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Presentan en Argentina un Plesiosauro del Cretácico de Santa Cruz.

Paleontólogos locales presentaron en Argentina la réplica de un plesiosaurio hallado en 2009 en los lagos de la Patagonia (sur), donde este reptil marino vivió hace 65 millones de años.

"Desde 2009 hasta ahora trabajaron para liberar al fósil de la roca que lo rodeaba, hacer la reproducción del esqueleto y tenerlo aquí colgado en la sala del museo", explicó a la AFP el paleontólogo Fernando Novas, del Museo Argentino de Ciencia Naturales Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, donde ahora se exhibe la réplica.

Se trata de un reptil marino cuyos restos fueron hallados en rocas del cretácico en cercanías de la ciudad de El Calafate, en la provincia de Santa Cruz, 2.770 km al sur de la capital argentina.

Los restos de este plesiosaurio son los más completos hallados hasta el momento en Argentina y fueron rescatados de rocas sumergidas en el Lago Argentino, un espejo de agua de 566 metros cuadrados al pie de la cordillera de los Andes.

"Estaba unos 50 centímetros bajo el agua y hubo que secar parte del lago" para retirar las rocas, explicó el científico Marcelo Isasi. Fue necesario remover unas cuatro toneladas de rocas para desenterrar los restos del fósil que se encontraron a escasos 500 metros del aeropuerto internacional de El Calafate.

Los plesiosaurios fueron grandes reptiles marinos que habitaron los mares de todo el mundo, tenían cuello largo, cabeza pequeña y dientes punteagudos. Corresponden a una era en la que la cordillera de los Andes no existía y el océano inundaba la actual Patagonia argentina.

De acuerdo a la reconstrucción de los paleontólogos, el ejemplar medía unos nueve metros de largo y sus aletas alcanzaban 1,30 metros cada una.


Fósiles de la era de hielo fueron hallados cerca de Miramar.

Un hallazgo fortuito fue realizado por una familia  miramarense en la restinga de las playas de Mar del Sud. El personal del Museo Municipal de Ciencias Naturales de Miramar lo identifico como los de un perezoso gigante extinto.

La zona costera del partido de General Alvarado tiene la particularidad de combinar amplias playas, acantilados y paisajes naturales muy variados. Debido a esto es muy usual hallar restos fósiles de animales que vivieron en la región hace miles o millones de años en un paisaje muy diferente al actual.

Estos hallazgos son, en muchas ocasiones, fruto de la casualidad y del buen ojo del que se da cuenta que lo que se ha observado es parte de un hueso de esos antiguos seres. 

Así le ha sucedido a la familia Palavecino, de la ciudad de Miramar, quienes regularmente van de pesca al balneario Mar del Sud, distante de la primera unos 15 km hacia el sur.

Debido a que la marea estaba muy baja, decidieron recorrer los afloramientos de sedimento que normalmente están sumergidos. De este modo les fue posible encontrar varios restos óseos, especialmente una mandíbula, de un perezoso gigante, denominado Scelidoterio (semejante a “Sid”, el perezoso de La Era de Hielo”.

Inmediatamente se comunicaron con el Museo Municipal “Punta Hermengo” de Miramar para llevar lo encontrado e informar sobre el sitio del hallazgo, el cual tiene una antigüedad aproximada de 700.000 años.

“Los Scelidoterios (Scelidotherium leptocephalum) eran enormes perezosos de poco más de una tonelada de peso, con un cráneo alargado y cuerpo robusto. Poseían grandes garras, que le permitían hacer notables galerías y madrigueras bajo tierra, como si fueran topos gigantescos, las que seguramente modificaban constantemente el antiguo paisaje bonaerense”, argumento Daniel Boh, del Museo de Miramar.

En los acantilados costeros del Distrito es posible observar los indicios de estas cuevas y hasta parte de las mismas sin relleno, en las que es posible identificar las marcas de las garras de sus excavaciones.

“Esta especie, es bien conocida por nosotros, pues encontramos varios individuos articulados y restos aislados en toda la zona, e incluso, tenemos un hallazgo único ocurrido muy cerca de este último. Se trataba a nuestro entender de una hembra adulta, abrazando a su pequeña cría, cuyos esqueletos están depositados en nuestro museo”, sostuvo Mariano Magnussen, investigador del museo.

<<<Imagen de archivo.

En el Museo de Miramar, ubicado en el Bosque y Vivero “Florentino Ameghino”, están expuestos los restos de la mayoría de las especies de animales prehistóricos de la región (también conocidos como “Megafauna” o “Megamamíferos”), que alcanzaron dimensiones gigantescas y una gran variedad de formas. Complementado con los animales de La Era de Hielo, muestra paleontológica pionera en América del Sur.


En La Plata se le dio un importante reconocimiento al Museo Punta Hermengo.

Se distinguió al trabajo arduo que realiza el Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar en el campo de las Ciencias Naturales. La ceremonia se realizó en el auditorio de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad de La Plata.

El viernes pasado, por medio de un acto oficial llevado a cabo en el auditorio de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, el reconocido Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad bonaerense de Miramar, fue distinguido por “divulgación y promoción de las ciencias naturales” y el único de gestión municipal de la provincia en recibir la distinción.

El reconocimiento fue otorgado en conjunto por FADAM (Federación Argentina de Amigos de Museos), por la reconocida Fundación de Historia Natural Félix Azara y por la Fundación Museo de La Plata “Francisco Pascasio Moreno”.

El distinción al personal del Museo Municipal Punta Hermengo, fue por su intensa labor en la recuperación de material paleontológico de interés científico y por el esfuerzo en la difusión de las Ciencias Naturales en su conjunto, hechos que han posicionado a la ciudad balnearia en libros y revistas del ámbito académico internacional, y en los medios masivos de comunicación de todo el mundo.

Cabe destacar, que el Museo Municipal de Miramar se encuentra en el interior del Bosque del Vivero Dunicola de la ciudad, cuyos edificios actuales solo exhiben un 10 % de su colección total.

La distinción fue recibida por Daniel Boh y Mariano Magnussen, ambos del Museo miramarense, dependiente de la Secretaria de Turismo y Cultura, y Dirección de Cultura de la Municipalidad de General Alvarado, y por Mariana Boh, en representación de la Asociación de Amigos del Museo de Miramar

En los últimos años, este Museo pudo conformar una gran colección, constituida por piezas paleontológicas, muchas de ellas únicas en el mundo, como así también nuevas especies descriptas, y otras en proceso de estudio y publicación, “Se han recuperado numerosos esqueletos prehistóricos de gran tamaño, e incluso, las únicas huellas conocidas de un gran tigre dientes de sable bautizado como Felipeda miramarensis, que hace honor a la localidad”, comentó Mariano Magnussen , del museo de Miramar.

“Otras de las áreas de gran crecimiento es la de zoología marina, en cuya colección se preservan grandes esqueletos de ballenas que tienen entre 8 y 22 metros, otros cetáceos menores, pennipedos (lobos, focas y elefantes marinos) y tortugas, además de distintos organismos de ambientes marinos y continentales”, agregó Daniel Boh.

El trabajo llevado adelante por el personal del museo de Miramar, colaboradores y miembros de la asociación de amigos, permite a científicos de todo el país y del extranjero, encontrar material de estudio de alta calidad. Además, en difusión, el museo ha logrado uno de los primeros sitios web informativos en su tipo, además de redes sociales y presencia en medios de todo el mundo que enriquecen el conocimiento y el patrimonio natural.

Entre las autoridades presentes en el evento, estuvieron Marta Alvarez Molindi, Presidente de  FADAM; Adrián Giacchino, Presidente de la Fundación Félix de Azara,  Pedro Elbaum, Presidente de la  Fundación Museo de La Plata y Analía Lanteri, directora del Museo de La Plata

Adrián Giacchino, presidente de la Fundación Azara afirmó que “En la provincia de Buenos Aires, el Museo Punta Hermengo es el que genera más expectativa, por la calidad de sus hallazgos y la manera de difundirlo. Sin ninguna duda esta mención es muy merecida”.


Científicos estudian un ancestro de los actuales primates que habitó en la Patagonia.

Millones de años atrás, especialmente durante una época que se conoció como Mioceno -un período geológico que comenzó hace unos 23 millones de años-, el clima más cálido y húmedo en esta región del continente permitió que varias especies de monos extiendan su distribución hasta el sur de la Patagonia. Con excepción de los humanos, ninguna otra especie de primates habitó en un área geográfica tan austral.

Los platirrinos, o monos del Nuevo Mundo, son un grupo muy diverso que ocupa en la actualidad una amplia gama de ecosistemas en los trópicos americanos y exhiben grandes variaciones en ecología, morfología y comportamiento. “Este trabajo publicado en la prestigiosa revista Systematic Biology, aporta información valiosa sobre del origen, evolución de la masa corporal y patrones de distribución latitudinal de estos animales, reuniendo en el mismo estudio a los que habitan en el presente y a los que habitaron en el pasado”, explica el paleontólogo Marcelo Tejedor, investigador independiente del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP CONICET-CENPAT) (Argentina).

La publicación se realizó en conjunto entre grupos de investigación de la Universidad de Lausana, en Suiza, de la Universidad de Gotemburgo, en Suecia (en la cual Tejedor realizó una estadía de trabajo entre 2016 y 2017), y de Argentina, y permite elaborar varias hipótesis. Como dato concluyente, los ancestros de estos primates llegaron por mar desde África unos 43 millones de años atrás y pesarían alrededor de 400 gramos. “Lo que hicimos en este trabajo fue cruzar la información de filogenia molecular disponible para los primates actuales, y datos de masa corporal de especies actuales, así como los estimados para los registros fósiles.

Se agregó como dato el rango medio de distribución geográfica de las formas actuales, sumando la latitud de los yacimientos de primates fósiles. En la actualidad hay unas 200 especies de primates platirrinos y se conoce el peso de muchísimas de ellas. Esos datos los ingresamos para poder observar cómo evolucionaron la masa corporal y distribución de los platirrinos a lo largo de los más de los 40 millones de años que transcurrieron hasta hoy”, describe Tejedor.

El científico explica que hasta ahora solía creerse que el grupo más pequeño de monos del Nuevo Mundo derivaba de ancestros de mayor tamaño; sin embargo, con esta investigación, dicha hipótesis se pone en revisión.

“En la localidad de Santa Rosa, área del alto Amazonas al este del Perú, se encontraron molares pertenecientes a estos primates con una antigüedad de 40 millones de años y con un tamaño corporal estimado en 400 gramos. Si los más antiguos fueron pequeños, es probable que haya habido en determinados linajes, a pesar de lo que se sostenía anteriormente, una tendencia a permanecer pequeños, como puede observarse en los actuales calitriquinos, una subfamilia de primates platirrinos con un peso que no supera los 500 o 600 gramos en ninguno de sus géneros”, afirma el investigador.

En cuanto a la distribución territorial de estos monos en América del Sur, la propagación se encuentra asociada a sucesivos fenómenos geológicos y climáticos que derivaron en un gran impacto ambiental.

Tejedor asegura que los platirrinos tuvieron un pico de diversificación durante el Mioceno inferior a medio, sucedido entre 20 y 15 millones de años atrás. En ese período, caracterizado por un calentamiento global, adquirieron mayores tamaños corporales y se distribuyeron ampliamente, más que en toda su historia evolutiva, llegando hasta la Patagonia.

A partir del enfriamiento sucedido a partir del Mioceno medio, se reduce nuevamente la distribución geográfica y desaparecen de Patagonia. “Aquí también existen hipótesis encontradas. Una que indica que los monos que habitaban esta región se extinguieron sin derivar en los grupos actuales, y otra, que es la que propongo, indica que pudieron encontrar corredores de retracción hacia el norte del Continente y ser parte de los linajes vivientes”.

Si bien aún quedan piezas por descubrir sobre la evolución de estos monos que comenzaron a habitar este continente hace unos 43 millones de años, la apuesta a futuro, según indica el científico, es seguir combinando conocimientos de disciplinas diversas como la paleontología, la biología molecular y la bioinformática, para poder responder a muchos interrogantes pendientes. (Fuente: CONICET/DICYT).


Lavocatisaurus agrioensis, un nuevo dinosaurio sauropodo de Neuquén.

Paleontólogos argentinos y españoles encontraron un ejemplar adulto y dos especímenes juveniles de esta nueva especie de dinosaurio a la que nombraron Lavocatisaurus agrioensis. Se realizó una reconstrucción casi completa de su cráneo y esqueleto.

El doctor José Luis Carballido, investigador del Museo Egidio Feruglio (MEF) y del CONICET, destacó a la Agencia CTyS-UNLaM que “no solo se trata del hallazgo de una especie nueva en un sitio donde no se esperaba encontrar fósiles, sino que, además, el cráneo está prácticamente completo”.

Lavocatisaurus agrioensis pertenece al grupo de los dinosaurios saurópodos, aquellos cuadrúpedos herbívoros de cuello y cola larga entre los cuales existieron especies gigantescas que pesaban más de 70 toneladas y otras “enanas” que no superaban los 10 metros de longitud al alcanzar la adultez.

 “Encontramos la mayor parte de los huesos del cráneo del Lavocatisaurus: el hocico, las mandíbulas, gran cantidad de dientes, también los huesos que definen la órbita de los ojos por ejemplo y, de esa manera, pudimos hacer una reconstrucción muy completa”, detalló Carballido, quien, en 2017, presentó al mundo al dinosaurio más grande conocido hasta hoy: el Patagotitan mayorum.

También, se encontró parte del cuello, de la cola y del dorso de este animal. El doctor José Ignacio Canudo, investigador de la Universidad de Zaragoza y autor principal del estudio, indicó que “en el caso del Lavocatisaurus, estimamos que el ejemplar adulto medía 12 metros, en tanto que los juveniles rondaban entre los 6 y 7 metros”.

“Este descubrimiento de un adulto y dos juveniles también significó el primer registro de un desplazamiento en grupo dentro de los dinosaurios rebaquisáuridos”, agregó el paleontólogo Canudo.

El hallazgo se produjo en el centro de la provincia de Neuquén. Carballido describió que “en dicho sitio, hace 110 millones de años, el ambiente era muy desértico, con lagunas esporádicas, por lo que descartábamos encontrar fósiles allí; si bien se estima que este grupo de saurópodos podría haber estado adaptado para moverse en ambientes más bien áridos, de vegetación baja, con poca humedad y poco agua, es un ambiente en el que uno no estaría buscando fósiles”.

La misma aridez del ambiente indica que los restos fósiles de estos tres ejemplares no fueron desplazados y reunidos por un cauce de agua, sino que se desplazaban en grupo y fallecieron juntos. No hay forma de saber si había parentesco entre los miembros de este grupo, por lo que quedará para la imaginación el suponer si se trataba de un padre o una madre junto a dos de sus hijos.

En aquel entonces, América del Sur y África aun no habían terminando de separase. Por ello, es que también se han descubierto dinosaurios rebaquisáuridos en África y en Europa. De hecho, el primer hallazgo de un rebaquisáurido fue realizado en el desierto del Sahara, en 1950, por el paleontólogo René Lavocat y, en honor a él, es que esta nueva especie de Neuquén fue nombrada como Lavocatisaurus.

El estudio del Lavocatisaurus, publicado en la revista científica Acta Palaeontologica Polonica , fue realizado por un equipo hispano-argentino, compuesto por los investigadores José Ignacio Canudo (IUCA-Universidad de Zaragoza), José Luis Carballido (MEF-CONICET), Alberto Garrido (MOZ – Neuquén) y Leonardo Salgado (UNRN-CONICET).

Previamente, en Nigeria, se había encontrado un cráneo bastante completo dentro del grupo de los rebaquisáuridos. “El cráneo del Lavocatisaurus es bastante distinto, más basal y con características más primitivas”, detalló Canudo a la Agencia CTyS-UNLaM.

“Hasta el hallazgo del Lavocatisaurus, se creía que los rebaquisáuridos tenían dos facetas de desgaste en sus dientes, pero acá vemos claramente una sola faceta de desgaste que, de ninguna manera, es producto del roce de los dientes superiores con los inferiores, porque los dientes inferiores son muy chicos en relación a los superiores”, explicó el investigador de la Universidad de Zaragoza.

