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Herramientas líticas no eran de humanos de 50 mil años en Brasil, sino de antiguos monos capuchinos.

Uno de los más encendidos debates en la arqueología americana tiene que ver con el momento en que los primeros seres humanos entraron en el continente.

Como hermano mayor, Federico Agnolín, que de chico volvía locos a sus padres por su fascinación con los “bichos”, arrastraba a Agustín, el menor, en sus excursiones de descubrimiento. “Al final, Agustín se ‘recontar engachó’”, bromea Federico. Hoy, éste es paleontólogo y aquél, arqueólogo. Ambos, apasionados por su profesión que no solo practican en sus respectivos lugares de trabajo (el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y la Fundación Azara, en el caso del primero, y  el Instituto de Antropología y Pensamiento Latinoamericano el del segundo), sino que también invade las conversaciones familiares.

Precisamente de estos intercambios surgió la idea de revisar las evidencias que respaldan uno de los más encendidos debates de la arqueología americana: cuándo llegaron los primeros humanos al continente. Para la mayoría de los especialistas, esto habría ocurrido hace entre 13.000 y 14.000 años, a través del Estrecho de Bering, ubicado en el extremo Norte, entre Asia y América. Sin embargo, un grupo “disidente” propone que habría sido mucho antes, hace entre 20.000 y 50.000 años. Y para plantear esa hipótesis se basan, entre otras cosas, en herramientas de esa antigüedad halladas en Pedra Furada y otros sitios del nordeste de Brasil a las que atribuyen origen humano.

En un trabajo que se publica en The Holocene (https://doi.org/10.1177/09596836221131707), los hermanos Agnolín se permiten plantear serias dudas sobre esta última posición y argumentan que las herramientas de 50.000 años de antigüedad de Pedra Furada no tienen origen humano, sino que fueron fabricadas por monos capuchinos. “Ver un problema desde diferentes perspectivas resulta muy enriquecedor –cuenta Federico–. Este trabajo es un poco resultado de las charlas que tenemos. Yo vengo de las ciencias más duras, más biologicistas, y Agustín aporta su visión humanista, que ayuda a entender muchos aspectos”. 

Federico confiesa que lo atrae mucho la arqueología (aunque no se dedica a ella en el plano profesional) y los yacimientos de Brasil eran una especie de obsesión para él. “La hipótesis que tiene más fuerza sobre el poblamiento americano es que se produjo hace unos 14.000 o 15.000 años, a través del Estrecho de Bering –cuenta–. Por otro lado, estaban estos restos en Brasil de 50.000 años, pero se los había cuestionado. Incluso había quienes consideraban que podían ser artefactos geológicos. Además, en los últimos años, se observó tanto en chimpancés, como en macacos e incluso en monos capuchinos de esa zona de Brasil la habilidad de hacer instrumentos de piedra.

En África, por ejemplo, se vio que varios yacimientos que se creían correspondientes a antiguos homínidos, australopitecos, en realidad eran producto de chimpancés. Yo siempre lo molestaba a mi hermano con estas cosas…  Estos descubrimientos me enloquecen, porque tradicionalmente se pensó que la capacidad de hacer instrumentos útiles era un atributo humano. Entonces, un día le muestro un artículo sobre esto de los capuchinos y le digo: ‘Mirá lo que están haciendo estos monos; seleccionan  una roca, no cualquiera, sino un canto rodado, la trasladan a otro lado y le empiezan a pegar a una nuez, y encima dejan ‘lascas’ [desechos o esquirlas que quedan a medida que se va rompiendo] parecidas a lo que hacen los seres humanos”.

Estudios muy recientes, de 2016, muestran que los capuchinos se acercan a canteras de rocas redondeadas, conocidas como “canto rodado”, y allí seleccionan una roca que consideran de tamaño adecuado y la utilizan como percutor junto a otra más grande y achatada a modo de yunque. Al verlo, Agustín inmediatamente reconoció las similitudes que existían entre las piedras utilizadas por los monos capuchinos con lo que se encontró en Pedra Furada. “¡Era lo mismo!”, exclama Federico.

Aunque el tamaño de las rocas seleccionadas que se encuentran en el yacimiento del nordeste de Brasil es un poco mayor que las que emplean los monos capuchinos  actuales, lo que sugiere que podrían haber sido utilizadas por algún otro tipo de mono o por capuchinos ancestrales,  son indistinguibles de las que hoy producen estos primates y diferentes de las humanas.

Además, hay otros indicios que llevan a pensar que no pertenecen a un asentamiento humano. Por ejemplo, ausencia de huesos partidos, restos de fogones o comida. “El ser humano tiene una manera de organizarse espacialmente, muy, muy característica –aclara Federico–. Por decirlo de una manera sencilla: en una parte hacemos el fuego, en otra, cocinamos y en otra hacemos los instrumentos. Y en este caso, todo estaba desperdigado de manera azarosa, irregular. No había un arreglo del espacio, como sí tenemos los humanos y nuestros ancestros”.

La historia cuenta con un condimento adicional, y es que esto ya lo había intuido hace más de dos décadas, antes de que se hubiera observado la habilidad de generar herramientas entre los primates, un arqueólogo argentino, Luis Alberto Borrero, que analizó los hallazgos de este yacimiento y en una publicación de 2000 concluyó que las piedras talladas  "Son instrumentos, pero no son humanos".

“Él dijo: ‘Esto no está distribuido como lo hacen los seres humanos. No sé qué es, pero humano no es’ –se entusiasma Agnolín–.  Su trabajo, que nosotros no conocíamos porque no nos habíamos metido en el tema, es maravilloso, porque todos los demás intentaban buscar explicaciones raras”.

Para sostener sus conclusiones, los hermanos Agnolín argumentan que  a escasos dos kilómetros de Pedra Furada hay monos capuchinos que hacen exactamente lo mismo que se encontró en ese sitio. “Cuando tomamos las cantidades de instrumentos, de lascas y otras variables, todas sugieren que son de capuchinos y no de humanos –subraya el científico–. Además, son piedras muy toscas. Es nada más que una piedra pegándole a otra. En la actualidad, los monos las usan para romper nueces, para excavar en busca de raíces e incluso a veces las chupan porque al parecer obtienen minerales que faltan en sus dietas”.

Dado que Pedra Furada proporcionaba la evidencia más fuerte para la presencia humana en América hace 50.000 años, esa hipótesis se debilita.  Y aunque en otras partes del mundo hay herramientas de 50.000 años de antigüedad a las que se atribuía origen humano, ahora que se sabe que otros primates también las fabrican habrá que revisarlas. "Otra de las preguntas sin respuesta era qué tipo de humano arcaico podía haber acá, en América, hace 50.000 años que tuviera este tipo industria tan elemental –destaca Agnolín–.

Por eso, la hipótesis en algún punto siempre resultó endeble. Borrero mismo lo señaló, ya que en ese momento, los humanos éramos básicamente sapiens. Esto termina con un montón de especulaciones. Bah, en realidad, hay que ver lo que responden los otros investigadores. Es un debate que recién empieza”.

