de la Universidad de Otago en Nueva Zelanda una nueva
especie de ballena fósil que vivía en el Océano Pacífico del Norte hace
30 a 33 millones años.
La ballena, llamada
Fucaia Buelli por los
investigadores, es de transición entre las antiguas ballenas dentadas y
las ballenas con barbas de los mares modernos. Es una de las más
antiguas ballenas barbadas que se han encontrado y, con una longitud de
unos 2-2.5m, también una de las más pequeñas.
El fósil,
que se recuperó de la Península Olímpica, Estado de Washington,
EE.UU., se describe en un artículo recientemente publicado en la
revista británica Royal Society Open Science. El co-autor de
artículo, Dr. Felix Marx, dice que a diferencia de sus parientes
las ballenas barbadas de ahora, que usan barbas de peine para
filtrar el krill del agua circundante, la Fucaia tenía dientes
bien desarrollados que utilizó para cazar activamente y masticar
a sus presas.
Una vez capturada,
la presa probablemente era aspirada profundamente en la boca para
tragarla - una técnica que, en última instancia, puede haber dado lugar
a las barbadas y la alimentación por filtración en el moderno suborden
Mysticeti de las ballenas", dice el Dr. Marx.
El Dr. Marx y sus
coautores, el Dr. CH Tsai y el profesor Ewan Fordyce dicen que el fósil
arroja nueva luz sobre una de las grandes preguntas de la evolución de
los mamíferos: Cómo, cuándo y por qué las ballenas barbadas modernas
pierden sus dientes.
Hallan un raro fósil de dinosaurio con cuernos Ceratopsia.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 138. Enero de 2016.
Científicos de la Universidad de Bath
han hallado un raro fósil, en el este de norteamérica, que pertenece a
un dinosaurio cornudo del tamaño de un perro. Este descubrimiento ha
proporcionado evidencias de la división en la evolución de los
dinosaurios en este subcontinente.
Durante
el período Cretácico Tardío, hace entre 66 y 100 millones de años, la
masa de tierra que actualmente es América del Norte quedó dividida en
dos continentes por un mar poco profundo, una vía marítima interior que
se extendió desde el Golfo de México hasta el Océano Ártico. Los
dinosaurios que vivían en el continente occidental, llamado Laramidia,
fueron similares a los encontrados en Asia.
Sin
embargo, se han encontrado pocos fósiles de animales del 'continente
perdido' de Appalachia, al este, porque esas áreas presentan una
vegetación densa, por lo que es difícil de descubrir y excavar fósiles.
Uno de los
autores del trabajo, Nick Longrich, estudió uno de estos pocos fósiles,
un fragmento de un hueso de la mandíbula que se conserva en el Museo
Peabody de la Universidad de Yale. Resultó ser un miembro de los
dinosaurios con cuernos, los Ceratopsia.
Su estudio,
publicado en Cretaceous Research, destaca este resto como
el primer fósil de dinosaurio ceratopsiano de esta época en el
este de América del Norte. Ceratopsia es un grupo de dinosaurios
con cuernos herbívoros del Cretácico, y proceden de unos
pequeños parientes de los Triceratops más conocidos, los
leptoceratopsids. Eran aproximadamente del tamaño de un perro.
La
muestra estudiada por Longrich era demasiado incompleta para identificar
con precisión la especie exacta, pero apreció un extraña disposición en
la mandíbula, haciendo que los dientes se curvasen hacia abajo y hacia
el exterior en forma de pico. La mandíbula era más delgada que la de los
Ceratopsia que se encuentran en el oeste de América del Norte, lo que
sugiere que tuvieron una dieta diferente a la occidental, y que
recorrieron un camino evolutivo separado.