A partir de la observación de una faceta de desgaste en sus dientes, los autores del estudio del Lavocatisaurus infieren que este dinosaurio tenía una especie de cubierta queratinosa en la parte inferior del cráneo con la cual probablemente raspaba el lado interno de los dientes superiores cada vez que quería cortar las ramas para alimentarse.

A partir del hallazgo casi completo del cráneo, se pueden ver sus dientes alargados con la forma de un lápiz. Asimismo, se observa que sus dientes tenían la capa de esmalte más gruesa del lado externo, es decir, hacia los labios; y que, además, tienen una faceta de desgaste de ángulo bajo que sería provocada por dicha estructura queratinosa. Ilustración Gabriel Lio y Agencia CTyS-UNLaM.


Nuevos fósiles de Megatherium filholi, un megaterio enano en el Pleistoceno bonaerense.

Los perezosos vivientes son mamíferos de movimientos lentos que habitan colgados de las ramas de los árboles en bosques y selvas de Sudamérica. Sin embargo, hace unos 10.000 años antes del presente existieron en nuestras pampas perezosos terrestres de tamaños colosales, que en su mayoría superaban los 500 kilogramos de peso. Tenían una larga lengua y labios muy móviles con los que seleccionaban las plantas que eran parte de su dieta.

Estos perezosos estaban dotados de grandes garras con las que se defendían de los carnívoros de la época, como ser el tigre dientes de sable y el oso de las pampas.

Sin lugar a dudas el más espectacular de los perezosos terrestres fue el Megatherium americanum. Fue el mayor de su linaje, alcanzaba los cinco metros de longitud y un peso que rondaba entre cinco y seis toneladas.

Sin embargo, entre los gigantes megaterios existió una especie más pequeña, conocida como Megatherium filholi. Esta especie fue descubierta por primera vez por el Perito Francisco P. Moreno en el año 1888, y desde entonces quedó olvidada por la mayoría de los investigadores.

Hasta que recientemente -transcurridos desde entonces 130 años- naturalistas de campo del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad de Miramar (provincia de Buenos Aires) rescataron los restos de esta especie hallada en sedimentos cercanos a la localidad de Mar del Sud, unos 15 km al sur de la primera. Los mismos fueron estudiados por un equipo de investigadores de la Fundación Azara, la Universidad Maimónides, el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia, el Centro de Investigaciones Científicas y Transferencia de Tecnología a la Producción de Entre Ríos, el Museo Municipal Punta Hermengo y el CONICET.

En este estudio los autores descubrieron que Megatherium filholi era mucho más pequeño que sus parientes cercanos, no sobrepasaba los tres metros de longitud (un tamaño pequeño para un megaterio) y la tonelada de peso. El estudio fue publicado en la revista especializada Neues Jahrbuch für Geologie und Paläontologie - Abhandlungen  ( Nuevo Anuario de Geología y Paleontología – Ensayos) de Alemania.

Si uno recorre las barrancas de la costa balnearia entre las ciudades de Mar del Plata y Miramar es posible cruzarse con grandes cuevas de hasta dos metros de diámetro que desembocan en la playa. Estas cavernas, muestran en sus paredes las marcas de las garras que dejaron los perezosos gigantes que habitaron la región hace más de 10.000 años. Es muy posible que estos grandes perezosos las habrían utilizado para refugiarse o hibernar en los crudos inviernos de aquel entonces. Por lo tanto, este “pequeño” Megaterio pudo haber sido uno de los animales que las produjeron.

El hallazgo de Megatherium filholi muestra que aún conocemos poco sobre la fauna extinta pampeana y que aún hay muchos actores que faltan por descubrir.

Debido a este y otros importantes descubrimientos paleontológicos recientes, como el hallazgo de las huellas de un tigre dientes de sable, la Municipalidad de General Alvarado y la Fundación Azara planifican construir un nuevo Museo de Ciencias Naturales en la localidad, a partir del área de la respectiva temática que hoy tiene el Museo Municipal Punta Hermengo.


Protocaiman peligrensis, un antepasado patagónico del yacaré de 65 millones de años.

Los fósiles fueron descubiertos por investigadores argentinos en Chubut, al norte de Comodoro Rivadavia. Fue bautizado con el nombre de Protocaiman peligrensis

Restos fósiles de un antepasado del yacaré que habitó la Patagonia hace 65 millones de años fueron hallados por investigadores argentinos en Chubut, al norte de Comodoro Rivadavia, y estiman que habría duplicado el tamaño de un ejemplar actual.

La agencia de noticias de Ciencia y Tecnología de la Fundación Leloir (CyTA-Leloir) informó este lunes que un equipo de paleontólogos descubrió un antepasado del yacaré y otros caimanes que habitaron esa región patagónica cuando tenía un clima subtropical, muy distinto al presente.

<<<Fragmento hallado Protocaiman peligrensis, y su ubicación anatómica. Prensa.

El ejemplar fue bautizado con el nombre de Protocaiman peligrensis, dado que los restos fósiles de su cráneo se hallaron en Punta Peligro, un accidente geográfico sobre el Golfo San Jorge situado entre Comodoro Rivadavia y Bahia Bustamante, detalla el informe al que tuvo acceso Télam.

Los caimanes son uno de los principales grupos de cocodrilos que hoy habitan los sistemas de agua dulce de América del Sur y Central

Pero su historia evolutiva más temprana, que se desarrolló alrededor de la extinción masiva que acabó con la gran mayoría de los dinosaurios hace 65 millones de años, es poco conocida debido a que se hallaron pocos fósiles que, además, suelen estar mal preservados y muy fragmentados.

El estudio argentino, que fue publicado en la revista Proceedings of the Royal Society of London. Series B, aporta más información sobre ese pasado.

“Esta nueva especie representa uno de los fósiles de caimaninos más antiguos conocidos”, afirmó Paula Bona, investigadora del Conicet en la División Paleontología Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP).

Aspecto de Protocaiman peligrensis. (*).

Este hallazgo “permite una revisión del árbol genealógico de los cocodrilos y propone por primera vez que los caimanes habitaron América del Norte durante la época de los dinosaurios e ingresaron a América del Sur en el Cretácico (de 145 a 66 millones de años atrás), donde se dispersaron y diversificaron”, dijo Bona.

El equipo estuvo integrado además por los investigadores del Conicet Martín Ezcurra (Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”); Francisco Barrios (Museo Provincial de Ciencias Naturales “Olsacher”, de Zapala, Neuquén) y María Victoria Fernández Blanco (División Paleontología Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la UNLP).


Descubren nuevos fósiles de dinosaurios y tortugas cerca de Sarmiento.

Los científicos que integran el Laboratorio de Paleontología de Vertebrados de la Facultad de Ciencias Naturales y Ciencias de la Salud de la Universidad Nacional de la Patagonia San Juan Bosco hallaron nuevos restos fósiles en la zona cercana a Sarmiento y Buen Pasto, a pocos kilómetros de Comodoro Rivadavia.

Los hallazgos se suman a los fósiles que durante tres décadas, los investigadores vienen encontrando principalmente en la estepa chubutense y santacruceña y que han tenido reconocimiento internacional.

Cada año, al finalizar el invierno, los integrantes del Laboratorio realizan sus habituales campañas hacia el desierto patagónico en busca de vestigios de otros tiempos.

Las temperaturas propias de la primavera están todavía ausentes en la región pero, de ninguna manera interrumpen los trabajos de campo que ya tienen planificados el dr. Gabriel Casal, el dr. Lucio Ibiricu, investigador del Cenpat-Conicet, el geólogo Bruno Álvarez, el alumno de Geología Xavier Castaño y el Téc. Marcelo Luna. Tal es así que en la primera quincena de septiembre, el grupo de investigadores, provisto de carpas, bolsas de dormir, piquetas, palas, pinceles y, comida para varios días, se dirigieron hacia la región del lago Colhué Huapi y también hacia el río Chico.

Luego de largas jornadas de exploración sobre rocas sedimentarias que fueron depositadas por ríos de hace unos 80 a 70 millones de años atrás, es decir en el período Cretácico, los primeros restos salieron a la vista. Todos los integrantes del grupo se centraron en la excavación de esos restos, trabajando con cinceles y martillos con suma precaución. Fortaleciendo con productos especiales cada parte que se iba descubriendo de los fósiles. Las tareas técnicas se centraron en la realización de un bochón de yeso y vendas de arpillera que aseguran la correcta extracción y el traslado de los fósiles.

Finalizada la campaña, ya en el Laboratorio de Paleontología de Vertebrados el técnico Marcelo Luna inicia el proceso de preparación de los fósiles, de manera que los mismos sean liberados de la roca que los incluye. Una tarea que requiere suma paciencia y extremo cuidado, donde se utilizan pinceles y pequeñas herramientas para quitarles el sedimento acumulado, no solo en la parte superior sino también a los lados.

Los restos fósiles de una tortuga de unos 50 centímetros de largo, muy bien preservada, y restos de dinosaurios carnívoros, comienzan a ver la luz al ser cuidadosamente extraídos de la estructura de yeso mediante agujas neumáticas.

Este trabajo puede demandarles varios días hasta que el fósil queda descubierto en su totalidad. Finalizado este proceso, los investigadores comienzan la etapa de estudio e interpretación del fósil, el ambiente donde vivía y también de la tafonomía, es decir tratar de entender qué le sucedió al organismo una vez que murió y lo encontraron fosilizado. En esta etapa se encuentran abocados actualmente.

El grupo de investigación formado por el Dr. Martínez se encuentra trabajando desde hace muchos años en niveles de las formaciones Matasiete, Bajo Barreal y Lago Colhue Huapi, abarcando gran parte del período Cretácico.

Las exploraciones e investigaciones se llevan adelante en el marco de la Ley Provincial XI (ex 3559), a través de diversos proyectos de investigación en convenio en la Secretaría de Cultura de la Provincia del Chubut, como autoridad de aplicación de dicha ley que se ocupa de la protección del patrimonio cultural paleontológico.

El proyecto intenta conocer la fauna de dinosaurios y otros fósiles que también han encontrado, como tortugas, cocodrilos y peces, el paleoambiente, la tafonomía y paleoecología.


Descubren un diminuto cráneo de un marsupial fósil.

El fósil mide 21 milímetros y fue hallado por el equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres” de esa localidad bonaerense en sedimentos de la edad Lujanense

El pequeñísimo hocico mostraba sus afilados dientes entre los pardos sedimentos depositados en el norte bonaerense durante los últimos 100.000 años. A unos pocos kilómetros del casco urbano de San Pedro, Julio Simonini y José Luis Aguilar, integrantes del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres” no salían de su asombro cuando observaron el pequeñísimo fósil.

El diminuto cráneo había quedado expuesto gracias a la erosión de los agentes naturales. Sus dientes están muy gastados, lo que sugiere que se trató de un individuo senil, de edad muy avanzada.

Las características de su dentición sugieren que perteneció a un pequeño marsupial (animales que completan su desarrollo en una bolsa o marsupio que posee la madre) con preferencias carnívoras, muy probablemente asignable al género Lestodelphys; con molares comprimidos antero posteriormente, con crestas largas, con la zona de machaque muy angosta.

El fósil descubierto en San Pedro, de tan sólo 21 milímetros de largo, perteneció a un ejemplar de una talla mayor a la especie viviente Lestodelphys halli (comadrejita patagónica); y según las primeras apreciaciones se encuentra en el rango de los ejemplares más grandes conocidos de la especie fósil Lestodelphys juga. 

Lestodelphys es un género ocasionalmente registrado en la Región Pampeana, vinculado a los momentos más fríos y secos de las épocas glaciarias ocurridas durante el Cuaternario.

En la clasificación y revisión del fósil participaron la Dra. Analía Forasiepi, investigadora del Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales de Mendoza (IANIGLA-CONICET) y el Dr. Francisco Goin, del Museo de Ciencias Naturales de La Plata.

El Dr. Goin, opina que “uno de los rasgos más claros para distinguir a los marsupiales (el grupo de mamíferos vivientes que incluye al ancestro común de las zarigüeyas, los canguros y todos sus descendientes) de los placentarios (el grupo de mamíferos vivientes al cual pertenecemos nosotros) es la presencia en los marsupiales de tres premolares y cuatro molares, tal cual se observa en el material fósil de San Pedro.

En los Didelphidae, familia a la que pertenecería el diminuto animal hallado, los molares presentan dos partes funcionales: una para el corte (al accionar las crestas cortantes de los dientes homólogos superiores e inferiores) y otra para el machaque (al encastrar las cúspides en las depresiones)”. Según consideraciones de la Dra. Forasiepi, “es un animalito muy interesante y entiendo no se corresponde con ninguna de las especies que habitan actualmente en la región.

Comparando con las especies pequeñas de marsupiales vivientes en la zona o en las áreas geográficas vecinas el fósil de San Pedro no concuerda con ninguno de ellos. Y es mayor que la especie Lestodelphys halli , una especie de estirpe patagónica ocasionalmente registrada en provincia de Buenos Aires, vinculada a los momentos más fríos y secos de las épocas glaciarias y con medidas cercanas a las observadas en la dentición de  la especie fósil Lestodelphys juga. Especie con el rango de tamaño del material descubierto ahora en San Pedro”.

Desde el Museo Paleontológico de San Pedro comentan que “el hallazgo de este marsupial representa una excelente oportunidad para conocer a los pequeños mamíferos que habitaron la región junto a grandes bestias como los armadillos gigantes o los grandes perezosos terrestres. Estos frágiles fósiles son extremadamente raros ya que, al ser de animales con huesos tan débiles y delgados, se pierden y no se fosilizan. El hallazgo de este pequeño animal se suma a otras 60 especies que el Museo ha descubierto en la zona en los últimos 20 años”. 


Presentan estudio de restos fósiles de yaguareté hallados en Formosa.

El descubrimiento fue hecho a orillas del río Bermejo en 2015. Los investigadores resaltan la importancia de realizar tomografías para certificar y convalidar ciertos datos.

Un fósil de yaguareté (Panthera onca) de casi 10.000 años de antigüedad fue hallado en la provincia de Formosa. Según los investigadores del Conicet que participaron de los estudios, se trata del uno de los primeros registros fósiles de esta especie en el norte de Argentina y presenta un excelente estado de conservación.

Los resultados de los análisis hecho a los restos fueron publicados recientemente en un artículo en Neues Jahrbuch für Geologie und Paläontologie, una revista científica de Alemania. De acuerdo con las estimaciones del equipo de investigadores –compuesto por integrantes de Formosa, Corrientes y La Plata–; se trata de un ejemplar que vivió durante la transición entre el Pleistoceno tardío y el Holoceno temprano.

Los restos del yaguareté fueron descubiertos en una de las márgenes del río Bermejo, a la altura de la localidad de Villa Escolar, en la provincia de Formosa, por un equipo del Museo Provincial de Ciencias Naturales, dirigido por el arqueólogo Juan Friedrichs. Después del hallazgo y la extracción del material, que ocurrió en 2015, se dio aviso a paleontólogos del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal, Conicet-UNNE) y de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, quienes iniciaron los análisis para determinar la antigüedad y las características del animal.

“Desde un principio supimos que se trababa de un carnívoro, algo que aparece con muy poca frecuencia en estos yacimientos, en los que sí abundan los fósiles de animales herbívoros, por lo que se trataba de un hallazgo importante. Después de los primeros estudios, pudimos confirmar que se trataba de Panthera onca, una especie de la que no se tenía registro fósil en esta zona”, destaca la becaria doctoral del Conicet en el Cecoal, Cecilia Méndez.

El excelente estado de conservación del material –consistente en un cráneo junto con la mandíbula completamente articulada, el atlas y el húmero– es una de las principales características de este ejemplar fósil. “La paleofauna asociada y las dataciones realizadas, permitieron determinar que tiene una antigüedad de entre 9.500 y 10.000 años. Esto nos ubica entre el Pleistoceno tardío y el principio del Holoceno”, explica el investigador del Conicet en el Cecoal, Alfredo Zurita.

“En este primer trabajo se realizó una presentación y una descripción del hallazgo, pero el equipo de investigadores tiene previsto avanzar con nuevos estudios de estas piezas, con el objetivo de conocer otros aspectos referidos a la especie, que cobra actualmente una particular relevancia por su crítico grado de conservación en el norte de Argentina. La publicación también incluye los resultados de un análisis fitolítico de los sedimentos, que permiten conocer más de las condiciones de ese entonces y lograr una descripción general del paleoambiente.