Para Rolando Gonzalez-José, director del Centro Nacional Patagónico y coordinador del programa PoblAr, que conoce bien el sitio, pero no intervino en este trabajo, “La investigación de Agnolín y Agnolín contribuye a una larga discusión acerca de la antigüedad de la ocupación humana en el nordeste brasileño, que por su supuesta profundidad temporal, tiene implicancias en el debate del poblamiento americano en general. Un problema recurrente con los sitios antiguos de esa zona, especialmente los de Pedra Furada y aledaños, es que carecemos de dataciones directas. Si bien los restos humanos más antiguos de Brasil se remontan a unos 11 o 12 mil años antes del presente (los restos de “Luzia” y de “Zuzu”pueden atribuirse a estos fechados) no se encontraron restos humanos tan antiguos como las herramientas líticas que se fecharon en tiempos sincrónicos o hasta anteriores al último máximo glacial (que ocurrió hace entre 19 y 23 mil años antes del presente).

Es decir, los fechados más antiguos atribuidos a humanos no provienen de esqueletos humanos propiamente dichos, sino de instrumentos de piedra que, supuestamente, fueron hechos por humanos. Esto abre una controversia apasionante a la que muchos autores contribuyen, incluyendo el estudio de Agnolín y Agnolín, y es si esos restos encontrados en esos sitios fueron efectivamente hechos por humanos o bien por monos capuchinos. El uso de instrumentos líticos rudimentarios por parte de estos primates está bien documentado en diversas regiones y contextos. Naturalmente, las comparaciones son cada vez más complejas, y la investigación de Agnolín y Agnolín aporta nuevos enfoques y una mirada global sobre el registro de piezas líticas tanto de los sitios vinculados a Pedra Furada como de otros cercanos pertenecientes a monos capuchinos del género Sapajus. El establecimiento de la presencia más antigua de humanos en América del Sur requiere de abordajes interdisciplinarios. Creo que este aporte sigue alimentando el debate acerca del origen humano o no humano de las herramientas líticas más antiguas de estos sitios, y se suma a muchos previos y otros que vendrán en el futuro, de la mano de nuevas tecnologías y abordajes, que nos permitan conocer con mayor verosimilitud la profundidad de la presencia humana en nuestro continente”. Fuente; eldestape.com.ar

Link al trabajo: https://journals.sagepub.com/.../10.1177/09596836221131707

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Presentan estudio sobre increíbles fósiles hallados en Punta Indio.

La localidad de Punta Indio, se encuentra a unos pocos kilómetros al sur de la ciudad de Buenos Aires. Es bien sabido desde hace décadas que las aguas del Río de La Plata que bañan dicha localidad suelen arrojar en las playas restos fósiles de diversa procedencia.

Tras varios años de muestreo, investigadores del LACEV (Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados, MACN- Conicet), dieron a conocer una variada fauna de vertebrados compuestos por los restos fósiles arrojados en las playas.

El estudio detallado de todos los restos demostró la mezcla de dos faunas distintas: una de ellas conteniendo una gran cantidad de fauna marina, particularmente, variados tiburones, y otra compuesta mayormente por fauna estrictamente terrestre. Esta última incluye una enorme diversidad de animales, como ser escuerzos, perdices, palomas, zorros, zorrinos, roedores y variados miembros de la megafauna como gliptodontes, perezosos terrestres, toxodontes, osos y mastodontes.

En esta fauna se incluyen especies cuya antigüedad se remonta a los 500.000 años antes del presente, cuando la zona era de alguna manera semejante a la Región Chaqueña. Mucho tiempo después, entre 8000 y 5000 años antes del presente, el mar invadió parte de la provincia de Buenos Aires. Pertenecientes a esta ingresión del mar, se incluyen restos de cetáceos, pinípedos y abundantes restos de peces, entre los que se cuentan diversos tiburones, incluyendo el famoso tiburón blanco, e incluso peces típicos de arrecifes de coral como peces globo y peces bayesta, los cuales son registrados por primera vez para dicha edad en Argentina.

En la foto se incluyen restos de peces fósiles, incluyendo (de izquierda a derecha y de arriba a abajo) dientes de tiburón blanco, escalandrún, tiburón sarda, pez ballesta y pez globo.

En el estudio participaron Nicolas Chimento del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", Sergio Bogan de la Fundación de Historia Natural Félix de Azara. Universidad Maimónides y Federico Agnolin del Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", LACEV Y Conicet. Fuente LACEV.

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Patagopelta cristata, un nuevo dinosaurio anquilosaurio del Cretácico de la Patagonia Argentina.

Así lo determinó un estudio sobre colecciones de huesos que hasta ahora no habían sido identificadas con ninguna especie. El informe del CONICET.

Un nuevo estudio de científicos del CONICET sobre diferentes colecciones de huesos halladas en la localidad de Salitral Moreno, ubicada al sur de la ciudad de General Roca (Provincia de Río Negro), reveló la existencia de un nuevo dinosaurio que habitó la Patagonia argentina a fines del período Cretácico, hace unos 70 millones de años. La nueva especie, un anquilosaurio de tamaño pequeño, fue bautizada como Patagopelta cristata. La investigación fue publicada en la revista Journal of Systematic Palaeontology.

"El estudio adquiere relevancia dado que Patagopelta es la primera especie de anquilosaurio descripta para el territorio continental de la Argentina, lo que llena el vacío existente para este grupo y suma un nuevo tireóforo a los escasísimos restos incompletos e indeterminados conocidos para nuestro país de este tipo de dinosaurios ornitisquios", señala Facundo Riguetti, primer autor del trabajo y becario doctoral del CONICET en el Centro de Estudios Biomédicos, Ambientales y Diagnóstico (CEBBAD, Universidad Maimónides) la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.

Aunque en este caso, el equipo que estudió los restos fósiles encontrados en Salitral Moreno no fue responsable del descubrimiento de los huesos, el trabajo permite terminar de poner en valor los hallazgos realizados por diferentes grupos de investigación desde los años '80 en adelante. Aunque los huesos no permiten reconstruir a un animal completo, ni proceden de un mismo individuo, fueron suficientes para que los especialistas pudieran comprender que se encontraban frente a una nueva y única especie.

Los anquilosaurios son un grupo de dinosaurios cuadrúpedos herbívoros, protegidos por corazas en la cabeza y todo el lomo y cola del animal, que cuentan con un amplio registro fósil para el Cretácico del hemisferio norte, pero muy escaso en el hemisferio sur, donde solo se han hallado unas pocas especies en Australia, Chile, Antártida y Marruecos.

Patagopelta es un nodosáurido, una de las dos grandes familias, junto con la de los anquilosáuridos, en las que se dividen tradicionalmente los anquilosaurios. Los nodosáuridos se caracterizan por llevar grandes espinas en la zona del cuello y hombros, así como por carecer de las mazas o garrotes caudales presentes en el grupo de los anquilosáuridos.

El elemento mejor conservado de Patagopelta es el fémur, que está completo y muestra todas las características propias de los nodosáuridos, y uno los restos más importantes y distintivos es una porción de la armadura del cuello, la cual tiene espinas y crestas particulares de este ejemplar. Este es el motivo por el cual se lo bautizó Patagopelta cristata, que significa coraza crestada de Patagonia.

Por otro lado, uno de los elementos más abundantes colectados en Salitral Moreno corresponde a las piezas individuales que componen la extensa armadura protectora, llamados osteodermos -escudos de hueso formados bajo la piel- similares a los escudos que hoy en día se pueden ver en el lomo de los cocodrilos y yacarés. Estos elementos, dispuestos en hileras paralelas a lo largo del dorso y cola del animal, le conferían protección al anquilosaurio mientras vivió.