Longrich ha explicado que, "al igual que muchos animales y plantas que
se encuentran en Australia, actualmente son muy diferentes a las
encontradas en las demás partes del mundo". Del mismo modo, ha señalado
que "los animales en la parte oriental de América del Norte en el
período Cretácico evolucionaron de forma totalmente diferente a los
encontrados en la parte occidental de lo que es América del Norte ahora,
debido a un largo período de aislamiento". Fuente: Europa Press
Morelladon beltrán, una nueva especie de dinosaurio de
España.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 138. Enero de 2016.
En una
cantera de arcilla, de la que se extrae material para hacer azulejos y
cerámicas, en Morella (Castellón), un equipo de paleontólogos ha
descubierto los restos de un dinosaurio desconocido hasta ahora. Sería
un ejemplar herbívoro que vivió hace 125 millones de años en esa zona,
que entonces sería costera o de delta, con abundante vegetación y clima
tropical. Con unos seis metros de largo, dos y medio de alto y
aproximadamente una tonelada de peso, el Morelladon beltrani sería un
animal imponente.
Es una
nueva especie emparentada con el popular Iguanodon, uno de los
primeros dinosaurios que se descubrieron allá por el siglo XIX. Pero Morelladon tiene una
peculiaridad notable: algo parecido a una vela desplegada a lo largo del
lomo que igual podría ayudar a regular la temperatura del animal, o
almacenaba una reserva de grasa para los tiempos de escasez de alimento,
y que, a la vez, jugaría un papel en su comunicación dentro de la manada
o como aviso disuasorio para los depredadores.
Los científicos
presentan hoy a Morelladon
beltrani en la revista científica PlosOne. Con los
restos del esqueleto (bien conservados) que han rescatado,
aunque no suponen más de una cuarta parte de los huesos que
tendría el animal, han identificado claramente los rasgos
diferenciados respecto a otros dinosaurios, lo que permite
definirlo como una especie desconocida hasta ahora. Los huesos
de la cadera, casi completa, han sido determinantes para
diferenciarlo, pero hay más: hasta ocho rasgos específicos que
no dejan hueco para polémicas en cuanto a su condición de
especie nueva, afirman estos especialistas.
No ha
aparecido el cráneo, aunque sí una buena colección de dientes. “No
sabemos de qué sexo era [es difícil averiguarlo con un único ejemplar,
que no permite hacer comparaciones] y, probablemente este es un adulto,
pero tenemos que hacer más estudios para estar seguros”, explica
Fernando Escaso, paleontólogo de la Universidad Nacional de Educación a
Distancia (UNED) y uno de los autores del descubrimiento.
En las
vértebras de Morelladon beltrani,
unas espinas (parciales y fracturadas entre los fósiles rescatados)
debieron sustentar la peculiar vela que recorrería longitudinalmente el
lomo del animal, tal vez de hasta medio metro de alto.
Phosphorosaurus ponpetelegans,
el monstruo marino japonés con grandes ojos.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 137. Enero de 2016.
Este lagarto de 3
metros de longitud y visión binocular cazaba de noche bajo las aguas
hace 72 millones de años
Era
mucho más pequeño que el descomunal Godzilla, pero este monstruo marino
japonés existió de verdad. Un grupo internacional de investigadores ha
descubierto en un arroyo de la localidad de Mukawa, en el norte del
país, el fósil de un reptil marino
de 72 millones de años extraordinariamente bien
preservado.
El
animal, que existió durante el período Cretácico tardío justo antes de
los últimos dinosaurios, como el Tiranosaurio y el Triceratops, medía
unos 3 metros de longitud, poca cosa en comparación a otras especies de
la misma familia hasta cuatro veces más grandes, pero tenía una
característica particular: cazaba peces y calamares brillantes durante
la noche gracias a sus ojos frontales,
comparables a los de un búho actual. El curioso especimen ha sido dado a
conocer en una publicación científica del Museo de Historia Natural de
Londres.
El
descubrimiento del
Phosphorosaurus ponpetelegans, de la familia
de los mosasaurios, en este punto del planeta demuestra que esta
especie fue capaz de colonizar todo el hemisferio norte.