Los restos fósiles del yaguareté seguirán siendo estudiados por el equipo de paleontólogos, a través de distintas técnicas y herramientas. “Fue fundamental realizar tomografías computarizadas, y que fue posible mediante un convenio entre el Conicet con el Instituto de Cardiología de Corrientes”, comentó Zurita. Fuente larepublica.


Hallan restos fósiles de una ballena en el margen de un arroyo en Ramallo.

Restos óseos de una ballena fueron hallados la margen derecha del Arroyo de Las Hermanas, en el partido de Ramallo. Lo novedoso de ese descubrimiento radica en que tenía vestigios humanos indicando que el paso del hombre por esa zona data de muchos años antes de lo que se creía, según los investigadores.

A partir de la bajante excepcional que se registra en el río Paraná desde hace 15 días, el referente en el Área Paleontológica del OPAP Litoral Norte, Damián Voglino, reconoció restos óseos de una ballena dentro de los sedimentos de la margen derecha del Arroyo de Las Hermanas, en el partido de Ramallo.

El material consiste en siete vértebras caudales o lumbares. El trabajo se enmarca en el proyecto de investigación arqueológica sobre el humedal del río Paraná Inferior a cargo de Dr. Daniel Loponte (CONICET-INAPL).

El trabajo es coordinado por el ramallense Voglino con la colaboración del Licenciado Jorge Liotta y equipo de trabajo del Museo de Ciencias Naturales A. Scasso (San Nicolás) y Miguel Ángel Lugo del Museo Histórico Hércules Rabagliatti de Ramallo.

Durante la era del Holoceno Medio se verificó la última de las ingresiones marinas que modificaron drásticamente el paisaje del tramo final del río Paraná, transformándolo en un ambiente de estuarios donde tuvo lugar el depósito de los restos del primer cetáceo registrado para la región, informaron.

Miguel Ángel Lugo, parte del equipo que realizó el hallazgo y referente del Museo Hércules Rabagliati de la ciudad de Ramallo, remarcó que en 1998 halló restos de un ballena en otra zona del arroyo Las Hermanas también en una pronunciada bajante del río Paraná. Lo novedoso de ese descubrimiento radica en que tenía vestigios humanos indicando que el paso del hombre por esa zona data de muchos años antes de lo que se creía. 

Para Lugo el hallazgo de estos restos fósiles "nos cuenta cómo era el ambiente donde vivieron y murieron estas ballenas hace decenas de siglos atrás, cuando el mar ingresó más de 200 kilómetros adentro de su lugar actual". Fuente. Noticia1.


Hallan restos fósiles de un pez con escudos dérmicos en el Pleistoceno de San Pedro.

Fueron descubiertos en San Pedro y pertenecen a una familia de peces escasamente registrada en el Cuaternario de Argentina

El descubrimiento comenzó en una recorrida habitual del equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, cuando dos integrantes del grupo observaron un importante número de pequeños y delgados fragmentos que, a primera vista, parecían el caparazón roto de un caracol. Sin embargo, al prestar atención a las pequeñas y delicadas piezas, José Luis Aguilar y Julio Simonini comprendieron que eso era otra cosa.

Algo diferente había aparecido en ese sector de Campo Spósito, un predio ubicado en la zona conocida como Bajo del Tala, a 170 kilómetros de Buenos Aires.

Al comenzar la recuperación del ejemplar, comprendieron que estaban ante los restos de un pez acorazado que se había preservado en sedimentos posiblemente lagunares depositados a finales de la Edad Lujanense, por lo que su antigüedad se estima superior a los 10.000 años.

En una cuidadosa y paciente tarea, los integrantes del Museo lograron obtener unas 40 placas óseas, espinas pectorales, vértebras y algunos radios osificados de las aletas dorsales; además de lograr recuperar la cola del animal totalmente articulada, es decir, armada en posición de vida.

Si bien la forma y el tamaño de las diminutas plaquetas o escudetes, presentan ciertas variaciones, en su mayoría son de aspecto rectangular, cóncavo y de unos 6 a 11 mm por lado. Su espesor no es superior a 1 mm y, si bien son pequeñas, poseen una resistencia importante. Todo el cuerpo del animal estaba cubierto por este sistema de “escudos” que protegían al pez del ataque de los depredadores.

Las vértebras recuperadas son bastante cuadradas y extremadamente planas para optimizar los movimientos en el agua. El equipo del Museo también recuperó algunos radios osificados que formaban parte de las aletas dorsales, pectorales y caudales y permitían al pez extender dichas aletas para lograr, así, conducirse en el flujo de agua con total manejo de sus movimientos.

<<<Ilustrativo.

El pez hallado pertenece a la familia de los loricáridos, del latín lorica, que significa “cuero” y que alude a las armaduras utilizadas en la antigua romana. Son un grupo de bagres cuyos cuerpos están provistos de importantes medidas defensivas: placas, púas y aletas osificadas. En nuestro país se los conoce popularmente como “viejitas del agua”, entre otros nombres comunes y son animales de aspecto poco vistoso. Su boca está adaptada para succionar y rascar los fondos rocosos en busca de vegetación acuática de la cual se alimenta.

Los restos fósiles de estos peces son extremadamente raros y se reducen a un pequeño número piezas en todo el país. De hecho existían, hasta hoy, sólo tres antecedentes de hallazgos similares.

Fue Florentino Ameghino quien, en 1898, citó por primera vez, restos fósiles de loricáridos en sedimentos del Pleistoceno de la región pampeana.

La segunda aparición de restos asociados a esta familia correspondió a un hallazgo en 2008, en Salto, también en provincia de Buenos Aires, y fue publicado por los investigadores Bogan, Reyes, Toledo y Ramírez.


Un nuevo Tigre Dientes de Sable fue identificado por sus huellas en Argentina.

Fue presentado recientemente a la comunidad científica internacional “Felipeda miramarensis”, un gran tigre dientes de sable conocido a partir de las huellas fósiles recuperadas en la ciudad de Miramar, Argentina.

El increíble hallazgo paleontológico único en el mundo, ocurrió en septiembre de 2015 y fue realizado por personal del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad balnearia de Miramar, a unos 450 kilómetros de Buenos Aires. Pero recién ahora se determinó que las huellas fósiles atribuidas a un gran tigre dientes de sable que vivió durante el Pleistoceno (edad geológica que abarca entre 2,5 millones de años a 10 mil años antes del presente), son  las primeras atribuibles a este felino extinto, determino la fuente.

Los tigres dientes de sable, se encuentran representados en el registro fósil de Argentina, a partir de restos óseos atribuibles a Smilodon populator,  el mayor representante de este grupo de felinos extintos, que superaba los 300 kilogramos de peso. Pero hasta la fecha nunca  se había encontrado huellas de esta magnífica criatura. Fue así, que muy cerca del centro urbano y en pleno sector turístico, Mariano Magnussen y posteriormente Daniel Boh, encontraron  huellas de este gran felino de unos 19 centímetros de diámetro cada una.

“La nueva icnoespecie fue bautizada científicamente como Felipeda miramarensis, en honor a la ciudad donde se las encontró”, argumento Daniel Boh, y agrego “desde hace décadas Miramar ha aportado a la ciencia con numerosos descubrimientos, pero nunca se la había homenajeado de esta forma”.

Pero Felipeda miramarensis no estaba solo. En esos pantanos de hace 100 mil años atrás, otras criaturas también dejaron sus huellas a las orillas de una laguna que ya no existe, como aves de más de un metro de altura, roedores gigantes y un extinto camello con larga trompa.

<<< Huellas tipo de Felipeda miramarensis, (Agnolin, F et al, 2018), in situ, cuando fueron hallas en septiembre de 2015 por Mariano Magnussen del Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar.

Así mismo el equipo local recupero en varias oportunidades restos óseos de animales parecidos a hipopótamos (Toxodon) perezosos gigantes (Megaterio, Lestodonte y Celidoterio), caballos extintos (Hippidium) y todo un ecosistema primitivo con peces, insectos y hebras vegetales entre otros, declaro Mariano Magnussen, del Museo de Miramar.

La zona donde se recuperó este magnífico material ya era conocida mundialmente desde fines del siglo XIX. Fue el mismo sabio Florentino Ameghino el que destacó su importancia allá por 1908. Posteriormente el sitio fue estudiado por décadas por el Museo de La Plata y el Museo de Buenos Aires, y actualmente por el Museo Municipal Punta Hermengo.

Felipeda miramarensis, fue un tigre dientes de sable (como el popular personaje “Diego” de la película La Era de Hielo). Sin dudas, fue uno de los grandes triunfos evolutivos de los mamíferos depredadores. La extraordinaria peligrosidad de este félido se debía al gran desarrollo de la parte anterior de su cuerpo y al tamaño asombroso de sus caninos superiores, que llegaban a sobresalir más de treinta centímetros.

Todo su cuerpo tenía una estructura poderosa y los músculos de los hombros y del cuello estaban dispuestos de tal manera que su enorme cabeza podía lanzarse hacia abajo con gran fuerza. “La diferencia en tamaño de las huellas posteriores y anteriores de Felipeda miramarensis, refleja la anatomía de esta bestia extinta.

<<< Mariano Magnussen y Daniel Boh, ambos del Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, mostrando las huellas de Felipeda miramarensis, únicas en el mundo.

Este hallazgo y otras de gran importancia científica que se vienen desarrollando desde los últimos años, movilizo a las autoridades para concretar en un futuro próximo, un nuevo edificio para albergar las colección y ampliar las exhibiciones del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, contando con la colaboración de la Fundación Azara.


Araucaria lefipanensis, nueva araucaria fósil de 66 millones de años en Chubut.

La noticia la comunicó el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF). Se trata de un fósil encontrado cerca de la localidad de Paso del Sapo.

Esta especie fue bautizada Araucaria lefipanensis y presenta lo que se llama un “mosaico de caracteres”, es decir una combinación de características que no se encuentra en las araucarias actuales. La  descripción se basó en hojas y semillas fósiles de unos 66 millones de años de antigüedad encontradas en las cercanías de la localidad de Paso del Sapo. Esta región es actualmente árida, pero en esa época las condiciones paleoclimáticas eran muy distintas, indicando la presencia de un bosque subtropical estacional.

Ana Andruchow Colombo (becaria CONICET-MEF), especialista en plantas fósiles y líder del trabajo de investigación, explicó al MEF estos detalles: “Esta nueva especie de Araucaria tiene dos tipos de hojas, unas anchas y ovaladas como las del pehuén (Araucaria araucana) y otras más angostas y largas, parecidas a las del pino Paraná (Araucaria angustifolia), ambas especies sudamericanas. Además, los órganos que llevan las semillas (a los que llamamos complejos ovulíferos) son muy parecidos a los de un grupo de araucarias hoy en día presentes en Nueva Caledonia.”

Las Araucarias son coníferas que en la actualidad viven en Australia, Nueva Caledonia, Papúa Nueva Guinea y Sudamérica (Chile, Argentina, Paraguay y Brasil). Sin embargo, durante el Mesozoico - la era de los dinosaurios-  estaban distribuidas a lo largo de todo el mundo, inclusive en la Antártida.

El trabajo fue presentado en la revista científica American Journal of Botany conjuntamente con los Dres. Ignacio Escapa y Rubén Cúneo (CONICET-MEF) y la Dra. María A. Gandolfo (Cornell University).


Aondelphis talen, una nueva especie de delfín del Mioceno de Chubut.

Es un delfín pequeño, de aproximadamente dos metros. Fue bautizado como Aondelphis talen -que en lengua tehuelche significa delfín del sur pequeño- por haber sido hallado en la provincia de Chubut. “Si bien los restos que analizamos son bastante fragmentarios, los huesos del oído permitieron determinar que se trata de una especie nueva”, asegura la becaria doctoral Mariana Viglino, miembro del Grupo de Paleontología y Paleoambientes del Neógeno Marino Patagónico del Instituto Patagónico de Geología y Paleontología (IPGP-CONICET) (Argentina).

El animal estudiado, que habitó los mares patagónicos hace unos 20 millones de años, pertenece a la superfamilia Platanistoidea, un grupo que fue muy diverso en el pasado, según se infiere por la gran cantidad de especies fósiles que se encontraron a lo largo del tiempo y en diferentes lugares del mundo.

Sin embargo, en el presente, este grupo se encuentra representado por una sola especie, que es Platanista gangetica: el delfín del río Ganges de la India.

“Este animal nos aporta una nueva pieza para comenzar a responder el interrogante evolutivo de cómo un grupo que hace 20 millones de años era sumamente diverso, actualmente presenta una sola especie y ya no vive en el mar, ni en el hemisferio sur, sino en ríos del hemisferio norte. El registro fósil de este grupo que se fue encontrando en las últimas décadas en Patagonia es muy importante para la ciencia”, señala Viglino.

Las características anatómicas del oído que presentaban los restos óseos de este delfín permiten suponer que Aondelphis talen contaba con la habilidad de la ecolocalización, una característica fundamental que también se observa en los delfines actuales. “Para estos animales, desde el punto de vista adaptativo, la audición es clave. Tienen una vista muy limitada y esta capacidad les permite percibir el entorno a través del eco que se produce en los objetos tras el sonido que emiten los delfines para guiarse”, describe la investigadora asistente del IPGP-CONICET y miembro del grupo, Mónica Buono.

Tienen una vista muy limitada y esta capacidad les permite percibir el entorno a través del eco que se produce en los objetos tras el sonido que emiten los delfines para guiarse”, describe la investigadora asistente del IPGP-CONICET y miembro del grupo, Mónica Buono.El equipo multidisciplinario de científicos del que Viglino y Buono forman parte busca obtener información adicional no sólo del animal colectado, sino del entorno y el ambiente que habitó. Para esto se están iniciando estudios geológicos.

 “El análisis de los sedimentos en los que se encontraban depositados los restos va a precisar con mayor exactitud su antigüedad y aportará datos sobre el ambiente y la fauna. Asociados a los cetáceos encontramos una gran diversidad de invertebrados, como moluscos, equinodermos, crustáceos, entre otro. Existe una diversidad de fauna que habitaba el mismo ambiente que este delfín y que aporta valiosa información”, explica el geólogo e investigador asistente del IPGP-CONICET y miembro del equipo, José Cuitiño. (Fuente: CONICET/DICYT).


Ingentia prima, el dinosaurio gigante más antiguo, hallado en el Triasico de San Juan.

Investigadores argentinos presentaron a Ingentia prima, el primer dinosaurio gigante que habitó el Planeta hace más de 200 millones de años. Supera tres veces el tamaño de los dinosaurios más grandes del Triásico conocidos hasta ahora. El hallazgo se produjo en el yacimiento de Balde de Leyes, al sureste de la provincia de San Juan

Los dinosaurios no siempre fueron gigantes. A la historia evolutiva le llevó millones de años para que algunas especies duplicaran el peso de un elefante actual y alcanzaran entre ocho y diez metros de largo, pero ese tiempo fue mucho menor al que se creía: de allí la gran importancia del hallazgo de Ingentia prima, que habría tenido una masa corporal de hasta diez toneladas

La doctora Cecilia Apaldetti , investigadora del Instituto y Museo de Ciencias Naturales de la Universidad de San Juan (IMCN) y del CONICET, afirmó a la Agencia CTyS-UNLaM que “esta nueva especie muestra una estrategia de crecimiento desconocida hasta ahora e indica que el origen del gigantismo se produjo mucho antes de lo que se pensaba”

“Antes de este descubrimiento, se consideraba que el gigantismo había surgido durante el período Jurásico, hace 180 millones de años aproximadamente, pero Ingentia prima vivió a fines del Triásico, entre los 210 y 205 millones de años”, precisó la autora principal del estudio que se publicó este lunes en la prestigiosa revista Nature Ecology & Evolution. El doctor Ricardo Martínez, también investigador del IMCN y coautor de la publicación, comentó que “el nombre de esta nueva especie, ‘Ingentia’, hace referencia a su tamaño colosal, en tanto que ‘prima’ indica que es el primer gigante conocido hasta hoy en el Planeta”

“Gigante, sobre todo, para su momento en la evolución”, remarcó Apaldetti. Y agregó: “Vemos en Ingentia prima el origen del gigantismo, los primeros pasos para que, más de 100 millones de años después, llegaran a existir saurópodos de hasta 70 toneladas como los que vivieron en la Patagonia”.