"Para tratarse de un dinosaurio acorazado, Patagopelta tiene un tamaño extremadamente pequeño. Por el tamaño del fémur, de solo 25 centímetros de largo, estimamos que el animal debió medir entre dos y tres metros de largo, mientras, en general, los anquilosaurios son animales de tamaño mediano o grande, con una longitud promedio de entre cuatro y cinco metros", señala Sebastián Apesteguía, coautor del estudio e investigador del CONICET en la Fundación de Historia Natural Félix de Azara.

Los nodosáuridos son un grupo de anquilosaurios que evolucionó en el hemisferio norte, pero hacia finales del cretácico, un puente continental se estableció entre Sudamérica y Norteamérica, lo que permitió el intercambio biológico entre hemisferios. Mientras hacia el norte emigraron dinosaurios de cuello largo como los titanosaurios, del norte hacia el sur ingresaron dinosaurios de pico de pato y anquilosaurios nodosáuridos, además de lagartos y mamíferos como las comadrejas o zarigüeyas. "Es por eso en Sudamérica que tan solo esperamos hallar animales como Patagopelta en rocas de fines del Cretácico, justo antes de que tuviera lugar la extinción global de los dinosaurios", afirma Apesteguía.

De acuerdo con el diagnóstico de los especialistas es posible que el pequeño tamaño de Patagopelta esté vinculado con algún evento de enanismo. "Una hipótesis es que se deba al evento biológico conocido como ?regla de la isla' o enanismo insular, que implica debido a la escasez de recursos sólo los ejemplares más pequeños tienen posibilidades de sobrevivir en las islas, dado que demandan menos manutención al ambiente. Y efectivamente, a finales del Cretácico, el norte de la Patagonia se vio invadido por un brazo del océano Atlántico conocido como Mar de Kawas, que restringió el paso a muchas especies, varias de las cuales se adaptaron a la vida en las islas del norte de la Patagonia. Es probable que esto se relacione con el enanismo en anquilosaurios y también en los titanosaurios saltasaurinos de esa época", explica Riguetti.

De hecho, algunos años atrás, el mismo equipo de investigación describió huellas de anquilosaurios enanos, posiblemente afectados por causas similares, caminando por el fondo de un brazo de mar cretácico poco profundo en Bolivia. En este sentido, esta nueva especie de anquilosaurio enano amplía la discusión sobre la masa corporal y los aspectos paleobiológicos de los anquilosaurios. Fuente; memo.com.ar

Referencia bibliográfica https://doi.org/10.1080/14772019.2022.2137441

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Se declara Reserva Natural Provincial a Centinela del Mar.

Durante la última sesión legislativa de la Cámara de Senadores Bonaerense fue aprobado Proyecto de Ley que declara Reserva Natural Provincial a Centinela del Mar, con lo cual una vez promulgado, el corredor costero de 23 kilómetros comprendido entre el paraje Rocas Negras y el arroyo Nutria Mansa, este último en el límite del Partido de General Alvarado y Lobería, será un área protegida.

Allí existen hay importantes yacimientos paleontológicos, sitios arqueológicos y una buena representación de ambientes naturales de la costa austral bonaerense en buen estado de conservación.

Los fundamentos de un área protegida básicamente pasan por “regular su uso”, especialmente el paso de motos y vehículos 4×4, presencia de cazadores furtivos o pescadores, para poder potenciar paralelamente otros valores del espacio y su patrimonio.

Por eso, el próximo paso le corresponderá al Ministerio de Ambiente que se encargará de reglamentar esas cuestiones.

Al respecto, la titular de ese organismo, Daniela Vilar, celebró la sanción de esta ley ya que “reconoce la necesidad de conservar la riqueza biológica de esta área protegida, los sitios arqueológicos y paleontológicos, además de promover la investigación científica y el acceso como espacio educativo y de disfrute, siempre respetando su biodiversidad”.

“El proyecto va en línea con nuestro plan de Fortalecimiento de Áreas Protegidas, una de las prioridades de nuestra gestión y del gobernador Axel Kicillof”, manifestó.

En abril, la ministra Villar junto a la subsecretaria de Política Ambiental, Tamara Basteiro, se reunieron con el diputado Germán Di Cesare para trabajar en este proyecto, que expresa un pedido de la comunidad con el fin de proteger su ecosistema austral de dunas.

“Damos así por cumplido el compromiso asumido, no solo con la comunidad alvaradense, sino también con quienes acompañaron y aportaron su trabajo y conocimientos para poder llegar a esta concreción, tal es el caso de Fundación Azara y su titular Adrián Giacchino, científicos especializados en el tema y el coordinador del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, Daniel Boh, entre otros”, Di Cesare, quien presentó la iniciativa.

“También quiero agradecer a las legisladoras y legisladores, especialmente a Cristian Gribaudo, visitante permanente de Mar del Sud ya que, como presidente del bloque Juntos por el Cambio, ha sido fundamental su intervención para llegar a este resultado”, agregó el legislador.

Dentro de la valoración científica, el espacio natural es un sitio sobre el que se desarrollan numerosos proyectos de investigación financiados por universidades y agencias nacionales. Los resultados derivados de estos trabajos se abocan a identificar las causas de los cambios climáticos actuales, previendo acciones destinadas a mitigar efectos negativos futuros.

También lo es la importancia paleontológica de la reserva, ya que el conjunto de restos fósiles recuperados en Centinela del Mar representa hasta el momento la fauna de vertebrados fósiles más rica conocida del Pleistoceno en la Argentina. Son más de 3000 los restos encontrados, destacadas en 8 especies de peces, 34 especies de aves, 8 especies de reptiles y 5 especies anfibias.

Por último, la valoración arqueológica del área demuestra que esa región atesora restos humanos que fueron hallados allí y cuyas dataciones han arrojado una antigüedad superior a los 7.000 años. Fuente; lacapital.net.


Una Tortuga marina gigante del Mioceno de Chubut llega al laboratorio del Mef.

El caparazón de una tortuga marina de casi 2m de largo y media tonelada, llegó del campo para ser limpiado y acondicionado para su posterior estudio. Cerca de 30 personas estuvieron involucradas en las tareas de rescate.

El ejemplar fue descubierto en 2016 en las costas de Chubut por especialistas del CONICET-CENPAT en el marco de una campaña paleontológica para buscar cetáceos. “Estaba prácticamente en el borde de un cañadón profundo cerca de la línea de costa y a casi 2 km del camino más cercano”, cuenta Juliana Sterli, (CONICET-MEF), especialista en tortugas y parte del equipo de investigación “Al año siguiente, decidimos armar un bochón para protegerlo. Por estar semi expuesto a la erosión y cambios de temperatura, corríamos el riesgo de perderlo completamente. No era fácil la extracción, necesitábamos mucha ayuda y por la pandemia tuvimos que posponer el trabajo”

“El año pasado comenzamos el traslado. Realmente fue un gran desafío porque teníamos que moverlo a campo traviesa y no podíamos arrastrar el bochón sin ningún tipo de soporte, así que técnicos del Mef diseñaron un vehículo especial. El “tortumovil”, como lo bautizamos, se podía adaptar como trineo o como camilla (con ruedas) dependiendo de las condiciones del terreno”, detalla. Los fósiles fueron descubiertos en Estancia Redonda Chica de la Sra. Ana María Aguirre, localizada entre las ciudades de Rawson y Trelew (Chubut).