«Descubrimientos anteriores de este raro mosasaurio se han
producido a lo largo de la costa este y la del Pacífico de
América del Norte, Europa y África del Norte, pero este es el
primero en llenar la brecha entre el Medio Oriente y el Pacífico
Oriental», explica Takuya Konishi, de la Universidad de
Cincinnati y miembro del equipo de investigación.
Debido
a que el fósil está tan bien conservado, los investigadores saben que la
criatura tenía visión binocular,
sus ojos estaban puestos en la parte frontal de la cara, lo que
proporciona la percepción de profundidad. La estructura del ojo de estos
mosasaurios más pequeños era diferente a la de sus primos más grandes,
cuyos ojos estaban a cada lado de sus enormes cabezas, como si se
tratara de un caballo. Los ojos y las cabezas de los mosasaurios más
grandes fueron formados para mejorar la natación en busca de presas que
incluyen peces, tortugas e incluso pequeños mosasaurios.
Pero en
el Phosphorosaurus, «los ojos mirando hacia el frente proporcionan
percepción de profundidad a la visión, y son comunes en las aves de
presa y otros mamíferos depredadores que habitan hoy entre nosotros»,
dice Konishi. Paradójicamente, estos pequeños mosasaurios no eran tan
buenos nadadores como sus contemporáneos más grandes porque sus aletas
no estaban tan bien desarrolladas.
Por
este motivo, los investigadores creen que estos reptiles marinos más
pequeños cazaban por la noche, mientras que sus primos más grandes lo
hacían de día, al igual que el búho comparado con las aves diurnas
rapaces como las águilas. La visión binocular en los animales nocturnos
duplica el número de fotorreceptores para detectar la luz. Y, al igual
que los búhos con sus ojos muy grandes para alimentar los receptores de
luz, estos pequeños reptiles tenían grandes cuencas en los ojos.
Los
investigadores creen que el Phosphorosaurus se alimentaba de
peces y calamares bioluminiscentes durante la noche, cuyos fósiles se
han encontrado en el norte de Japón, mientras que sus primos submarinos
más grandes cazaban durante el día.
El
fósil, encerrado en una roca, estaba tan bien preservado que los
investigadores fueron capaces de construir un cráneo perfecto con la
excepción del tercio anterior del hocico. «Esto no es una reconstrucción
virtual utilizando el software del ordenador. Es una reconstrucción
física que vuelve a la vida para mostrar asombrosos detalles sin
distorsiones», dicen los investigadores. Fuente; abc.esMadrid
Científicos rusos podrían revivir al león cavernario
extinto hace 10.000 años.
Publicado
en Paleo.
Año XIV. Numero 137. Enero de 2016.
Paleontólogos siberianos afirman que en los próximos años intentarán
clonar al león cavernario, una especie que se extinguió hace 10.000
años. Así, los investigadores rusos realizarán un experimento sin
precedentes.
Los
paleontólogos rusos de Yakutia, conocida también como República de Sajá, han
afirmado que "es posible clonar al león cavernario", una subespecie
extinta que vivió hace 10.000 años en el Pleistoceno medio y tardío en
Eurasia, Alaska y el noroeste de Canadá, informa TASS.
Esta afirmación
se basa en los resultados del reciente descubrimiento de los
especialistas: este año habían encontrado dos cachorros de león
cavernario en un estado impecable de conservación. Este
descubrimiento, que no tiene análogos en el mundo, permitirá
explicar por qué dejó de existir la especie, conocer su
anatomía, la morfología y realizar diferentes pruebas con
ordenador y radiocarbono.
"Puesto
que el tejido blando de los cachorros se mantuvo bastante bien, creemos
que se los puede clonar", afirman los representantes de la Academia de
Ciencias de Yakutia, citados por la misma fuente. Sin embargo, dicho
trabajo llevará mucho tiempo, por lo que recién en dos o tres años se
podrá hablar de resultados preliminares, opinan. Fuente;
actualidad.rt.com
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