Los dinosaurios herbívoros cuadrúpedos y de cuello largo más grandes de los que se tenga registro, como Patagotitan, Puertasaurus y Argentinosaurus, derivaron de los sauropodomorfos del Triásico como Ingentia prima; lo que no se sabía, hasta ahora, es que el gigantismo ya se había desarrollado hace más de 200 millones de años.

El doctor Ignacio Cerda, investigador del Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología de la Universidad Nacional de Río Negro (IIPG-CONICET, UNRN), analizó los huesos de esta nueva especie para entender cómo fue su crecimiento en vida: “Al igual que se pueden observar en un árbol las estaciones de crecimiento, los cortes óseos en Ingentia prima muestran que tenía crecimiento cíclico, estacional, pero lo llamativo es que el tipo de tejido que se depositó en los huesos durante estos períodos de crecimiento es diferente al de los otros saurópodos que conocíamos hasta ahora”

Pese a que se pueden observar estos anillos de crecimiento en semejanza a los árboles, no es posible saber la edad exacta a la que falleció este ejemplar. “En este caso, es difícil poder trazar la continuidad de las líneas concéntricas, pero estimamos que era un individuo subadulto, que aun se encontraba en desarrollo, por lo que hasta podría haber crecido un poco más”, contó el investigador del IIPG-CONICET.


Presentan el esqueleto de un megaraptor y la boca de un tiburón gigante.


El Museo Argentino de Ciencia Naturales (MACN), en el marco de los 206 años desde su creación, presentó el esqueleto del Megaraptor namunhuaiquii, un dinosaurio carnívoro de grandes garras que habitó en la Patagonia, y la réplica de la boca de un Carcharocles megalodon, el tiburón gigante en el que se inspiró la famosa película de la década del 80.

El doctor Federico Agnolin, investigador del MACN y del CONICET, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM que “el Megaraptor tiene el nombre de namunhuaiquii que, en mapudungun, significa pie de lanza, porque, en su momento, se creía que las grandes garras que se hallaron de su especie pertenecían al pie, pero en realidad tenía estas garras enormes en las manos y las usaba para capturar y matar a sus presas”.

“Estas garras llevaban a tener hasta más de 40 centímetros de longitud y eran muy afiladas y muy curvadas”, indicó Agnolin. Y agregó: “Esta especie medía entre 8 y 9 metros de largo y tenía un hocico relativamente delgado, estrecho, que hace recordar por su forma al que poseen los cocodrilos”.

Restos de esta especie y sus parientes de entre 90 y 100 millones de años fueron hallados en Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz. “No se sabe cuánto pesaba ni muchas de sus características, porque sus huesos no se preservan de manera muy frecuente”, aseveró el paleontólogo.

No obstante, sus grandes garras indican que tenía una estrategia particular para atacar a sus presas. “Los tiranosaurios -como el Tyrannosaurus rex- y Carnotaurus tenían brazos relativamente cortos y supuestamente cazaban a sus presas con su boca armada de enormes dientes; en cambio, para los megaraptores, las manos eran un factor importante a la hora de atacar a sus presas”, observó el investigador del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN.

<<< Imagen de archivo.

Además de presentar el esqueleto de este carnívoro alimentándose de un dinosaurio herbívoro de dos metros de longitud, el Museo exhibirá la enorme boca de un Carcharocles megalodon, un tiburón que alcanzaba los 18 metros de longitud y cuyos dientes medían hasta 30 centímetros.

“Los dientes de este enorme tiburón gigante que inspiró la famosa película de la década del 80 se suelen encontrar en la Patagonia”, contó el doctor Agnolin. Y describió: “Tienen una forma triangular con bordes aserrados como cuchillos”.

Al mirar la película de Spielberg, cuesta creer que haya existido un depredador marino así. Sin embargo, el paleontólogo del MACN afirmó que “con el tamaño de los dientes podemos saber cuánto podría haber medido la boca y las reconstrucciones más cautas indican que alcanzaba un metro y medio de apertura, por lo que cómodamente hubiera entrado una persona adentro”. 

Existe la fantasía o idea de que en la profundidad de los mares podría seguir existiendo algún que otro ejemplar colosal de un Carcharocles megalodon. Al respecto, Agnolin analizó que “hay filmaciones en Internet que aseguran que seguiría vivo, pero estos videos pertenecen a otros tiburones y todas las evidencias nos demuestran que, por suerte, el megalodon está extinto”.

“No hay evidencia de que esté vivo y, al parecer, se extinguió hace un par de millones de años; de hecho, el hombre nunca habría convivido con el megalodon”, consideró el investigador.

Como la mayor parte del esqueleto de los tiburones está compuesto por cartílago, suelen conservarse únicamente sus dientes. “Actualmente, el tiburón más grande es el tiburón ballena, que mide 12 metros, y se alimenta exclusivamente de krill; en cambio, el Carcharocles megalodon era un cazador activo y pensamos que se alimentaba de pequeñas ballenas que vivían en su tiempo”, relató  Agnolin.

<<< Imagen de archivo.

“Cuando atacaba a una ballena, este tiburón penetraba con sus dientes hasta rasgar los huesos y eso aparece en los fósiles de los huesos de ballenas rasgados”, aseguró el investigador. Y aclaró: “Pero no sabemos hasta qué tamaño de ballenas llegaba a atacar, porque, al no contar con mucho más registro fósil además de los dientes, se desconoce con precisión su estrategia de ataque; es parte de los misterios en torno a este animal”.

Ambas especies fueron presentadas en el marco de los festejos por el aniversario 206 del MACN. Agnolin mencionó que “es un Museo muy antiguo, creado pocos años después de la Revolución de Mayo por Bernardino Rivadavia y, más allá que en la época de Rosas decayó bastante, luego de ese período comenzó un crecimiento que no se detiene y, año tras año, aumentan las investigaciones y se realizan exhibiciones de nuevas especies de dinosaurios, de animales prehistóricos, como así también de especies actuales, como caracoles, peces, aves y anfibios”.


Hallan parte de una cornamenta que perteneció a un ciervo prehistórico.

En una de sus habituales recorridas por el yacimiento de Campo Spósito, en Bajo del Tala, el equipo del Museo Paleontológico de San Pedro acaba de recuperar parte de una cornamenta perteneciente a un Morenelaphus, un ciervo prehistórico de mediano tamaño que habitó nuestra zona durante el Cuaternario

La pieza, expuesta en el terreno por la erosión producida por los agentes naturales, fue observada entre las rocas por el joven Bruno Rolfo, integrante del Grupo Conservacionista de Fósiles.

El fósil presenta un buen estado de conservación, detalle que facilitó la identificación del género de mamífero al que perteneció

Los Morenelaphus fueron ciervos de mediano porte, de hábitos ramoneadores, que aparecieron en la región pampeana a fines de la edad Ensenadense. Estos animales poseían cornamentas bien desarrolladas, levemente curvadas en forma de “S”, con numerosas ramificaciones aplanadas que terminaban en finas puntas o candiles. Se cree que su hábitat estaba asociado a áreas abiertas, con arbustos bajos, de los cuales aprovechaban sus brotes y hojas.

 

<<<Imagen de archivo. Esqueleto de Morenelaphus en el Museo de Ciencias Naturales de Córdoba.

En San Pedro se han recuperado restos fragmentarios de numerosos ejemplares. Cornamentas, huesos de las extremidades, mandíbulas y un cráneo, son algunas de las partes halladas en nuestro partido. Casi todos los restos de estos animales hallados hasta hoy en nuestra zona provienen de Campo Spósito, salvo uno hallado en un sector lindero a Papel Prensa. Al igual que este último fósil hallado por Rolfo, todas las piezas provienen de sedimentos depositados durante la edad Bonaerense.


Hallaron restos fósiles de un gliptodonte en Tandil.

El proyecto da inicio cuando una vecina de nuestra ciudad comunica al Museo el hallazgo en una zona rural del partido de Tandil de restos fósiles de una especie extinta de megafauna, concretamente un gliptodonte, mamífero acorazado de gran porte que vivió en el periodo conocido como Pleistoceno.

Inmediatamente el MUHFIT da aviso al Centro de Registro de Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, dependiente de la Dirección Provincial de Museos y Preservación Patrimonial de la Provincia de Buenos Aires, conforme lo dispone la Ley Nacional N° 25.743.

Se toma contacto con el paleontólogo responsable del O.P.A.P. Litoral Sur, el Sr. Cristian Oliva, quien es designado por el CREPAP para llevar a cabo la excavación, rescate y restauración de los restos que compongan el hallazgo. El equipo de trabajo y la Comisión Directiva del MUHFIT, comienzan las gestiones tendientes a conseguir los recursos necesarios para la excavación, el traslado de las piezas hasta el museo y la restauración de las mismas.

Imagen ilustrativa de un Gliptodonte .

En pocas semanas se logra el apoyo de empresas privadas que contribuyen con la institución donando materiales y herramientas, y el resto de los materiales se adquieren con recursos propios del museo.

Está previsto que en el mes de junio se pueda realizar la excavación y se proceda a la restauración y puesta en valor de los restos en la sede del Museo. Todo el proyecto será difundido a través de imágenes fotográficas y registros audiovisuales que tomará el personal del museo, material que se encontrará disponible con posterioridad en www.museodelfuerte.org.ar

Una vez terminada la fase de restauración de las piezas y, dada la importancia del hallazgo, se destinará un sector específico del Área de Reserva, Investigación y Restauración del MUHFIT (ARIC) que está construyendo la institución, para la puesta en valor y difusión de estas nuevas piezas que se incorporan a la colección de Paleontología que ya posee el museo.

El Museo Histórico Fuerte Independencia promueve la importancia que tienen la protección y el adecuado manejo del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, como fuente de información del pasado regional y como parte de su identidad.

La provincia de Buenos Aires tiene un potencial muy alto en restos arqueológicos y paleontológicos. En el campo de la paleontología son abundantes los registros fósiles pertenecientes a la megafauna de mamíferos que habitaron esta región desde hace 500.000 hasta hace 8000 años atrás.

Cuando los restos u objetos se encuentran en situación de riesgo, se interviene con el propósito de evitar su destrucción, a través de la realización de rescates, en los que participa el personal del Centro de Registro del Patrimonio arqueológico y Paleontológico, dependiente de la  Dirección Provincial de Museos y Preservación Patrimonial del Gobierno de la Provincia de Buenos Aires.


Porcellusignum, el carpincho que dejo sus huellas en el Pleistoceno de Miramar.

Un grupo de investigadores identifico las huellas prehistóricas encontradas tiempo atrás en Miramar. Eran de un gran roedor emparentado con los carpinchos y tendrían entre 100 y 50 mil años.

Recientemente, un equipo de investigadores dio a conocer la identidad de la especie que dejo sus huellas junto a otras criaturas prehistóricas en la localidad bonaerense de Miramar, una de las localidades con mayor trascendencia en materia paleontológica a nivel mundial.

Las huellas fósiles de roedores en América del Sur son escasamente conocidas por los paleontólogos, ya que para su preservación deben darse ciertas características ambientales, como así también su posterior visualización en los yacimientos paleontológicos

Huella de Porcellusignum  conculcator.

Un grupo de investigadores compuesto por Cristian Oliva del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico con sede en la ciudad de La Plata, Cristian Favier Dubois del área de Investigaciones Arqueológicas y Paleontológicas del Cuaternario Pampeano, Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires en Olavarria y por sus descubridores, Daniel Boh y Mariano Magnussen del  Museo Municipal de Ciencias Naturales Punta Hermengo de Miramar, dieron  a conocer los estudios preliminares sobre unas antiguas  huellas fosilizadas, que pertenecieron a un roedor de gran tamaño emparentado con el actual carpincho, el roedor viviente más grande del planeta, (Hydrochoerus hydrochaeris), que pueden crecer hasta 1,30 metros de largo y pesar 65 kilos, aunque en el pasado, existieron formas más voluminosas.

La presentación ante la comunidad científica de los nuevos materiales fue realizada durante las VI Jornadas Arqueológicas y VII Jornadas Paleontológicas Regionales, que se llevaron a cabo en la ciudad de Miramar en el mes de abril de este año. La misma reunió a destacados investigadores de nuestro país.

 “Los restos de carpinchos fósiles ya han sido encontrados en esta zona en estratos de más de tres millones de años, principalmente mandíbulas y cráneos, que se conservan en el Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar”, argumento Daniel Boh, titular de la institución.

Por su parte, Mariano Magnussen del museo local comento, “las huellas de este roedor no estaban solas, ya que pertenecen al yacimiento paleontológico Punta Hermengo, mundialmente conocido por los investigadores, donde además se recuperaron las primeras huellas fósiles atribuibles a un gran tigre dientes de sable, también de Macrauchenia, un animal similar a un camello con trompa y un ave de gran tamaño de la familia de los ñandúes.

Las huellas del roedor recuperadas e identificadas, pertenecen a la icnoespecie Porcellusignum  conculcator, del cual solo se conocen un puñado de hallazgos en América. Este material contribuye notablemente al entendimiento de estas raras huellas, aportando información sobre su forma de vida, ecología del pasado, etc.

Este yacimiento, ubicado en cercanías de la zona urbana y en pleno sector turístico de la ciudad de Miramar, a orillas del mar, fue en tiempos prehistóricos muy diferente.

El mar estaba varios kilómetros hacia el sudeste, y este sector era una planicie de inundación, alimentada por un arroyo desaparecido hace miles de años. Animales de diversas especies se acercaban a las orillas fangosas, donde dejaron sus huellas, que, debido a que fueron cubiertas rápidamente, han logrado preservarse hasta nuestros días.

Además, el equipo del Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad, viene trabajando exitosamente en el hallazgo y recuperación del material paleontológico que aparece permanentemente.  En el mismo yacimiento donde se encontraron las huellas de este “carpincho o capibara prehistórico”, se han recuperado restos óseos fosilizados de al menos 4 gigantescos perezosos extintos, del genero Lestodon, que llegaban a tener unos cuatro metros de largo, además de restos de Hippidion (caballos americanos), toxodontes (semejantes a hipopótamos y rinocerontes), Macrauchenia (parecido a un camello, pero con una larga trompa), Notiomastodon (elefantes sudamericanos), gliptodontes (enormes armadillos), roedores, peces e insectos, todos de los últimos 100 mil a 50 mil años antes del presente.

Cabe destacar que estos materiales paleontológicos se encuentran protegidos por la ley nacional 25.743/03 y por la ordenanza municipal 248/88 como parte del patrimonio paleontológico de la República Argentina y del Municipio de General Alvarado.

Nuevas instalaciones para el museo.

Debido a la gran cantidad de piezas recolectadas el Museo Municipal Punta Hermengo no puede exponer y conservar su creciente colección, la Municipalidad de General Alvarado junto a la Fundación Azara vienen ultimando los detalles de un nuevo y moderno edificio para el área de ciencias naturales, el cual revalorará el nivel científico, cultural, educativo de la institución y será un nuevo atractivo turístico para la ciudad.


Nuevos estudios indican detalles de los Perezosos Gigantes Extintos.

El perezoso suele ser el emblema de la lentitud. Los representantes vivos de este curioso grupo de mamíferos se encuentran en las selvas amazónicas, donde se desplazan con movimientos lentos en busca de alimentos. Y con sólo volver atrás en el tiempo unos miles de años, nos encontraríamos con una América poblada por decenas de especies de perezosos gigantes, algunas de las que podían alcanzar las tres o cuatro toneladas de peso. Alberto Boscaini es becario doctoral del CONICET en el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales (IANIGLA, CONICET-UNCuyo-Gob. Mza) y estudia la evolución de los perezosos gigantes que habitaron el continente americano.

“Estos mamíferos son exclusivos del continente americano y han atraído la atención de grandes naturalistas como Charles Darwin, que encontró numerosos fósiles en América del Sur, o Georges Cuvier y Richard Owen, que describieron los primeros hallazgos. Hoy en día, estos extraños animales siguen dando que hablar. Llaman la atención porque eran verdaderos colosos, capaces de adaptarse a los ambientes más diversos. De hecho, existían perezosos capaces de escalar paredes de roca y otros que nadaban en zonas costeras”, explica Boscaini.