“Poco a poco, con el tortumovil y un aparejo, nos fuimos acercando al camino sorteando desniveles, plantas y cualquier tipo de obstáculo que se nos presentaba en campo. En cada jornada de trabajo, solo podíamos desplazar la tortuga entre 100 y 300 metros! Fueron cerca de 10 campañas y con un equipo de 6 personas cada vez, liderados por Pablo Puerta y Maxi Iberlucea del MEF. Y el último tramo hasta la camioneta fue aún más complicado, ya que era muy empinado para poder moverlo del modo que veníamos haciendo. Así que este año se tuvo que hacer un camino para poder arrastrar el tortumovil con una máquina y finalmente levantarlo con trípode hasta una camioneta para traerlo al Mef”, explica.

“Sabemos que es el caparazón de un dermoquélido, la familia de tortugas marinas actualmente representadas las tortugas laúd. Llegan a medir también alrededor de 2 metros de largo. Son excelentes buceadoras pudiendo sumergirse hasta 2000 metros de profundidad, tienen la peculiaridad de alimentarse exclusivamente de medusas y desarrollan la gigantotermia, es decir que pueden regular su temperatura corporal. Las tortugas laúd viven en aguas templadas, tienen distribución cosmopolita y llegan hasta las costas de Buenos Aires”

“Probablemente esta tortuga fósil compartía hábitos similares”, explica Juliana, y agrega. En estas latitudes, entre los 23 y los 13 millones de años, teníamos temperaturas más altas que las actuales. Incluso tenemos registros más antiguos donde encontramos a estos dermoquélidos en latitudes aún más altas, llegando hasta la Antártida”

“Después de abrir y preparar bien el material, podremos estudiar todo en detalle. Pero sabemos que es un material sumamente importante a nivel científico. Probablemente se trate de uno de los dermoquélidos fósiles más completos que se conocen del mundo”, finaliza Juliana. Fuente; mef.org.ar


Inauguración de la Estación Científica de Centinela del Mar “Dr. Eduardo P. Tonni”.

Después de tantos esfuerzos, se logró la inauguración oficial de la Estación Científica de Centinela del Mar “Dr. Eduardo P. Tonni”, que homenajea al gran paleontólogo contemporáneo de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de La Plata, quien estuvo presente, acompañado de su esposa.

Fue así que, el Sr. Intendente de General Alvarado, Mg. Sebastián Ianantuony, Adrián Giacchino presidente de la Fundación Azara, representantes del Consejo Escolar y demás funcionarios, dejaron inaugurada la Estación Científica, la que funcionará como anexo del Museo de Ciencias Naturales de Miramar “Punta Hermengo” y tendrá la finalidad de estimular los esfuerzos de investigación científica, de conservación del patrimonio natural y cultural, y de educación ambiental en la zona.

La mencionada Estación funcionará en la ex escuela Nº 16 “Alfonsina Storni” de Centinela del Mar, que se encontraba en desuso desde hace varios años debido a la falta de matrícula escolar, motivo por el cual fue cedida por el Consejo Escolar.

<<< El Dr Eduardo Tonni, durante la inauguración de la Estación Científica doctor Eduardo Pedro Tonni, anexo del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, ubicado en la localidad bonaerense de Centinela del Mar.

La Estación facilitará el trabajo de científicos, así como las prácticas de campo de estudiantes universitarios de geología, paleontología, biología y otras carreras afines, e incorporará un pequeño espacio de interpretación a los fines de asistir a los visitantes y realizar actividades de educación ambiental. Brindará un soporte logístico fundamental para los trabajos científicos de campo, así como un espacio in situ para la valorización ambiental y patrimonial de la costa bonaerense por parte de los visitantes.

Este espacio permitirá sostener monitoreos y prospecciones a largo plazo sobre la geología, paleontología, arqueología y biodiversidad costera. Asimismo, posibilitará el desarrollo de programas educativos centrados en las problemáticas costeras y la asistencia técnica para la incorporación de nuevas propuestas locales centradas en el ecoturismo y el turismo educativo.

El Municipio de General Alvarado, junto a la Fundación Azara, busca integrar el Museo de Ciencias Naturales de Miramar (espacio de repositorio, investigación y divulgación), la Estación Científica (anexo de apoyo a la investigación) y la futura Reserva Natural Provincial de Centinela del Mar (cuya ley de creación obtuvo recientemente media sanción) en un mismo esquema de trabajo articulado con la comunidad de General Alvarado, para continuar apostando a la valorización del patrimonio natural y cultural del distrito.

<<<Aspecto de la nueva Estación Científica de Centinela del Mar. Ver link mas abajo.

En su denominación la Estación rinde homenaje al reconocido paleontólogo argentino Dr. Eduardo Pedro Tonni, quien se recibió de licenciado en la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata, en el año 1969, para luego doctorarse en la misma casa de altos estudios en el año 1973. Su primera publicación científica data del año 1969, y desde entonces centró sus investigaciones en la paleontología del Cuaternario, en la paleoclimatología y la bioestratigrafía, y en el estudio de las aves cenozoicas. Llegó a ser designado Investigador Principal de la Comisión de Investigaciones Científicas de la Provincia de Buenos Aires (CIC), Profesor Emérito de la Universidad Nacional de La Plata y Jefe de la División Paleovertebrados del Museo de La Plata. A lo largo de cinco décadas, los yacimientos paleontológicos del partido de General Alvarado fueron objeto de sus profundas investigaciones.

  Mas información, fotos y videos https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2022/10/inauguracion-de-la-estacion-cientifica.html

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Jakapil kaniukura, un nuevo dinosaurio bípedo y acorazado de la Patagonia Argentina.

 

Especialistas del Conicet lo llamaron “Jakapil kaniukura”. Pertenece a una especie que habitó esa región hace cien millones de años. 

Por primera vez en Sudamérica, se registraron los fósiles de un dinosaurio bípedo y acorazado que pertenece a la familia de los tireóforos. El hallazgo ocurrió en la localidad de Cerro Policía, en Río Negro, zona de elevaciones rocosas rojizas que evidencian la existencia del antiguo Desierto de Kokorkom, donde habitó hace cien millones de años. 

El "Jakapil kaniukura", como fue denominado por especialistas del Conicet que participaron del hallazgo, era un pequeño dinosaurio herbívoro y bípedo —que se sostiene sobre dos pies o patas para caminar— que tenía brazos cortos, medía un metro y medio y pesaba entre cuatro y siete kilos. 

Además, pertenece al grupo de los dinosaurios acorazados, cuyo rasgo más distintivo era la presencia de varias hileras de huesos dérmicos en forma de escudos que protegían el cuello, lomo y cola del animal, similar a lo que ocurre en los cocodrilos actuales. El nombre elegido proviene del lenguaje Mapuche-Puelche en tributo al habla de las culturas ancestrales presentes en el norte de la Patagonia. Ja-Kapïl significa portador de escudos, mientras que kaniukura hace referencia a la cresta de piedra que caracteriza a la especie. 

“Este descubrimiento amplía el registro fósil conocido en la región y permite conocer mejor el ecosistema prehistórico de nuestra tierra, se trata de una nueva especie que representa un linaje de dinosaurios previamente desconocido en Sudamérica”, indicó Facundo Riguetti, que junto a Sebastián Apesteguía fueron los  especialistas del Conicet que participaron del hallazgo junto a Xabier Pereda Suberbiola, de la Universidad del País Vasco.

Los primeros restos fósiles de esta especie se encontraron en 2012 y, hasta 2020, el equipo de trabajo siguió buscando y obteniendo más huevos fosilizados para reconstruir su estructura.

“En 2012, dimos con dos huesos pequeños y misteriosos, con muchas arrugas, que parecían ser de un cráneo. Sin embargo, al estudiarlos no pude hallar explicación y encima estaban sueltos”, indicó por su parte Apesteguía. Y hacia 2014, el rompecabezas comenzó a completarse. “Encontramos un esqueleto que mostraba dientes extraños y en un bloque había aparecido una mandíbula de peculiares características.

Por suerte, en nuestro equipo estaba Riguetti, quien estaba haciendo su tesis sobre dinosaurios acorazados y rápidamente reconoció que se trataba de uno de los materiales de su interés”, agregó. A partir de ese momento, inició el camino de identificación. Fuente; pagina12.com.ar.

  Mas información, fotos y videos https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2022/08/jakapil-kaniukura-un-nuevo-dinosaurio.html

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Identifican restos fósiles de una Yarará del Plioceno bonaerense.

Un equipo conjunto de investigadores del LACEV, Fundación Azara y Museo Municipal “Carlos Ameghino” de Mercedes han dado a conocer los restos fósiles de una serpiente. El ejemplar consiste en una serie de 11 vértebras del tronco de una especie indistinguible de la Yarará Grande o Víbora de la Cruz (Bothrops alternatus) que vive hoy en día en gran parte de la provincia.

El hallazgo es de vital importancia porque constituye el más antiguo para las yararás en el continente.

El ejemplar procede de la localidad balnearia conocida como la “Farola de Monte Hermoso”, a unos kilómetros de Bahía Blanca en provincia de Buenos Aires. Hace unos 3 millones de años la región estaba habitada por manadas de megamamíferos como ser perezosos gigantes y gliptodontes. Junto a ellos convivían animales que hoy en día encontramos en regiones boscosas de tipo chaqueño, como ser chuñas, escuercitos de salinas, boas de las vizcacheras y pecaríes, entre muchos otros.

Hace unos 2.5 millones de años, el clima se tornó más frío, seco y árido, dando paso al período Pleistoceno, también conocido como la “Era del Hielo”. A partir de entonces, esta fauna de tipo chaqueño se desplazará paulatinamente hacia el norte, escapando de los climas fríos que imperaron en la región pampeana hasta hace unos 8.000 años antes del presente.

La imagen muestra una de las vértebras fósiles descubierta (color negruzco) comparada con la de una yarará actual. Fuente; Lacev.

Link del trabajo: https://bioone.org/journals/south-american-journal-of-herpetology/volume-21/issue-1/SAJH-D-19-00109.1/Oldest-Record-of-the-Pit-Viper-Bothrops-Squamata-Viperidae-from/10.2994/SAJH-D-19-00109.1.short

  Mas información, fotos y videos https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2022/08/identifican-restos-fosiles-de-una.html

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Hallan feca de un tigre dientes de sable con restos de megafauna en su interior.

En la provincia de Buenos Aires, durante el Pleistoceno (entre 2.5 millones de años hasta 11 mil años antes del presente) habitaron megamamíferos que nos han dejado diversos indicios de su existencia, como el caparazón de gliptodonte hallado (y ahora en exposición) durante la construcción del subterráneo en la estación Tronador de la línea B.

Pero aquellos indicios no se restringen a la aparición de sus huesos fosilizados, podemos encontrar también cuevas, huellas y coprolitos. Los coprolitos son fecas fósiles, estudiarlos nos permite obtener información sobre el animal que los produjo, nos dan una idea aproximada de su tamaño y sobre sus hábitos alimenticios. Los coprolitos pueden contener cabello, semillas, plantas en general y/o huesos, y poseen formas y tamaños que nos permiten clasificarlos y en ocasiones asignarlos a una especie en particular.

En este nuevo trabajo del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (Lacev), presentamos un coprolito de gran tamaño cuyas características permiten referirlo, no sin ciertas dudas, al tigre dientes de sable Smilodon. Su contenido es sorprendentemente abundante en huesos referibles en su mayoría a un perezoso gigante (Mylodon) y contiene también huesos de guanaco. El coprolito fue hallado en los márgenes del Río Reconquista, en el Partido de Merlo, pleno conurbano bonaerense, en Argentina. Allí mismo han sido encontrados diversos restos óseos pertenecientes a megamamíferos extintos como gliptodontes, scelidoterios, toxodontes, camelidos y félidos (Smilodon populator).

El coprolito encontrado nos permite saber que el Smilodon no solamente se alimentaba de megafauna, sino también de animales de tamaño mediano, como es el caso del guanaco. Previo a este hallazgo los investigadores, basados en características del esqueleto, creían que Smilodon era un depredador especializado exclusivamente en cazar megafauna y además era incapaz de consumir huesos duros. El hallazgo del coprolito refuta ambas ideas.

Hace unos 10.000 años todos los megamamíferos sudamericanos encontraron su extinción (aún se desconoce claramente por qué). Debido a que los investigadores pensaban que el Smilodon se alimentaba exclusivamente de aquellos mamíferos gigantes, hipotetizaron que la extinción de sus presas inevitablemente trajo aparejada la desaparición de este felino. Sin embargo, el hallazgo de restos de guanaco en las fecas de Smilodon rechaza esa idea, y muestra que el tigre dientes de sable era capaz de alimentarse de una enorme variedad de animales (algunos de los cuales sobreviven hoy en día). De esta manera, el hallazgo de la fecha fósil de Merlo, trae más dudas que certezas, y nos obliga a repensar la extinción del Smilodon.

Imágenes de Feca de Smilodon estudiada (la escala representa 5 centímetros); y reconstrucción de dos Smilodon enfrentados. Ilustración por Sebastián Rozadilla. Fuente Lacev.

Ver publicación científica; https://pubs.geoscienceworld.org/sepm/palaios/article-abstract/37/7/402/615818/A-POSSIBLE-SMILODON-MAMMALIA-FELIDAE-COPROLITE

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Pescadores de Miramar hallan restos fósiles de un perezoso gigante.

Gracias al aviso dado por el pescador local “Ruso” Giménez al Director del Museo Municipal de Ciencias Naturales de Miramar, Museólogo Daniel Boh, se pudo rescatar un interesante cantidad de restos óseos pertenecientes a un gran perezoso prehistórico.

Esto ocurrió en los acantilados frente al Vivero y Bosque Florentino Ameghino de esa ciudad, en estratos que podrían ser del Pleistoceno tardío, quizás de unos 100.000 años de antigüedad. El descubrimiento se debió a que el espécimen estaba ubicado en un sitio usado habitualmente por los pescadores locales y al observar unas formas de las que se dio cuenta que no eran piedras o toscas se puso en contacto con el museo.

Si bien es usual el hallazgo de fósiles en estos acantilados, los cuales fueron estudiados por el mismo Florentino Ameghino desde hace más de 100 años, aún siguen apareciendo algunas novedades.

En este caso en particular se han hallado junto a los restos óseos, centenares de pequeños huesitos del tamaño de garbanzos, los cuales formaron un escudo flexible debajo de la piel de estos animales, que los defendía de los predadores o de sus propios congéneres, ya que estaban provistos de grandes y agudas garras.

Debido a que los restos han sido extraídos dentro de bloques de terreno aún no se pudo establecer exactamente la especie, pero se tiene alguna idea. Hay que recordar que las tareas de limpieza en el laboratorio son bastante arduas, especialmente cuando se trata de material muy frágil como en este caso.

Los trabajos de campo fueron realizados por Mariano Magnussen, técnico del museo; Carlos Acha; Gerónimo Elguero; Santiago Llorens; Daniel Boh y estudiantes de la Tecnicatura en Paleontología que se dicta en nuestra ciudad: Karina Perazzo, Emmanuel Segura, Luciana Villafañe, Mariana Balcabao, Joaquín Gianola y Mónica Mariscal.