En 2017, se hallaron en Brasil enormes túneles excavados por perezosos pleistocenos. Y recientemente, se descubrieron en Estados Unidos huellas de perezosos gigantes asociadas a huellas humanas, quizás testigos de una antigua cacería.

“Los fósiles de este grupo de animales han sido estudiados en detalle, pero todavía hay muchas preguntas sobre su anatomía y ecología”, describe el paleontólogo.

Por primera vez, un grupo internacional de investigadores, coordinado por Boscaini, pudo reconstruir en tres dimensiones el cerebro y el oído interno de un perezoso gigante de la especie Glossotherium robustum, conservado en el Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN) de Buenos Aires. De los órganos sensoriales de estos animales se sabía poco o nada: hoy, gracias a la aplicación de técnicas médicas como la tomografía computada, fue posible reconstruir digitalmente el fósil y elaborarlo con programas informáticos específicos.

“Gracias a la cooperación entre el CONICET y la Universidad La Sapienza de Roma y con el apoyo de la clínica FUESMEN (Fundación Escuela Medicina Nuclear) de Mendoza, hemos podido obtener reconstrucciones fieles del cerebro y otras estructuras que nunca habían sido observadas anteriormente. Entre ellas se han podido observar los vasos sanguíneos, los nervios, la neumaticidad (los espacios vacíos en el cráneo) y el oído interno”, detalla el especialista.

“El oído interno de los mamíferos cumple un importante papel en el control del equilibrio y en general, en la locomoción. Estudiando esta región anatómica del perezoso gigante detectamos importantes diferencias con los perezosos actuales y más similitudes con los grandes mamíferos terrestres modernos”, continúa.

Los investigadores dedujeron que su nivel de agilidad tenía que ser más parecida a la de un hipopótamo o a la de un rinoceronte, ambos de gran tamaño, pero capaces de movimientos ágiles. “En plena carrera estos animales pueden ir más rápido que un ser humano”, resalta Boscaini.

Gracias al detalle de las reconstrucciones del modelo 3D, los investigadores pudieron estudiar el cerebro, así como el recorrido de los vasos sanguíneos y de los nervios craneanos.

Estos datos fueron comparados con los de los perezosos actuales, evidenciando el enorme desarrollo de los nervios que se originan en la parte anterior del cerebro del perezoso extinto. Los paleontólogos han supuesto entonces que el morro de Glossotherium era extremadamente sensitivo.

“Probablemente estos perezosos gigantes tenían labios semiprensiles, parecidos a los de los actuales rinocerontes, jirafas y bóvidos con los que seleccionaban y arrancaban vegetales. Los miembros anteriores, con sus enormes garras, estaban probablemente más adaptados a la excavación que al agarre de precisión”, detalla el paleontólogo.

Estos son sólo algunos de los aspectos biológicos de estos gigantes extintos que los investigadores han podido reconstruir gracias a los precisos datos escondidos en el cráneo y revelados por las gráficas 3D. Las investigaciones continúan y muchas otras especies están actualmente en fase de estudio.


 

Descubren en San Pedro una nueva especie de Pyramiodontherium.

El fósil hallado es un gran fémur prácticamente completo, de 42 kilogramos de peso. Representa un importante avance en el estudio de la fauna fósil del Cuaternario de Argentina. 

El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro acaba de presentar, en las XXXII Jornadas Argentinas de Paleontología, el descubrimiento de una nueva especie de perezoso fósil de enormes características. El fósil hallado es un gran fémur prácticamente completo, de 42 kilogramos de peso, que correspondió a un animal llamado Pyramiodontherium, un mamífero de talla gigantesca, emparentado con los perezosos actuales, al que se pensaba desaparecido desde hacía unos tres millones de años. Sin embargo, el enorme fémur hallado por el equipo integrado por J. L. Aguilar, J. Simonini y M. Swistun, del Museo de San Pedro, correspondería a una nueva especie de Pyramiodontherium que habitó la llanura pampeana durante el Pleistoceno medio, hace unos 700.000 años.

El último registro conocido de este género de perezosos proviene del Plioceno medio (unos 3 millones de años), mientras que el fósil hallado ahora en San Pedro tiene “tan solo” unos 700.000 años de antigüedad. Esto significa que los Pyramiodontherium habrían vivido, al menos, unos 2 millones de años más de lo que se creía hasta hoy. En este sentido, el fósil de San Pedro pasa a ser el ejemplar más moderno de su género.

Los investigadores creen que, debido a las dimensiones de la pieza, sus características morfológicas y al ser el único fósil de estos animales hallado hasta hoy en sedimentos del Pleistoceno medio, se trataría de una nueva especie dentro del género pero de características gigantescas, si se lo compara con sus congéneres conocidos. Tanto desde el Grupo Conservacionista de San Pedro, equipo del Museo que descubrió el fósil, como del Dr. Luciano Brambilla, investigador de la Universidad Nacional de Rosario, encargado de estudiar la pieza encontrada, opinan que se estaría ante una nueva especie totalmente desconocida dentro del género en cuestión.

El rango temporal (más de 2 millones de años) que separa al fósil de San Pedro de los últimos ejemplares hallados con anterioridad en otros puntos del país, además de ciertos cambios en la morfología del fémur encontrado, lo diferencian de otros Pyramiodontherium conocidos.

Las observaciones realizadas sobre la articulación de la rodilla, revelan adaptaciones del animal relacionadas a su aumento de talla con respecto a otros ejemplares más antiguos. En el fémur de San Pedro, dicha articulación se ha modificado para absorber el aumento de masa corporal de la especie y mejorar la distribución de su peso pero resignando, seguramente, una disminución en la velocidad de desplazamiento del gigantesco animal.  

Por su parte, el Dr. Brambilla (UNR) comenta que “los Pyramidontherium fueron un grupo de antiguos perezosos terrestres que habitaron nuestro país desde finales del Mioceno al Plioceno medio, aunque a partir del ejemplar hallado en San Pedro ahora sabemos que vivieron incluso hasta el Pleistoceno. Estaban emparentados con los megaterios, típicos perezosos de talla gigantesca que habitaron la región pampeana hasta finales del Pleistoceno. Los restos de los Pyramiodontherium son escasos y fueron encontrados sólo en Argentina, en las provincias de Catamarca, la Rioja, Entre Ríos y Chubut. Los Pyramiodontherium habían desarrollado tallas medianas, en comparación a los megaterios, aunque la nueva especie de  Pyramidontherium de San Pedro nos muestra un desarrollo excepcional que supera también a los megaterios más grandes.

Se caracterizaban por poseer fémures robustos. Tenían 5 molares en cada serie de dientes del paladar y 4 en cada serie de sus mandíbulas, de forma más comprimida que la de sus parientes los megaterios que llegaban a tener molares de sección cuadrangular”. Cuadro de texto: El fémur del nuevo mamífero fósil, junto a uno de sus descubridores, da cuenta de su tamaño.] Desde el Museo de San Pedro, José Luis Aguilar, fundador de la institución y uno de los descubridores del fósil, señala que “la pieza fue recuperada gracias a la interacción con la empresa Tosquera San Pedro, propietaria del predio donde sucedió el hallazgo.

 El fósil encontrado estaba oculto en una capa sedimentaria que subyace a unos nueve metros bajo el nivel de suelo actual y cuya antigüedad se estima algo superior a los 700.000 años. Por lo que hemos observado a lo largo de numerosos hallazgos en esa zona, esos sedimentos se formaron en un ambiente pantanoso, de humedales, donde ciertos animales quedaban atrapados al acercarse en busca de agua o pasturas.

 Venimos observando que la fauna proveniente de ese momento del tiempo muestra cierto grado de gigantismo si se la compara con edades anteriores o posteriores de la prehistoria de la región. Tal vez la competencia por nichos ecológicos, períodos prolongados de clima favorable o la presencia de ciertos predadores provenientes, en su momento, de América del Norte, incentivaron una tendencia al gigantismo de ciertos animales”.

Tanto desde el grupo descubridor como desde el equipo que estudiará al fósil, creen que las notables diferencias anatómicas con los ejemplares conocidos del género Pyramiodontherium llevan a inferir que se trata de un nuevo animal cuyo estudio ampliará el conocimiento de la fauna fósil del Cuaternario de Argentina.


 Estudian los peces fósiles de la Antártida.

En el continente blanco presentaba una fisonomía muy distinta hace 65 millones de años, durante la transición entre el período Cretácico y el Paleógeno: el clima de la Antártida era templado, predominaban los ambientes marinos poco profundos y existía una gran diversidad de peces. El límite exacto entre ambos períodos geológicos fue determinado por una extinción masiva -que la teoría clásica atribuye al impacto de un meteorito en la península de Yucatán, en el actual territorio de México- que afectó a las biotas, es decir a los conjuntos de organismos vivos, terrestres y marinos característicos del Cretácico y generó entre otras cosas la desaparición de los dinosaurios no avianos, es decir sin plumas y los grandes reptiles voladores.

En el marco de un proyecto del Instituto Antártico Argentino (IAA-DNA), un grupo de investigadores del CONICET, la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y el IAA-DNA (Argentina), estudió las implicancias que tuvo ese fenómeno global en los mares circundantes al actual continente antártico y, en particular, sobre la ictiofauna, es decir los peces que los habitaban y logró identificar las distintas especies presentes en la región antes y después de la extinción. Los resultados de su trabajo fueron publicados recientemente en la revista científica Cretaceous Research.

“Las consecuencias de aquel suceso fueron muy bien estudiadas en sedimentos de todo el mundo”, subraya Alberto Luis Cione, investigador principal retirado del CONICET en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo (FCNyM) de la UNLP y primer autor del trabajo. “Sin embargo, en el continente antártico en particular el registro fósil y la información están condicionados por la cobertura de hielo y la dificultad de acceder a los afloramientos”, describe. No obstante, durante la campaña de verano 2013-2014 realizada por expertos del Museo de La Plata y el IAA en la Isla Marambio, al este de la Península Antártica, donde afloran las formaciones sedimentarias López de Bertodano y Sobral, pudieron colectarse los fósiles utilizados para el análisis -fundamentalmente dientes, que fueron recuperados tamizando sedimentos para evitar perder los ejemplares de menor tamaño-.

 “A nivel mundial es uno de los lugares donde existe una mejor representación del límite entre esos dos grandes momentos geológicos. Además de carecer de vegetación, se encuentra sin cobertura de hielo durante el verano, lo que facilita enormemente los trabajos de campo”, destaca Cione.

“Este trabajo permitió determinar la respuesta de la ictiofauna marina de la Antártida a la extinción masiva del fin del Cretácico”, puntualiza el investigador, y añade: “Hasta el límite entre el Cretácico y el Paleógeno había una fauna de peces óseos y cartilaginosos muy diversificada y perfectamente adaptada a sus ambientes. Sin embargo, luego del evento la mayoría desapareció y la variedad de la ictiofauna que podemos encontrar sobre ese horizonte es realmente pobre”.

Los investigadores hallaron grupos de peces que habitaron exclusivamente el Cretácico, como el tiburón sierra y el gris, y otros cuyos parientes todavía están presentes en nuestras costas. “En las capas de sedimentos ubicadas por debajo del límite, encontramos representantes de dos grupos que en la actualidad son frecuentes en distintas partes del mundo: tiburones de leznas del género Carcharias y cazones espinosos.

“Los tiburones son muy conocidos actualmente porque muchos de ellos son grandes depredadores que se ubican en la cima de la pirámide ecológica”, cuenta Cione, y apunta: “Durante el Cretácico, en el mundo había un predominio de grandes tiburones del orden de los lamniformes –un pariente viviente de ellos muy conocido es el tiburón blanco–. Sin embargo, y para nuestra sorpresa, los grandes lamniformes eran escasos en la Antártida y el rol de gran depredador allí lo cumplía el tiburón gris”, puntualiza.

Soledad Gouiric Cavalli, investigadora adjunta del CONICET en la FCNyM, cuenta que, dentro del material que se recuperó, “los peces óseos están representados por dientes de dos grupos y el fragmento de una aleta de otro que vivió únicamente en el Jurásico y el Cretácico y que, en algunos casos, podía alcanzar hasta 16 metros de largo. Este pez se alimentaba filtrando su comida del agua de una manera similar a la que lo hacen hoy algunos grandes tiburones y mamíferos marinos, como el tiburón ballena y la ballena azul.

Se habla de ‘nichos ecológicos’ para referirse al rol o espacio que cada organismo desempeña en el ecosistema. Al desaparecer un grupo, otros evolucionan para ocupar ese espacio vacío. En el caso de los grandes peces óseos filtradores del Jurásico y el Cretácico, ese nicho fue conquistado por otros peces y mamíferos tras la extinción”, detalla.

En las capas de sedimento más modernas, los profesionales dieron con grupos de peces que sí pudieron sobrevivir a la extinción y con otras formas novedosas que surgieron tras ella. “Tras aquel suceso, empezó a configurarse una nueva diversidad, más compleja, con ambientes y modos de vida distintos”, explica Cione.

Otro aspecto que destacan los expertos tiene que ver con la distribución de los grupos a nivel global durante el Cretácico y su relación con el clima.

“Lo que notamos es la ausencia de representantes que sí son típicos de otras zonas cálidas durante el mismo período. Es decir, encontramos una repartición ecológica distinta.

Además, nos llamó particularmente la atención que no hubiera rayas, por ejemplo, porque eran muy abundantes en latitudes más altas. Creemos que en la Antártida ese nicho ecológico de animal cartilaginoso que vive y se alimenta de otros animales en el fondo marino fue ocupado por los holocéfalos –vulgarmente conocidos como peces elefante o gallo-, de los que pudimos colectar muchos ejemplares”, concluye Cione. (Fuente: CONICET/DICYT)


Datan en Catamarca restos humanos de 40 mil años y serían los más antiguos de América.

Un equipo de arqueólogos de Argentina encontró en Antofagasta de la Sierra (Catamarca, al noroeste del país) la que sería la evidencia humana más antigua del país y, quizá, de América Latina, según informó la agencia de noticias oficial Télam. Los restos tienen 40.000 años de antigüedad.

La posibilidad de que el hallazgo sea el más antiguo del continente radica en que hay registros más viejos en Brasil, pero estos "son muy discutidos por la comunidad científica", indicó la mencionada agencia en una nota difundida este jueves 17 de mayo.

Los investigadores, liderados por el arqueólogo Carlos Aschero (del Instituto Superior de Estudios Sociales (ISES)), encontraron en la zona restos humanos con 40.000 años de antigüedad. El área ya era conocida por contener restos de actividad humana, pero los más antiguos encontrados hasta la fecha databan de hace 10.000 años, explicó Télam.

Según la información de esta agencia, los investigadores excavaron cuatro kilómetros del tramo superior del río Punilla, en una zona conocida como Cacao. Fue en el interior de una cueva donde se encontraron dos mechones de pelo humano que habían sido cortados. Además, se encontraron con herramientas de piedra tallada, pendientes de cobre y excrementos y fragmentos óseos de megafauna ya extinta (en concreto, costillas y restos de dientes).

<<<<Imagen ilustrativa por Daniel Boh.

Estos hallazgos fueron analizados en laboratorios especializados de Estados Unidos mediante el método de carbono 14, considerada la prueba más fiable para determinar la edad de restos orgánicos. Fue esta prueba la que determinó que lo encontrado en dicha cueva tenía 40.000 años de antigüedad, por encima del hasta el momento vestigio más antiguo de Argentina, que data de 14.000 años y fue hallado en la provincia de Buenos Aires, según indicó Jorge Martínez, doctor en Arqueología de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), a Télam.

Los investigadores creen que el motivo por el que los restos se mantuvieron tan bien conservados durante tanto tiempo se debe a las características climáticas de la zona, explicó la nota de la agencia argentina. Se trata de unas tierras desérticas a 3.500 metros sobre el nivel del mar. Su clima es frío y seco y las temperaturas mínimas son bajo cero, indicó Télam.

El investigador Martínez explicó a la agencia que aún faltan datos por conocer sobre los restos hallados y que se analizará el ADN de los mechones para conocer el linaje genético. "Impera la teoría de que los habitantes de América llegaron desde Asia por el estrecho de Bering y de que pertenecen a cuatro grandes linajes. Nosotros queremos corroborar o refutar ese origen", indicó el arqueólogo, que aseguró tener abierta la posibilidad de "obtener como resultado que pertenecen a una ascendencia distinta".     <<<<Imagen archivo.