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Descubren fósiles de plantas en el Triásico de San Juan.

Más allá de los hallazgos de pequeños y gigantes animales del pasado, existe toda una rama de la paleontología que se dedica al estudio de fósiles de plantas y vegetaciones prehistóricas. Los registros de ellas dan cuenta de los ricos y complejos ecosistemas de hace millones de años y proporcionan información sobre aspectos como el ambiente, el clima y la interacción fauna-flora, entre otras cuestiones.

Ahora, un grupo de investigadoras ha descubierto, en la provincia argentina de San Juan, dos nuevas especies y un nuevo género de un tipo de plantas conocidas como briofitas. Los vegetales, de hace unos 240 millones de años, pertenecen al período Triásico.

“Las briofitas son un grupo de plantas muy chiquititas, las cuales se cree que son de las primeras que colonizaron el medio terrestre. Hay varios tipos, como los musgos, las hepáticas y los antoceros. En este trabajo, pudimos identificar ejemplares de las dos primeras”, explica a la Agencia CTyS-UNLaM Adolfina Savoretti, primera autora del trabajo y becaria posdoctoral del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) de Argentina.

Actualmente, las briofitas se encuentran en lugares húmedos y con poca luz, aunque también se encuentra en ambientes más secos. El problema, señalan las investigadoras, es que es difícil reconocerlas en el registro fósil.“Cuando hablamos de plantas, las especies pueden preservarse en el ámbar de los árboles, se pueden deshidratar, carbonizar y aplastarse por una enorme presión o dejar una huella. En el caso de nuestros hallazgos, se dieron las últimas dos formas, que reciben el nombre de impresión-compresión”, apunta Josefina Bodnar, integrante del grupo e investigadora de la Universidad Nacional de La Plata en Argentina.

El hecho de que se conservara la impresión junto a la compresión, además, permitió brindar un montón de detalles que ayudaron, luego, a la hora de describir y estudiar los registros. “En el caso de estas plantas, se preservaron incluso las estructuras reproductivas sexuales, lo cual es extremadamente raro de encontrar en el registro fósil. Todo eso colabora enormemente en nuestros análisis”, detalla Savoretti, becaria posdoctoral en el Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC, del CONICET) y docente en el Instituto de Ciencias Polares, Ambiente y Recursos Naturales (ICPA, UNTDF). El equipo se completa con la Dra. Eliana Coturel y Marisol Beltrán, becaria doctoral de CONICET.

El hallazgo de estas plantas de tanta antigüedad permite empezar a comprender cómo era el clima en esa época. “El musgo que descubrimos nosotras vivía sobre un árbol, el cuál aun no sabemos de qué especie era – detalla Savoretti, quien es bióloga botánica-. Por investigaciones realizadas previamente por parte de nuestro grupo de trabajo sabemos que en la zona había tanto coníferas como helechos con semilla arborescentes. Pero lo más importante es que este tipo de musgos son indicadores de microambientes con gran humedad”.

En esta línea, Bodnar suma que el hallazgo de estas briofitas da cuenta de nuevos escenarios para la literatura científica. “Se había planteado, en distintos trabajos, que el clima en esta región de Argentina, durante el período Triásico, era muy seco. El descubrimiento de estos fósiles nos viene a decir que no fue todo igual, sino que hubo, evidentemente, períodos con niveles más altos de humedad”, resalta la investigadora. Fuente: Nicolás Camargo Lescano, Agencia CTyS-UNLaM.

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Descubren fósiles de un puma en el Pleistoceno de Mar de Ajo.

Hace unos 100.000 años antes del presente, en el período conocido como Pleistoceno, la provincia de Buenos Aires era muy distinta a como la vemos hoy en día. Particularmente, las ciudades hoy costeras del Partido de La Costa, estaban varios kilómetros alejadas del mar, el cual ni siquiera se veía en el horizonte.

Por otro lado, no había seres humanos en el continente, y la llanura pampeana no estaba cubierta de los verdes pastizales de hoy en día. En aquel entonces, el ambiente era muy parecido al que podemos ver hoy en día en nuestra Patagonia. Las planicies secas estaban habitadas por liebres patagónicas y guanacos.

Las planicies pampeanas estaban pobladas por enormes manadas de megamamíferos, incluyendo gliptodontes acorazados, gigantescos perezosos terrestres, mastodontes de gran tamaño parientes de los elefantes, y muchos otros tipos de mamíferos herbívoros que formaban parte de esta fauna de la “Era del Hielo”.

Entre los carnívoros se contaban animales hoy en día extintos, como los gigantescos osos pampeanos, e incluso el tigre dientes de sable. Sin embargo, sus restos fósiles son siempre muy escasos y los paleontólogos saben muy poco sobre los predadores que habitaban en aquel entonces. A lo largo del partido de la costa, el mar suele arrancar de su lecho restos fósiles de aquellos mamíferos de la “Era del Hielo”. Luego los arroja a las playas arenosas y es allí donde ocasionalmente el buscador atento, o el paleontólogo, son capaces de descubrirlos, antes de que las olas vuelvan a sepultarlos en el fondo marino.

En estas búsquedas, el Lic. Diego Héctor Gambetta, encargado de los Museos Municipal de Mar de Ajó y San Clemente, es sin lugar a dudas el mejor. Diego es capaz de rescatar de las olas marinas los tesoros fósiles que arroja el mar.

Entre sus últimos hallazgos se cuenta la extremidad posterior (el pie) de un animal carnívoro de tamaño mediano. Este ejemplar fue luego estudiado por paleontólogos del Laboratorio de Anatomía (LACEV) del Museo Argentino de Ciencias Naturales, y luego de comparaciones detalladas concluyeron que se trataba de los restos de un puma (científicamente conocido como Puma concolor). Este hallazgo permite confirma que los pumas coexistieron con la fauna de la “Era del Hielo”, formaron parte activa y fueron predadores efectivos desde hace milenios. También sabemos gracias a este hallazgo que los pumas estaban presentes en zonas donde hoy en día están extintos o son muy escasos.

Los investigadores estudiaron también la roca que rodeaba al fósil y concluyeron que el puma murió en una playa marina y que luego fue sepultado con relativa rapidez, permitiendo de esta manera su preservación excepcional.

Hace aproximadamente unos 10.000 años antes del presente, toda esta fauna de la “Era del Hielo” llegó a su fin. Los paleontólogos aún no se ponen de acuerdo acerca de los factores que produjeron esa extinción. Para algunos, un calentamiento climático ocurrido en aquel entonces y que modificó todo el planeta reduciendo la cantidad de hielo y frío, pudo haber sido el principal causante de la desaparición de aquella fauna. Para otros, la llegada de los seres humanos cazadores al continente podría explicar dicha extinción. Es posible que tanto el cambio climático, como la sobre cacería, enfermedades, y otros, hayan sido en conjunto los causantes de dicha extinción.

El hallazgo realizado es único no solo porque los restos de mamíferos carnívoros son muy escasos, sino también porque está totalmente articulado y exquisitamente preservado. Hallazgos como este son muy escasos, incluso a nivel continental, y permiten cada vez más conocer el pasado remoto de la región costanera bonaerense.

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Presentaron a Meraxes gigas, una nueva especie de dinosaurio carnívoro de Neuquén.

Paleontólogos argentinos, estadounidenses y canadienses presentan hoy una nueva especie de dinosaurio coloso carnívoro: el Meraxes gigas. Fue hallado en 2012 en la provincia de Neuquén, en la Patagonia argentina, pero su descripción completa se ha publicado ahora en la revista especializada Current Biology.

La especie pertenece a la grupo de los carcarondontosáuridos, los mayores depredadores que dominaron casi todos los continentes durante parte del Cretácico, entre 100 a 90 millones de abriles antes. Como todos los terópodos tenían los brazos cortos, huesos ligeros y desplazamiento bípedo. Los integrantes de esta grupo en particular eran los más largos del rama: entre 12 y 13 metros desde el hocico hasta la punta de la posaderas. Uno de los rasgos más distintivos eran los dientes: curvos y con dentículos afilados. Como serruchos de poda de hasta 10 centímetros. La denominación proviene, de hecho, del helénico Carcharodontosaurus, que significa pícaro con dientes de tiburón. Con más de cuatro toneladas de peso “el gran devorador de dinosaurios”, como califica a esta nueva especie el comunicado de prensa en gachupin, era uno de los lagartos carnívoros más alto de Sudamérica.

Al paleontólogo Juan Ignacio Canale, investigador del Consejo Doméstico de Investigaciones Científicas y Técnicas de Argentina (CONICET) y de la Universidad Doméstico de Río Irritado (primer autor de 10 que firman el artículo) le recordó a un dragón en específico. “El nombre lo propuse yo porque me encanta la clan Canción de Hielo y Fuego”, admite en una videollamada desde la invernal Patagonia. Se refiere a la obra literaria que inspiró la exitosa serie Bisagra de Tronos.

 “Me encantan los nombres que eligió George R. R. Martin para sus dragones y este calzaba consumado porque la forma es asaz similar: un reptil muy alto con un cráneo coloso. Igualmente porque en Neuquén había ya dos carcarodontosaurios gigantes: el Giganotosaurus carolinii –el ‘ruin’ del extremo Mundo Jurásico– y el Mapusaurus. Este sería el tercero, como los dragones de la historia, que incluso eran tres”, explica.

El anciano trabajo estuvo en la descripción y las conclusiones a las que lograron arribar tras una decenio de investigación financiada por el cabildo de El Chocón –la billete de la provincia de Neuquén más rica en fósiles–, National Geographic y el Museo estadounidense Field, de Chicago. El hallazgo en sí, fue rápido. El primer día de campaña vieron expuesta entre la tierra una vértebra de la espalda. “Empezamos a excavar y aparecieron cada vez más huesos. Fue un batacazo”, celebra Canale. “Encontramos un cráneo sin la mandíbula pero con el maxilar y algunos dientes”. En verdad, son dientes incipientes porque los dinosaurios –al igual que los cocodrilos y a diferencia de los humanos– tenían varias generaciones dentarias a lo dispendioso de su vida. La de este Meraxes llegó hasta los 45 abriles de época, lo que lo convierte en uno de los carnívoros más ancianos hallados hasta ahora.

El ejemplar conserva incluso los huesos de los brazos y patas casi completos, “lo cual es muy novedoso porque en normal los últimos carcarodontosaurios que alcanzaron los mayores tamaños en el Cretácico medio y primera parte del Cretácico superior en normal tienen muy poco preservado tanto los pies como los brazos”. Gracias a esa suerte, pudo estar otra de las características distintivas de esta especie: una poderosa mano en el dedo interno de las patas, que supera por mucho a las otras dos en tamaño y filo.

El ‘Meraxes giga’ tenía un cráneo de 1,27 metros de dispendioso y es posible que tuviera ornamentaciones en la zona del hocico y en torno a de los luceros, como muchos otros carcarodontosáuridos.

La cadera tiene incluso su sello. En la espalda, por encima de la cintura, se elevan unas dificultades que recuerdan a la corcova del Concavenator, hallado en 2015 en Cuenca. Haciendo honor a la inspiración literaria del nombre, el comunicado de prensa la presenta como “la apero de contar de la reina Rhaenys Tarharyen”, hexaedro que el dragón que comanda la monarca en la obra llamativo se flama Meraxes.

<<<Ilustración de Jorge Gonzalez

El cráneo es otra maravilla. Adicionalmente de enorme, es el más completo de los miembros del rama hallados hasta ahora y muestra huesos muy ornamentados, con protuberancias, crestas y surcos. Estas piezas les permiten extraer información valiosa no solo sobre el Meraxes sino sobre todas las especies de la grupo, como el célebre Giganotosaurio.

Para apoyarse durante la cópula, para desgarrar presas o simplemente para evitar darse de bruces contra el suelo. El caso aquí es que el tamaño de los brazos no parece tan relevante cuando se tiene un cráneo enorme. El del Meraxes gigas medía 1,27 metros de dispendioso. Otros carcharodontosaurus conocidos incluso eran cabezones, como el Tyrannosaurus rex (1,40 metros) y el Giganotosaurus carolinii (1,63 metros). “Todo lo que cualquier animal carnívoro cazador podría suceder hecho con los brazos, este lo habría hecho con la inicio: agarrar la presa, manipularla, sostenerla contra el suelo, matarla”, explica Canale. Los brazos, por lo tanto, no habrían sido de mucha utilidad a la hora de la comida. En particular para intentar comerse a otros gigantes como el Argentinosaurus, uno de los herbívoros de mayores dimensiones en la historia del planeta Tierra. “Seguramente no es casualidad que los carnívoros y los herbívoros más grandes hayan convivido. Es probable que haya una relación en la prisión alimenticia. Es como una carrera armamentística: las presas crecen en tamaño como método de defensa de sus predadores y estos a su vez incluso crecen para poder cazarlas”, compara el paleontólogo. Fuente; noticias.pdfarsivci.com.

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Chelonoidis petrocellii, una nueva especie de tortuga fósil del Pleistoceno la provincia de Buenos Aires.

Miembros del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV) durante la revisión de materiales fósiles alojados en el Museo provincial Carlos Ameghino, de la ciudad de Mercedes, analizaron los restos del caparazón de una tortuga fósil encontrada en el Río Luján, en capas de unos 100.000 años de antigüedad.

Los investigadores reconocieron que se trataba de una especie desconocida para la ciencia a la que llamaron Chelonoidis petrocellii, en honor al naturalista mercedino José Luís Petrocelli, quien fuera descubridor de los restos.

Esta nueva tortuga es semejante a la tortuga terrestre argentina (científicamente conocida como Chelonoidis chilensis), pero se diferencia entre otros detalles por el caparazón proporcionalmente grueso. Si bien era de tamaño comparable al de las especies vivientes, Chelonoidis petrocellii convivió con una gran variedad de tortugas gigantes hoy en día extintas. Todos estos quelonios habitaron gran parte del territorio argentino, pero hace unos 10.000 años antes del reciente se extinguieron sin dejar descendientes.

Todas ellas desaparecieron junto a los grandes mamíferos que caracterizaron la “Era del Hielo”, como los tigres dientes de sable, los perezosos terrestres y los mastodontes. Todos ellos encontraron su final, por causas aún desconocidas, entre las que se pueden contar el cambio climático, la caza indiscriminada por los primeros seres humanos llegados al continente, entre otras.

Previo a su extinción, las tortugas terrestres eran abundantes en regiones como la Mesopotamia y el noreste de la provincia de Buenos Aires.