Para Aschero, este descubrimiento hace que la antigüedad en el norte de Argentina pueda compararse con el Paleolítico medio de Europa. "Significa que los procesos de poblamiento fueron muy extensos y diversos", señaló a Télam. "Y esos registros corresponden a la Puna, donde hay mucha altura y un clima complicado. ¡Qué podemos imaginar de la ocupación que podría haber existido en zonas mucho más bajas, donde la vida es más fácil", agregó.


Morenocetus parvus, un antepasado de la ballena franca austral.

 

Las costas patagónicas son visitadas anualmente por la ballena franca austral (Eubalaena australis). Estos cetáceos pertenecen a una familia denominada Balaenidae y como en toda familia existen ancestros. Algunos muy antiguos, y en este caso particular, el más antiguo. La investigadora asistente del Instituto de Geología y Paleontología (IPGP-CONICET), Mónica Buono analizó los restos de Morenocetus parvus, un antepasado de la ballena franca austral de 20 millones de años.

“Lo que más sorprende de este hallazgo, es, a pesar de su antigüedad, el parecido que tiene con los balénidos del presente. Observamos que la anatomía del cráneo y del oído es muy similar a las formas actuales de balénidos. Es un grupo con una anatomía que ha permanecido sin mayores cambios a lo largo de millones de años”, describe. Según indica la científica, la diferencia más notable entre la especie pasada y la presente radica en el tamaño. Morenocetus habría alcanzado durante su vida adulta, aproximadamente los 5 metros de longitud: la talla que en la actualidad alcanza una cría de ballena franca.

 

“El gigantismo -es decir, que midan más de 12 metros de largo-, es una característica de las formas actuales, que adquirieron en la evolución del grupo durante el Mioceno medio, hace aproximadamente 15 millones de años. Otra diferencia que observamos entre Morenocetus y los actuales es la posición de la órbita y por lo tanto del ojo: en el balénido más antiguo las órbitas se encontraban en una posición más alta en el cráneo, mientras que en los actuales se observa que tienen una posición más ventral. Esto se relaciona directamente con el aumento de tamaño, es decir que a medida que el cráneo se hizo más grande, los ojos debieron reubicarse para no perder el campo de visión”, explica la investigadora.

Los restos fueron encontrados en la localidad de Cerro Castillo, en La Provincia de Chubut y descriptos por primera vez en el año 1926 por el zoólogo y paleontólogo español, radicado en la Argentina, Ángel Cabrera, quien fuera jefe del departamento de Paleontología del Museo de La Plata. Cabrera bautizó  a esta especie Morenocetus parvus en homenaje al fundador de ese prestigioso museo, Francisco Pascasio Moreno, y parvus en referencia al pequeño tamaño del ejemplar en comparación con los actuales.

“La descripción realizada en 1926 por Cabrera fue muy escueta y nadie volvió a retomarla. Esto originó que por mucho tiempo Morenocetus fuera considerado por la comunidad científica como una especie enigmática. Este trabajo es importante porque brinda nueva información sobre uno de los antepasados de las ballenas francas de manera más precisa y con más datos. Las ballenas francas son actualmente un emblema en la región patagónica y en especial en Península Valdés. Es interesante conocer que una parte muy importante de la historia evolutiva de este grupo está vinculada de forma directa con la región”, afirma Buono.

Para la investigadora, la presencia de Morenocetus sugiere que el origen de los balénidos estuvo restringido al Atlántico Sudoccidental hace 20 millones de años, y de allí el grupo se dispersó hacia otras regiones del mundo. “Futuros hallazgos nos permitirán constatar si la región funcionaba como un área de cría para este grupo de animales, como sucede en la actualidad”, concluye. Fuente CONICET.


Hallan un cráneo de tigre dientes de sable en Junín.

Esta mañana, también se inició el rescate del cráneo de un mastodonte a orillas del río Salado. De esta manera, en los últimos meses, se han descubierto cuatro cráneos prácticamente completos en Junín: de un oso gigante, de un tigre dientes de sable, de un mastodonte y de un equus.

El profesor José María Marchetto, director del Museo del Legado del Salado de Junín, comentó a la Agencia CTyS-UNLaM (ver video): “Podemos observar el último hallazgo de relevancia que se hizo en la ciudad de Junín; es un cráneo de smilodon, es decir, un tigre dientes de sable, que fue encontrado por un vecino que dio aviso al Museo para que fuésemos a rescatar el material”.

“Podemos apreciar el movimiento que hacía la mandíbula; los sables, los caninos, los usaba para hacer la estocada de muerte”, indicó Marchetto enseñando una réplica de smilodon. Y agregó: “La mandíbula tenía una gran apertura, para luego asestar el golpe mortal”.

<<<< Cráneo de Smilodon. Imagen de Archivo.

Respecto al cráneo del mastodonte, el director del Museo adelantó que se inició esta mañana las tareas de rescate. “Como es demasiado grande este fósil, pensemos que se trata de un elefante extinto, no es fácil la logística para extraer el material y participan del operativo Damián Voglino del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico (CRePAP), el paleoartista Miguel Lugo y el paleontólogo Ricardo Bonini del Museo de La Plata y CONICET”.

En tres meses, haber descubierto cuatro cráneos prácticamente completos es excepcional: dos de ellos, además, son animales predadores, aun más difíciles de encontrar en el registro fósil (un oso gigante -omnívoro- y un tigre dientes de sable -carnívoro-). En tanto, los dos cráneos de herbívoros corresponden a un equus (una forma de caballo extinta) y un notiomastodon (una especie extinta parecida a los elefantes).

El yacimiento se encuentra a la vera del río Salado, en el tramo que une la Laguna de Gómez con la Laguna del Carpincho. “Es una zona bastante grande, que se extiende unos 10 kilómetros, por lo que la ayuda de los vecinos está siendo fundamental para poder realizar estos hallazgos”, valoró el director del Museo

“Estos fósiles no tienen un valor económico, pero sí un valor cultural que es de todos, por lo que es clave la labor de los vecinos que nos ayudan a protegerlo”, destacó Marchetto.

El director del Museo de Junín da una posible explicación para esta gran acumulación de fósiles en el sitio: “Creemos que la zona donde encontramos los fósiles era parte de la ribera del antiguo río Salado, el cual, posiblemente, hace miles de años, tenía un caudal mayor de agua, era más ancho y menos profundo, y probablemente se ensanchaba aún más en períodos de lluvia”

<<<Aspecto en vida de Smilodon. Por Daniel Boh.

 

“Algunos de los animales podrían haber quedado atrapados en barro o lodo, lo cual también ayudaba a la fosilización, porque algunos de los restos, en lugar aparecer acostados, aparecen parados, lo que indica que habrían quedado varados al morir”, agregó Marchetto.


Hallazgo de una Tortuga Terrestre Gigante en Mar de Ajo.

Durante las ultimas Jornadas de Arqueología y Paleontología llevadas a cabo en la ciudad de Miramar, se dio a conocer el hallazgo y primer registro de una tortuga terrestre gigante en el Pleistoceno de la localidad de Mar de Ajo, en la provincia de Buenos Aires.

Asi lo reconoció Diego Gambetta  Licenciado en Museológica y Gestión en Patrimonio Cultural. Técnico en  Paleontología en vertebrados, actualmente se desempeña como  director del Museo de Mar de Ajo, encargado del Museo Regional  de Bellas Artes de San Clemente del Tuyú.  Presidente de Asociación  Fomento Amigos de Mar de Ajó.

El hallazgo fue en Punta médanos, resultó que el Dr. Federico Agnolin  un paleontólogo de vertebrados que trabaja en el Museo de ciencias naturales de Buenos Aires, pudo determinar que es una especie de tortuga terrestre del genero Chelonoidis que vivió hace 10.000 a 15.000 años, cundo el mar estaba 200 kilómetros al este de su ubicación actual.

<<<<Aspecto de tortuga gigante. Ilustración Lautaro Rodríguez Blanco.

Para entonces, la zona bonaerense tenia una estepa de vegetación muy similar a la de patagonia. Si bien son frecuente ls hallazgos de fósiles de grandes mamíferos, no se habían registrado reptiles, por lo cual, esta enorme tortuga fue una sorpresa para los investigadores. El hallazgo fue registrado a partir de una placa marginal.

Las tortugas son un grupo muy particular de reptiles, porque poseen la cabeza, patas y cola incluidas en un caparazón dorsal y plastrón ventral. Las tortugas terrestres tienen caparazones más globosos y con menos falanges en los dedos (generalmente, la reducción varía de tres a dos falanges) para soportar mejor el peso.


Hallan fósiles en la reserva de Toropi, Corrientes.

Investigadores del Conicet y la Universidad Nacional del Nordeste hallaron en la reserva Toropí de la provincia de Corrientes restos paleontológicos de entre 30.000 y 50.000 mil años de antigüedad, que corresponden con tres especies extinguidas, una de las cuales sería un carnívoro. “Es la tercera exhumación de restos de carnívoros en casi 40 años de estudio sobre esta reserva, algo que nos entusiasma mucho al igual que el estado de conservación, que es muy bueno”, dijo a Telam el paleontólogo Alfredo Zurita, a cargo del equipo de investigadores que dio con los fósiles.

Se trata de piezas correspondientes a tres especies, como partes de las mandíbulas de un mastodonte y de un perezoso gigante, así como así como un diente y partes de la mandíbula y del cráneo de un felino chico. El hallazgo se produjo el sábado en la reserva del Arroyo Toropí de la localidad correntina de Bella Vista y estuvo a cargo de investigadores del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (Cecoal) del Conicet, así como de la Universidad Nacional del Nordeste.

Según lo indicado por Zurita, los restos datan de entre 30.000 y 50.000 años, periodo correspondiente con el Pleistoceno Tardío. “La gran variedad de especies halladas y la extraordinaria frecuencia con la que se producen hallazgos en Toropí la dimensionan como una de las reservas paleontológicas más importantes a nivel continental”, analizó el especialista. “Se han hallado cientos de piezas, en su mayoría mamíferos y el rango va desde pequeños roedores de entre 200 y 300 gramos en vida, hasta enormes mastodontes que pudieron llegar a las seis toneladas”, graficó.

<<<< Imagen de ilustrativa de nuestro archivo.

En tanto que los investigadores subrayan la importancia de haber obtenido recién por tercera vez en alrededor de 40 años de estudio los restos de un carnívoro. “Es llamativo, sobre todo porque en cualquier ecosistema es infrecuente hallar carnívoros”, precisó el investigador. Sobre el modo de extinción de estas especies, en el equipo científico de Corrientes asumen que por las características geológicas de los hallazgos el principal agente habría sido el agua.

Es que Toropí era una planicie de inundación, que con las crecidas el curso de agua tapaba los restos de los animales muertos, favoreciendo que se cubran con sedimentos que en la actualidad son una guía para conocer con la mayor certeza posible todo el registro de cada pieza, principalmente su antigüedad. Ese trabajo, que calculan que demandaría un año, será plasmado ahora en una tesis doctoral y una de post doctorado que desarrollan dos investigadores que el viernes y el sábado formaron parte del equipo de búsqueda en Bella Vista, situada a 150 kilómetros de la capital correntina sobre la ribera del río Paraná. Fuente; MisionesCuatro.com


Un cráneo de mastodonte en Termas de Rió Hondo.

El resto fósil encontrado fue restituido para que integre la colección del Museo municipal Paleontológico Rincón de Atacama.

Por El Liberal. LAS TERMAS, Río Hondo (C) El hallazgo de un fragmento de cráneo de mastodonte en inmediaciones del río Dulce por una familia que se encontraba pescando, integrará la colección del Museo municipal Paleontológico Rincón de Atacama.

Se trata de un resto fósil perteneciente a un individuo de una especie que era similar a un elefante adulto actual, pero con un peso aproximado de entre 4 y 5 mil kilos, según confirmó a EL LIBERAL, el director del Museo, Sebastián Sabater.

El material fue hallado hace unos días en la zona de barranca del río Dulce en el interior del departamento Río Hondo por Hernán Salas, quien se encontraba pescando en el lugar como lo hace habitualmente en compañía de dos hijos menores. "Cuando lo encontramos y con ayuda de un familiar lo cargamos a la camioneta y lo llevamos para la casa y nos pusimos de acuerdo en la familia que teníamos que localizar a gente experta en la cuestión y pensamos en Sebastián Sabater y que se lo pueda exhibir en el Museo municipal de nuestra ciudad, y convocamos a EL LIBERAL para que sea testigo de la entrega del fragmento que encontramos a la vera del río", manifestó Salas.

<<<<Imagen de Archivo.

En la corresponsalía de EL LIBERAL, la familia Salas llegó con el fragmento de cráneo de mastodonte y se lo entregó a Sabater. "El gesto de los Salas es importante, porque están restituyendo un bien del Estado como es un material fósil de mastodonte con los dos molares. La importancia radica en que esta gente tuvo la actitud de contactar al diario para que realicen la entrega de este material paleontológico para ser ingresado a las colecciones del museo", expresó Sabater.

Según las consideraciones del director del Museo Rincón de Atacama, se trata de un espécimen que tendría una antigüedad entre 10 y 12 mil años y como máximo podría llegar a tener entre 2 a 2,5 millones de años de antigüedad. No se puede tener una edad cronológica exacta, ya que el material fue encontrado en zona de arrastre del río Dulce.


 Recuperan un cráneo de Arctotherium en el Pleistoceno de Junín.

El cráneo y la mandíbula de un oso gigante que data de fines del Pleistoceno fue descubierto en un yacimiento paleontológico de Junín de Buenos Aires, informó ayer la agencia universitaria de divulgación científica CtyS.

"Encontrar un carnívoro ya es un hallazgo extraordinario porque siempre están en menor número en los ecosistemas. Y dentro de los carnívoros, los osos no son formas que se encuentran frecuentemente, y menos un cráneo completo con mandíbula como se halló ahora en Junín", explicó el paleontólogo Leopoldo Soibelzon, investigador del Museo de La Plata.

El profesor José María Marchetto, director del Museo del Legado del Salado de Junín, detalló: “A este cráneo prácticamente completo le falta lo que sería el pómulo derecho, el arco cigomático y parte del maxilar; luego, tiene hasta las dos ramas mandibulares, aunque también carece de la pieza que une a ambas mandíbulas”.

<<<<Aspecto de Arctotherium, por Daniel Boh.

Soibelzon destacó el hallazgo porque "lo más frecuente es encontrar un diente, un canino, una falange, un pedazo de hueso largo".

Según un comunicado de la Agencia de Divulgación Científica de la estatal Universidad de la Matanza, se trata de un oso perteneciente al género de Arctotherium.

"Este material de Junín corresponde seguramente al Pleistoceno tardío, con una antigüedad que no supera los 120.000 años, mientras que los osos gigantes de mayor tamaño existieron en América del Sur durante el Pleistoceno temprano, hace un millón de años atrás", explicó el paleontólogo.

El ejemplar más grande de oso del que se tiene conocimiento pertenece a la especie Arctotherium angustidens, un carnívoro-omnívoro que vivió hace 780.000 años y fue descubierto en la ciudad de La Plata, según el comunicado.

<<<Arctotherium angustidens, de la colección de la División Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata. Imagen de proyectojuco. Imagen archivo.

Si bien desde mediados del Pleistoceno, los osos fueron disminuyendo de tamaño, "en comparación al tamaño de los osos actuales, este ejemplar de Junín también era gigantesco", sostuvo Soibelzon.

El yacimiento de Junín se encuentra a la vera del río Salado y se extiende unos 10 kilómetros entre dos lagunas.

La semana pasada en ese sitio, en medio de numerosos fósiles de animales herbívoros que datan de unos 10.000 años, se encontraron fragmentos de una falange y un metapodio (huesos de la pata) de un tigre dientes de sable, según el parte. Fuente;  CtyS.


Un estudio de fósiles amplía la diversidad de tiburones que habitaron la Antártida.


Así lo revela un trabajo internacional con participación argentina que analizó 250 dientes de esos vertebrados acuáticos que vivieron en las aguas de ese continente hace más de 40 millones de años
Hace 42 a 49 millones de años, durante un amplio segmento del Eoceno, cuando la Antártida todavía no era el remoto continente blanco, era más habitual que los tiburones surcaran sus aguas menos gélidas en busca de alimento. Ahora, un nuevo estudio amplía la lista de los ejemplares que habitaron la zona y aporta más pistas sobre las condiciones ambientales en ese período y sobre ciertos hábitos de sus descendientes actuales.
 
En el trabajo, realizado en conjunto con un equipo de colegas de Austria y Suecia, el doctor Marcelo Reguero, investigador del Instituto Antártico Argentino (IAA), recolectó más de 250 dientes fosilizados de un grupo de tiburones de aguas profundas, los “escualiformes”, en sedimentos marinos costeros y someros en la isla Marambio en la Península Antártica.
 
En una siguiente etapa, los científicos estudiaron esas piezas con microscopía electrónica y compararon su forma con estructuras fósiles y actuales.

“La información recogida incrementó la diversidad de la fauna fósil de ese tipo de tiburones en Antártida”, explicó Reguero a la Agencia CyTA-Leloir. Y agregó que la diversidad taxonómica (cantidad de especies) de los tiburones en el Eoceno de Antártida empezó a decrecer hace 37 millones de años, debido al congelamiento de todo el continente y otros factores.

<<<Imagen de archivo.


Los tiburones escualiformes del Eoceno vivían en aguas templadas frías (de 10 a 13 °C) y llegaban a medir 4 metros. Reguero explicó que sus descendientes, como el tiburón “mielga” o “galludo”, hoy se localizan en aguas alejadas de los polos, pero a profundidades que les permiten exponerse a una temperatura similar a la de sus ancestros. De hecho, según consigna el paper publicado en el Journal of South American Earth Sciences, de las 150 especies que se conocen de tiburones de ese orden, 125 ocupan aguas profundas (con más de 40 por debajo de los 200 metros).
 
Es esa reconstrucción del pasado y sus implicancias para el presente lo que moviliza a los autores: no sólo precisaron el árbol evolutivo de esos tiburones en el Eoceno (incluyendo la identificación de un nuevo grupo), sino que establecieron el impacto de los cambios climáticos y de la circulación oceánica en sus desplazamientos en los mares.
 
Los investigadores agradecieron para el trabajo de campo el apoyo logístico del IAA, que pertenece a la Dirección Nacional del Antártico, dependiente del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto; a la Fuerza Aérea Argentina; y al Secretariado Sueco para la Investigación Polar (SPFS). Fuente; AGENCIA CYTA-INSTITUTO LELOIR/DICYT 


 

Colaptes naroskyi un pájaro carpintero fósil de 30 mil años en Merlo.


Es el primer pájaro carpintero fósil descrito en Sudamérica y uno de los primeros en el mundo. Tenía patas extremadamente largas y sus alas eran débiles, por lo que los paleontólogos interpretan que fue una especie caminadora, adaptada a recorrer la llanura pampeana en una época en que no abundaban los árboles.

Este pájaro carpintero caminador de las Pampas fue encontrado en un lugar muy accesible y transitado, a solo 40 metros del Camino de la Ribera, en la localidad de Mariano Acosta, en el yacimiento conocido como La Curva del Chancho.

El investigador del Museo Argentino de Ciencias Naturales (MACN) y del CONICET Federico Agnolin aseguró a la Agencia CTyS-UNLaM que “son poquísimos los registros de pájaros carpinteros fósiles, hay muy pocos en el mundo, y lo más raro es que, en este caso, se encontró su esqueleto casi completo”.

“La principal diferencia de esta nueva especie respecto a los pájaros carpinteros conocidos hasta ahora consiste en las proporciones de su esqueleto, porque tenía patas muy largas, extremadamente largas, cuyas proporciones se acercan a los animales caminadores”, afirmó el autor principal del estudio publicado en la revista científica Neotropical Ornithology.


Además, el doctor Agnolin indicó que las alas de esta nueva especie denominada como Colaptes naroskyi eran débiles: “Especialmente el húmero era bastante débil y curvado, lo que indica que no tenía gran capacidad de vuelo”.


Según explicó el especialista, estas características de su esqueleto se corresponden con el ambiente de aquella época, caracterizado por grandes planicies y escasa vegetación, razón por la cual este pájaro carpintero debía desplazarse “a pata” en busca de su alimento.


Respecto a la alimentación de estas aves, el paleontólogo del MACN y del CONICET comentó que “es cierto que los pájaros carpinteros pican la madera, pero lo hacen en búsqueda de insectos larvas, gusanos y otros bichos pequeños, a los que pueden alcanzar con su lengua larga y pegajosa”.


“Este pájaro carpintero extinto también se alimentaba de insectos, pero, hace 30 mil años, el clima de la región pampeana era semejante al de la Patagonia actual, mucho más seco, y no había una arboleda a disposición de estos animales”, observó.


Por ello, el doctor Agnolin analizó que “es probable que el Colaptes naroskyi, al igual que algunos pájaros actuales de la región pampeana, fueran a los hormigueros y los rompieran con sus picos para comer hormigas por ejemplo”.
El paleontólogo Federico Agnolin manifestó que “en los alrededores de la Ciudad de Buenos Aires y del Conurbano hay un montón de yacimientos paleontológicos; de hecho, esta región ya había sido estudiada por los primeros paleontólogos y naturalistas argentinos hacia mediados del siglo XIX”.


“Muchas veces, se puede pensar que para descubrir cosas sorprendentes hay que ir a otras regiones de la Argentina, pero también es cierto aun es posible realizar hallazgos muy interesantes a pocos kilómetros de la Capital o en el mismo subsuelo de la Ciudad”, aseveró el paleontólogo a la Agencia CTyS-UNLaM.


El hallazgo y estudio de esta nueva especie bautizada como Colaptes naroskyi en honor al observador de aves y divulgador Tito Narosky, estuvo a cargo de científicos del Museo Argentino de Ciencias Naturales, de la Fundación Félix de Azara y del Repositorio de Paleontología del Partido de Merlo. Fuente: Agencia CTyS-UNLaM


Jornadas Regionales Arqueológicas y Paleontológicas.

 

Serán organizadas por el Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia de Buenos Aires, entre el 5 y 7 de abril.

La Dirección Provincial de Museos y Preservación Patrimonial dependiente del Ministerio de Gestión Cultural de la Provincia de Buenos Aires, por intermedio del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico, en conjunto con la Municipalidad de General Alvarado y del Museo Municipal “Punta Hermengo”, organizarán en Miramar las VI Jornadas Arqueológicas y VII Jornadas Paleontológicas Regionales.

<<<Logo de las Jornadas.

Las mismas se llevarán a cabo durante el 5, 6 y 7 de abril, a fin de lograr la participación e intercambio de visiones de las respectivas gestiones de representantes de instituciones organismos del ámbito nacional, provincial y municipal, en aspectos patrimoniales y educativos vinculados a la arqueología y paleontología bonaerense.

Según se informó a LA CAPITAL, el evento se estructurará en base a foros de discusión, mesas redondas, taller interactivo y panel de conferencistas. En lo referente a los foros, cada participante en forma individual o por grupo, hará una breve exposición de su trabajo, sus experiencias o inquietudes para que luego puedan ser debatidas entre todos los participantes.

Ese espacio está destinado a construir debate y trasmisión de las diferentes experiencias comunales y científicas vinculadas con el patrimonio arqueológico y paleontológico de la provincia de Buenos Aires.

Habrá disertaciones relacionadas con “Patrimonio y Museos”, experiencias en torno al registro, conservación y exhibición de piezas.

Otro de los ítems será la importancia de los museos en la comunidad y su relación con la investigación. En esta mesa se busca exponer y discutir sobre las diferentes actividades que se vienen desarrollando regionalmente, ya sean didácticas o pedagógicas, o la utilización de las instituciones históricas como centro de estudios científicos.

En mesa redonda se tratarán cuestiones de legislación patrimonial con normativas nacionales y provinciales, historia, aplicación y perspectivas de desarrollo. También ordenanzas y decretos para tener una idea acabada del estado de situación, en los niveles tanto públicos como privados, con respecto a las dificultades y los avances en torno a la aplicación de las normativas vigentes de protección arqueológica y paleontológica.

Se prevé contar con especialistas a fin de generar un marco de intercambio de ideas desde diferentes perspectivas de gestión.

El taller diagramado dentro de estas jornadas regionales brindará estrategias para la protección y la difusión, así como para la participación comunitaria. Será coordinado por personal del Centro de Registro del Patrimonio Arqueológico y Paleontológico con representantes comunales y regionales de diferentes sectores de la provincia de Buenos Aires, a lo que se sumarán conferencias magistrales de especialistas en la materia.

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Encuentran un cráneo de Macrauchenia en Córdoba.

 

El cráneo de un fósil, que se estima de una antigüedad aproximada a los 4 millones de años, fue hallado en el oeste provincial. Su análisis aportará valiosa información sobre el origen de las sierras y el inventario de la megafauna.

En el laboratorio de paleontología del Museo Provincial de Ciencias Naturales, estudian el cráneo de un fósil de larga data encontrado en el Valle de Traslasierra, que pertenecería al grupo de los mamíferos ungulados, es decir animales que tienen pezuñas como el caballo o los pecaríes, estableciendo una semejanza con especies de la actualidad.

El hallazgo es significativo ya que estos son los primeros restos documentados en la provincia de Córdoba de un fósil que podría tener unos 4 millones de años de antigüedad. El fósil tendría un parentesco con la Macrauchenia patachonica, especie herbívora desaparecida hace 10 mil años y endémica de América del Sur.

“Este es el primer macrauquénido documentado en la provincia de Córdoba, o sea en casi todo el centro de Argentina, dentro del período Neógeno -coloquialmente llamado Terciario-. Estos son los primeros restos encontrados en la región, su registro es relativamente escaso y hay que explorar mucho para dar con ejemplar así”, afirma el paleontólogo, Adán Tauber, subdirector del Museo Provincial de Ciencias Naturales “Arturo Illia”.

<<<Aspecto en vida. Archivo. Por J. Blanco.

 

En 1834, el naturalista británico Charles Darwin halló unos curiosos restos óseos en la actual provincia de Santa Cruz. Estos materiales recibieron luego el nombre de Macrauquenia. Su morfología desconcertó a los investigadores ya que el esqueleto sugería parentescos con diferentes animales de la actualidad. La travesía del naturalista está contada en el libro El viaje del Beagle. El nombre de Macrauquenia puede traducirse como “llama grande” y fue impuesto por el paleontólogo británico Richard Owen, contemporáneo de Darwin.

La posición y el tamaño de las fosas nasales del cráneo sugieren que el animal tuvo una trompa -proboscis-, como la de un tapir, que le permitió elegir los alimentos, y que debió haber tenido un potente sentido del olfato.

Su dentadura está completa y eso sugiere que pudo haber tenido una dieta mixta, es decir que no debió haber comido solamente hierbas estrictamente. Su alimentación quizá estuvo compuesta por hojas tiernas, pastos y frutos.

Por el análisis de la estructura ósea, la paleontología sostiene que los macrauquénidos eran animales muy hábiles, que podía correr velozmente y tenía la habilidad para esquivar repentinamente a sus depredadores en la carrera.


Descubren el primer ejemplar de surubí fósil.


Fue hallado junto a restos de otros peces en el marco de una tarea conjunta entre la Universidad Nacional de Rosario y el Museo Paleontológico de San Pedro.


El primer fósil de un ejemplar de surubí (Pseudoplatystoma) que habitó la prehistoria de nuestro país, fue hallado en el marco de cooperación paleontológica que une al grupo de investigación dirigido por el Dr. Luciano Brambilla, de la Universidad Nacional de Rosario (Santa Fe) y al equipo del Museo Paleontológico de San Pedro (Buenos Aires).

En los últimos meses, el equipo del Dr. Brambilla viene relevando activamente las barrancas del río Carcarañá en busca de fósiles pertenecientes al Pleistoceno tardío. Estas tareas, que se realizan navegando el río de forma paciente y metódica, permiten visualizar los fósiles desde el agua, lo que posibilita tener un mejor acercamiento y localización de las piezas. Además esto permite a los investigadores recorrer mayores extensiones en busca de fósiles. En los sedimentos presentes en la zona, al igual que en el resto de la región pampeana, los restos de peces son extremadamente escasos, debido a que generalmente poseen huesos cartilaginosos o de baja consistencia, lo que hace muy difícil su preservación en el tiempo.

El equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, conducido por el Sr. José Luis Aguilar, ha descubierto peces de diferentes familias que, aún hoy, habitan las aguas del Paraná. Los relevamientos efectuados han aportado restos de las familias Characidae (dorados, etc.), Doradidae (armados, etc.) y Pimelodidae (bagres, etc.).

<<<<Fragmente de cráneo, hallado en Santa Fe.

En el marco de esta tarea de cooperación conjunta se logró recuperar el cráneo parcial de un siluriforme que aún no ha sido identificado a nivel de especie; además de piezas dentales, maxilares y escamas muy bien preservadas de un dorado fósil.

Sin embargo, a la tarea de ambos equipos aún le faltaba una sorpresa.
Muchos hemos visto o pescado algún ejemplar de surubí, o hemos degustado algún plato realizado con estos peces que habitan las cuencas de diferentes ríos desde Venezuela hasta el Río de la Plata. Estos animales, de los que se conocen ejemplares de hasta 100 kilogramos, se alimentan de peces jóvenes de variadas especies, como sábalos, bogas y morenas; e incluso anfibios y reptiles como ranas y pequeñas serpientes.

Este fósil de surubí fue hallado en las barrancas del río Carcarañá, en un tramo que pasa por el distrito de Oliveros, provincia de Santa Fe, cerca de su desembocadura en el rio Paraná. El material corresponde a la porción anterior del techo del cráneo (neurocráneo) y posee una longitud de17 cm y un ancho de 6 cm y se infiere que el tamaño del animal al que perteneció podría equivaler al de un surubí actual de entre 10 a 15 kg.

La pieza, cuya antigüedad se estima entre los 50.000 a 100.000 años, fue encontrada en sedimentos de origen fluvial, de color marrón rojizos, arenosos, con presencia de mica, que han quedado expuestos por la erosión natural del río Carcarañá. Este fósil apareció junto a restos de otros peces, además de partes de la coraza ventral de una tortuga de agua dulce. Esta asociación permitiría suponer que se trata de un sector de depósito de un antiguo cauce de río.

El fósil presenta un buen estado de conservación que permitirá a los investigadores observar y analizar diferentes detalles que posibiliten individualizar la especie a la que perteneció el ejemplar. “Es probable que el fósil hallado pertenezca a alguna de las especies de surubí que todavía viven en el río Paraná y si así fuera, nos permitirá seguir su historia biológica a lo largo de un lapso de tiempo considerable”, opinó Damián Ibarra (UNR), quien trabaja en la determinación de la especie.

El conocimiento actual que se tiene sobre los peces fósiles del Pleistoceno de Argentina es escaso si se lo compara con el conocimiento sobre los animales terrestres. En este contexto, este primer registro de un surubí prehistórico es un hecho destacable, ya que este tipo de materiales permiten inferir condiciones climáticas pasadas y seguir posibles cambios en la región a través de la fauna ictícola; así como también, conocer la evolución de las especies de nuestros ríos a lo largo del tiempo, sobre todo, de aquellas cuyos restos fosilizados son muy difíciles de obtener, como es el caso de estos peces.
El hallazgo del fósil de surubí permite certificar la presencia de estos destacados peces en el rio Paraná al menos desde finales del Pleistoceno hasta la actualidad. Fuente; Museo de San Pedro.


Choconsaurus, el nuevo dinosaurio de El Chocón.

Los restos fueron descubiertos en la década del 90, su extracción la llevaron adelante varios grupos de investigación y hoy sale a la luz. Es un tipo de saurópodo poco conocido. Vivió hace 93 millones de años.

Villa El Chocón es una de las localidades turísticas más destacadas en Norpatagonia. Los motivos son diversos: el agua, sus paisajes amplios y luminosos, y su pasado. Su historia es previa a los hallazgos paleontológicos y está ligada principalmente al desarrollo del complejo hidroeléctrico El Chocón. Aunque la construcción de la presa no guarda relación con la paleontología, es sólo una apariencia, su presencia fue la piedra fundamental de los hallazgos paleontológicos. La comunidad que se generó a su alrededor sería la protagonista de una serie de importantes descubrimientos, uno de ellos motiva la presentación de hoy.

En 1995 una vecina de la villa, la señora Viviana Moro, halló unos “huesos” en un cerro de la zona y dio aviso a Rubén Carolini, el famoso descubridor de Giganotosaurus Carolini, quien por aquellos tiempos dirigía el flamante Museo Paleontológico Municipal. La noticia viajó a la velocidad de un rayo, y llegó al mejor de sus destinos: el Museo de Geología y Paleontología de la Universidad Nacional del Comahue.

<<<<Imagen de archivo.

El equipo de investigación del museo acudió rápidamente al campo. Se hallaron diversos tipos de fósiles, como si alguien los hubiera mezclado intencionalmente. El desafío era grande. Las preguntas eran muchas y surgían a borbotones: ¿Qué animales estaban presentes? ¿Se trataba de grupos biológicos desconocidos? ¿Por qué estaban allí? ¿Qué relaciones de parentesco tendrían entre sí y con otras especies?

La paleontología, al igual que la vida de los pueblos, no es lineal. Algunas veces los caminos son cortos y rectos, otros son largos y zigzagueantes. Así fue el camino para poder responder algunas de las preguntas sobre “La antena”, nombre con el que fue bautizado el yacimiento. Para hacer posible esta “empresa”, fueron necesarias más de veinte personas, entre técnicos e investigadores, provenientes de varias instituciones. Las principales fueron el Museo Municipal Ernesto Bachmann, el Museo Geológico y Paleontológico de la Universidad del Comahue, y naturalmente, el Gobierno de la provincia de Neuquén. Este es un claro ejemplo de que los avances en ciencia no se logran por el esfuerzo de una sola persona o de un pequeño grupo. La ciencia requiere para su desarrollo del trabajo conjunto y coordinado de distintos actores, muy especialmente de políticas científicas que respondan a las necesidades locales.

Como dice el tango de José María Contursi, “han pasado tantos años”; exactamente veintidós desde del hallazgo del primer hueso. Hoy podemos responder parte los interrogantes que nos desafiaban. Los huesos corresponden a diversos grupos de animales, ya que existen evidencias de tortugas, cocodrilos y de distintos tipos de dinosaurios. Uno de ellos es el dinosaurio que hoy se presenta.

<<<<Aspecto.

El nuevo dinosaurio fue investigado por los doctores Edith Simón, Leonardo Salgado y Jorge Calvo. Lo bautizaron como Choconsaurus baileywillisi. Su nombre se compone de dos palabras. La primera es una combinación de Chocón, en referencia a Villa El Chocón, de donde procede y saurus, reptil. La segunda, es en honor a Bailey Willis, un geólogo norteamericano contratado por el gobierno argentino a principios del siglo XX, que propuso entre otras cosas, la posibilidad de generar energía hidroeléctrica en el río Limay.

Choconsaurus baileywillisi corresponde a un saurópodo titanosaurio de tamaño mediano a grande, y se estima que alcanzó entre 18 y 20 metros de longitud y debió pesar unas 25 toneladas. Por un lado, este nuevo descubrimiento, amplía el registro de los titanosaurios con características primitivas en el Cretácico Superior, siendo el más completo de la provincia del Neuquén. Por otro lado, este tipo de dinosaurios presenta una serie de caracteres que están ausentes en los titanosaurios más evolucionados. La mayoría de éstos son detalles en su anatomía ósea. Por ejemplo, es probable que hayan tenido algunos dedos en sus manos, un rasgo que se pierde en sus primos más evolucionados. También hay diferencias en las vértebras de la espalda y la cola. En los titanosaurios más primitivos, posiblemente ambas hayan sido menos móviles que en los especies más avanzadas. Estos detalles en su esqueleto y otros, revelaron a los investigadores que el nuevo dinosaurio muy probablemente haya sido pariente de otros dinosaurios neuquinos como Andesaurus delgadoi y el gigante Argentinosaurus huinculensis. También de Mendozasaurus neguyelap y Malargüesaurus florenciae, ambos de la vecina región cuyana. Pero además, el dinosaurio “choconense” parece formar parte del clan familiar de Epachthosaurus sciuttoi, de la provincia de Chubut.

La investigación logró contestar éstas y muchas otras preguntas. Aunque, tal vez las más jugosas, jamás tendrán respuesta, ya que la paleontología se basa en evidencias –fósiles– muy escasas y fragmentarias. Lo que si podemos confirmar, sin temor a equivocarnos, es que el trabajo conjunto y la conciencia de una comunidad pueden dar “vida” a las “piedras”. Hoy nace Choconsaurus baileywillisi, “el hijo pródigo” de la comunidad de Villa El Chocón.


Fósiles de un perezoso gigante en Santa Clara del Mar.

Especialistas hallaron en la zona costera del barrio Atlántida, perteneciente a Santa Clara del Mar, un cráneo completo de Scelidotherium, una especie extinguida de perezoso terrestre semejante a un oso hormiguero que excavaba cuevas de grandes dimensiones y forma parte de la megafauna del partido de Mar Chiquita.

El descubrimiento estuvo a cargo del profesor Daniel Tassara, la especialista Amanda Beatriz Cruz y el guardaparque nacional José Luis Comita. La parte posterior del cráneo se hallaba muy expuesto a la erosión marina. Por tal motivo, se trabajó rápidamente en la recuperación del fósil y se observó el excelente estado de conservación, incluidos los premaxilares que suelen estar rotos en este tipo de especie.

<<<<Imagen ilustrativa de un cráneo de Scelidotherium.

Durante la excavación se registraron todos los datos relevantes del contexto de hallazgo, tales como ubicación estratigráfica y geográfica. Esta pieza va a potenciar la importancia y calidad en la exhibición del Museo Municipal de Ciencias Naturales Pachamama; a la vez de reafirmar esta zona costera como un yacimiento paleontológico excepcional. Fuente; 0223


Fósiles de Chaetophractus en el Pleistoceno de San Pedro.

El fósil fue observado por integrantes del Museo Paleontológico de San Pedro en una cantera ubicada a pocos kilómetros de esa ciudad bonaerense. Es uno de los ejemplares fósiles más completos del género recuperados hasta hoy

En la pared escalonada de tosca pura que delimita la cantera aún en explotación de la empresa “Tosquera San Pedro”, unas pequeñísimas piezas de color gris azulado, oscuras y compactas, delataban la presencia de “algo” que había permanecido oculto durante miles de años. Eran diferentes a los sedientos que las rodeaban. Al  relevar el lugar, el Grupo Conservacionista de Fósiles, equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, descubrió el fósil.

Una serie de pequeñas formas delgadas y alargadas llamaron la atención de José Luis Aguilar, integrante del grupo. En pocos minutos, el equipo comprendió que en la lámina de roca que se descubría ante sus ojos, estaban atrapados los restos de un pequeño animal que había muerto allí, unos 600.000 años atrás

La limpieza en el laboratorio del museo reveló que el fósil descubierto es un ejemplar extremadamente preservado de un Chaetophractus, conocido popularmente como “peludo de las pampas” o “quirquincho”. De acuerdo a lo que se desprende de las observaciones realizadas sobre el ejemplar hallado, éste, al momento de morir, fue preservado por un barro de alta densidad que luego, con el paso del tiempo se fue consolidando y convirtiéndose en la roca laminar en la que se lo encontró finalmente.

El animal estaba invertido, tal vez producto del accionar de algún carroñero que removió los restos, y conserva decenas de pequeñas placas que formaban el escudo flexible que cubría su cuerpo, huesos de las extremidades, vértebras dorsales y de la cola, el cráneo y sus mandíbulas y numerosas plaquitas que formaban su escudo cefálico, defensa que estos animales poseen sobre sus cabezas. 

El ejemplar tiene un alto valor científico, tanto por la cantidad de componentes que se conservaron en el proceso de fosilización como por la antigüedad del mismo, la cual, de acuerdo al nivel de los sedimentos en los que fue descubierto, rondaría los 600.000 años, un momento del tiempo geológico correspondiente al final de la edad Ensenadense, durante el Pleistoceno medio.

Estos simpáticos mamíferos, que actualmente habitan extensos sectores de nuestro país, poseen un escudo pélvico que le cubre la zona de la cadera y miembros posteriores, una serie de bandas móviles centrales que brindan elasticidad a su cuerpo y un escudo escapular en la zona de los miembros anteriores. Esta defensa, se completa con un escudete sobre su cabeza que le protege el cráneo.

Su boca está equipada con dientes que sufren desgaste permanente ya que no poseen esmalte de cobertura, por lo tanto crecen continuamente. Su dieta es muy variada y comprende desde raíces, bulbos e insectos, hasta pequeños mamíferos y restos de animales muertos.

<<< imágenes de archivo.

Son animales excavadores y construyen sus madrigueras en terrenos sueltos y secos donde se desarrollan sus crías. Son más activos en la noche, aunque se los suele ver de día, principalmente en épocas de bajas temperaturas.

Desde el Museo de San Pedro consideran que “el alto grado de conservación y la antigüedad de este ejemplar lo convierten en un material de estudio asombroso, ya que no sólo permitirá comparar los cambios anatómicos que pudo haber experimentado el género Chaetophractus en el último  medio millón de años, sino que sumará detalles al conocimiento de la fauna y el ambiente que dominaban la región en aquel momento del tiempo, en el norte bonaerense. La posición del fósil en el sedimento que lo contuvo y la composición del mismo, brindarán detalles del medio en el que vivió y murió este animal”.


Encuentran restos de un Mastodonte en el Río Salado de Junín.

Se trata de un Stegomastodon, una especie que habitó esta zona hace menos de diez mil años. En el hallazgo aparecieron huesos y molares. Desde el Museo del Legado indicaron que actualmente aparecen fósiles por la baja del agua e indicaron dar aviso en caso de ser avistados.

Es difícil de imaginar una manada de elefantes vadeando las cañadas pampeanas e irrumpiendo en los pajonales, pero lo cierto es que hace menos de diez mil años éste era un acontecimiento muy común que se hubiese podido apreciar en la Región por los habitantes.

Durante el último día de 2017, en vísperas de año nuevo, sobre las orillas del Río Salado de Junín aparecieron unos restos bastante destruídos de un Stegomastodon “bebé”, dentro del barro, casi cubierto por las aguas limosas.

Los responsables del MuseoLegado del Salado fueron quienes se encargaron de llegar al lugar del hallazgo a la vera de la cuenca para realizar los trabajos de recuperación.

“Al acercarnos y observarlos detenidamente, nos dimos cuenta que pertenecía a un pequeño Stegomastodon, porque poseen unos molares característicos, y había uno completo asomado en el sedimento”, aseguró la investigadora del museo, Marcela Torreblanca a Democracia.

Como era de tamaño pequeño, se estimó que los restos pertenecen a un individuo juvenil, quizá recién nacido. “Esperemos que al investigar los escasos restos encontrados nos cuente más sobre la vida de este pequeño, o al menos poder inferir cómo murió, si fue por un depredador, si murió al nacer y qué circunstancias rodearon su muerte, cómo se depositó y llegó a nuestros días”, expresó. Si bien no eran idénticos a los elefantes que hoy habitan Asia y África, fueron parientes cercanos y su rol ecológico era equivalente. Como ellos, también pertenecían a la familia de los gomfotéridos.

El Stegomastodon fue el mastodonte característico del Pleistoceno argentino. Tenía el aspecto y el tamaño semejante a los elefantes actuales, pero sus molares eran distintos, ya que tenían dos series longitudinales de remates cónicos.

Los incisivos superiores eran de crecimiento continuo y formaban sus características defensas. Al igual que en el elefante, eran rectos o levemente arqueados. Estos mastodontes sólo tenían defensas en la mandíbula superior, pero existieron otros que las poseían en las dos mandíbulas.

Desde antes de la conquista española, se tenía noticias de hallazgos de huesos fósiles de mastodontes que eran atribuidos a gigantes. Por ejemplo, los habitantes cercanos a un rico yacimiento de Tarija, Bolivia, creían que antiguamente había existido allí una tribu de gigantes guerreros y destructores.

<<< imágenes de archivo.

Los proboscídeos se originaron durante el Eoceno en el norte de África desde donde se dispersaron por Eurasia, y luego pasaron hacia América del Norte, entrando en América del Sur durante el Gran Intercambio Faunístico Americano. Se dispersaron ampliamente desde el Plioceno Tardío hasta el límite Pleistoceno, Holoceno.

En Junín se ha hallado una mandíbula con un molar, trozos de colmillos, restos de molares de Stegomastodon, el género característico del Lujanense.


Hallan en Catamarca fósiles de un Caballo Americano.

Efectivos del Cuerpo de Infantería Kuntur encontraron restos fósiles, en la localidad de Humaya a unos 95 kilómetros de la capital de Catamarca, y lo reportaron a la Dirección Provincial de Antropología, desde donde, luego de realizar tareas de limpieza y clasificación, estimaron que se trata de los restos de un equino de 8000 a 12.000 años de antigüedad.

Eugenia García, estudiante de geología y colaboradora técnica del área Paleontologia de esa dependencia, dijo que los fósiles corresponden a un ancestro del caballo catalogado como "Equidae gray".

"El ejemplar es un ancestro del caballo que se extinguió en América del Sur hace unos "10.000 a 8000 años. Lo que nosotros conocemos como caballo es lo que ingresó con los colonizadores, que evolucionó en Europa y esos fósiles corresponden a la evolución americana", explicó.

García detalló que se encontraron molares, premolares, incisivos, parte de la cadera, cabeza de fémur y algunos fragmentos craneales del animal. "Es muy probable por el tipo de dentición" que se trate de un ejemplar "de la familia de los caballos, un Equus de 12.000 a 8.000 años de antigüedad, dentro de lo que se conoce como el periodo lujanense", dijo García.


Investigadores hallan en Junín un fósil de zorrino.

“Para quien trabaja en alguna actividad relacionada con la paleontología es muy común encontrar restos de animales gigantes, de más de 3 metros de largo y superpesados, pero en ocasiones, también aparecen restos de animales pequeños, cuya importancia es mayor”, explicaron.

Investigadores descubrieron recientemente el primer fósil de zorrino (Conepatus) en Junín que, por lo que se pudo averiguar hasta el momento, tendría una antigüedad de entre 8 y 32 mil años y fue encontrado en las riberas del río Salado por el profesor de Biología Hernán Paduani.

En diálogo con Democracia, los investigadores explicaron que constituye el primer hallazgo de un fósil de este animal en nuestras tierras. “Para quien trabaja en alguna actividad relacionada con la paleontología es muy común encontrar restos de animales gigantes, de más de 3 metros de largo y superpesados, pero en ocasiones, también aparecen restos de animales pequeños, cuya importancia es mayor debido a la escasez de estos micro-hallazgos”, explicaron.

De hecho, en una visita al Museo Legado del Salado, realizada por prestigiosos paleontólogos del Museo Argentino de Ciencias Naturales, grande fue su sorpresa al observar, en una de las vitrinas del museo, la mandíbula de un pequeño mamífero carnívoro. 

“Uno de ellos, Nicolás Chimento, nos confirmó el género al que pertenecía: Conepatus, cuyo nombre común es zorrino, que es una especie común en la pampa bonaerense. Su hermoso pelaje y el apestoso olor que emana de sus glándulas forman parte del folklore de estas tierras.

En cuanto a su alimentación es omnívoro, come tanto frutas como insectos y huevos. Generalmente es un animal pacífico, pero cuando se siente hostigado suele responder emanando una sustancia fétida desde sus glándulas anales, que se impregna en el pelaje del atacante y lo obliga a alejarse”, señalaron. 

Poco se sabe de zorrinos fósiles, ya que son escasos los registros de este animal en los sitios paleontológicos bonaerenses. Según se ha comprobado con la información que se dispone, este zorrino fósil era de un tamaño similar al actual, aunque poseía un hocico más corto y una mandíbula más fuerte y robusta.

“Como siempre, el río Salado es una fuente inagotable de sorpresas, cada visita de algún científico depara en el descubrimiento de que hay una nueva especie para catalogar ¿Quién sabe qué nueva sorpresa nos deparará?”, concluyó José Ignacio Zuccari, profesor de Geografía e integrante del museo.



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