Estudios llevados adelante en Argentina muestran que las tortugas terrestres vivientes, ayudan a la dispersión y germinación de muchos vegetales, como ser tunas (Opuntia), tomates silvestres y Papas de Monte (del género Prosopanche) y la relación entre ellas con las tortugas puede considerarse casi simbiótica. De este modo, es posible que todas estas plantas se hayan visto afectados negativamente luego de la extinción de las tortugas terrestres como Chelonoidis petrocellii, hacia fines del Pleistoceno.

Estas plantas parecen depender casi exclusivamente de las tortugas para dispersarse. El estudio publicado indica que no es improbable que los tunales dispersos que se encuentran en el litoral argentino y región pampeana, en zonas donde no existen quelonios terrestres hoy en día, constituyan anacronismos sobrevivientes del Pleistoceno.

Link al artículo: https://link.springer.com/.../10.1134/S0031030121080037...

En la imagen podemos ver las placas del caparazón de la nueva especie Chelonoidis petrocellii. Debajo la reconstrucción de una tortuga gigante del género Chelonoidis en el Museo Almeida en Gualeguaychú, provincia de Entre Ríos.

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Encuentran fósiles de mamíferos extintos del Eoceno de Rió Negro.

El descubrimiento se produjo en cercanías a Ingeniero Jacobacci a través del trabajo de un equipo de investigadores del CONICET que continuaron la labor pionera del paleontólogo y arqueólogo Rodolfo Casamiquela, realizada en los años 40 y 50.

Los nuevos fósiles se encontraron en estratos geológicos formados por la acumulación de cenizas volcánicas emitidas por la intensa actividad de antiguos volcanes cercanos, hace aproximadamente 38 millones de años. 

La Secretaría de Estado de Cultura de Río Negro se encarga de la protección, conservación y rescate de materiales paleontológicos como los hallados en esta región.

Los hallazgos incluyen una gran variedad de mamíferos extintos entre los que se destaca una mandíbula de “Plesiofelis”, que a pesar de su nombre no era un felino sino un gran marsupial (cercano a las comadrejas y canguros), de hábito carnívoro y tamaño comparable a un lobo. 

También se encontró un cráneo de Astraponotus, un mamífero herbívoro de cerca de media tonelada de peso, semejante a un tapir, pero con grandes colmillos como un jabalí y muelas parecidas a las de los rinocerontes.

Además, se encontraron abundantes restos de pequeños armadillos y de numerosos mamíferos herbívoros extinguidos que fueron endémicos de Sudamérica. 

El estudio de las rocas en las que se encontraron estos fósiles permitió inferir que estos mamíferos vivieron en un ambiente estacional-sub húmedo, muy distinto a la estepa patagónica actual, y corresponden a un período de grandes cambios ambientales a nivel global, en el que los bosques y selvas gradualmente fueron dando lugar a los pastizales.

El trabajo fue realizado por un equipo de investigadores del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) integrado por paleontólogos y geólogos de distintos institutos del país (Buenos Aires, Mendoza y La Plata) que les dieron así continuidad a las exploraciones del arqueólogo y paleontólogo Radolfo Casamiquela pero con metodologías propias del siglo XIX. Este estudio, publicado en la revista científica Andean Geology, contribuye a un mejor conocimiento de la geología y paleontología del territorio de Río Negro en particular, y de la Patagonia en general.

Los trabajos de investigación contaron con el apoyo financiero del CONICET, con el respaldo de la Provincia de Río Negro y de la Municipalidad De Ing. Jacobacci, y con la colaboración del personal del Museo Jorge H. Gerhold de esa ciudad. Fuente; cultura.rionegro.gov.ar

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Ramallo busca crear su propio Museo Paleontológico.

Vecinos y organizaciones no gubernamentales buscan la creación y apertura próxima del Museo Paleontológico en la localidad de Ramallo. Ya tiene el edificio, pero necesitan la colaboración para arreglarlo y abrir sus puertas en la brevedad posible.

La ciudad de Ramallo se encuentra en el noreste bonaerense, y a unos 218 kilómetros de la ciudad autónoma de Buenos Aires, rodeado de numerosas localidades, en cuya región se destacan los hallazgos paleontológicos, constituidas por fósiles de grandes criaturas prehistóricas del Pleistoceno, de la Era Cuaternaria, es decir, de los últimos 2 millones de años, también conocida como la edad de hielo.

El entonces paisaje de Ramallo era muy distinto, constituido por pastizales, palmeras, pequeños bosques bajos y espinosos, con un clima variable, donde la temperatura cada tantos miles de años, pasaba de frio seco, a un cálido húmedo.

En estos ambientes, vivieron criaturas de enormes dimensiones, como el Megatherium, un enorme perezoso que llegaba a los 5 metros de altura y pesar unas 4 toneladas, un pacífico herbívoro, que convivía con otros perezosos de menor tamaño, que pesaban más de una tonelada, además de varias especies de gliptodontes, unos armadillos extintos de gran tamaño, que alcanzaron los 4 metros de longitud, los cuales a diario, debían sobrevivir a grandes lobos como Theriodictis, o el oso de cara corta Arctotherium, y del temible dientes de sable llamado Smilodon.

Este, es un anticipo del rico y variado patrimonio de la región, que busca su propio espacio dentro del municipio, con el apoyo de vecinos y de la Fundación Abril, que acompaña el proyecto educativo, cultural, científico y turístico.“Este proyecto surge por la necesidad de contar con un espacio propio de resguardo, investigación y exposición de los ricos materiales hallados en nuestro partido. Que, por no tener espacio propio se encuentran en resguardo, en el Museo de Ciencias Naturales de la ciudad de San Nicolás”, argumenta Miguel Ángel Lugo, reconocido paleoartista argentino, que forma parte del equipo y coordinador Museo Paleontológico Ramallo.

Además, Lugo sostiene que; “contamos con una colección de material de diferentes géneros y especies de megafauna extinta del Cuaternario, y una colección de la última ingresión marina del comienzo del Holoceno, cuyo mar cubrió gran parte de la provincia de Buenos Aires. De la cual, hay por lo menos 5 sitios con restos de ballenas, dos de estas con evidencias antrópicas, es decir, que el hombre prehistórico dejo marcas o artefactos de piedra, cuando intento procesar el cadáver para alimentarse”.

En esas barrancas, que circundan la localidad, hay un yacimiento de insectos fósiles y un sitio con un complejo de paleocuevas del Pleistoceno, que por sus medidas y características serían cavadas por organismos de la megafauna, para agregar más interés y curiosidad a la ciudad.

“Recientemente se ha conseguido alquilar una propiedad con posibilidad a compra, de unos 96m2, para crear y montar el Museo Paleontológico de Ramallo, que está ubicado en Adva San Martín 485, próximo a numerosas instituciones educativas de distinta formación, de otros museos y bibliotecas, por lo cual, su ubicación es muy acertada”, argumento Carla Jara, responsable Fundación Abril de Ramallo.

“Todo esto, suma para que nuestra ciudad cuente con su propio museo paleontológico como centro de interpretación, un lugar para la investigación, para el esparcimiento y divulgación del conocimiento y darles la oportunidad a distintos centros educativos que lo visiten, con el fin concientizar sobre el valor patrimonial y cultural de la zona”, sostienen los vecinos participantes.

El espacio cuenta con una sala de exposición permanente en forma de “C”, la cual debe ser acondicionada para tal fin. Se necesitan para ello, planchas de durlok y todos los materiales a fines. Además, tiene dos habitaciones de 3x3 que se le dará uso de oficinas administrativas, una propia del museo y la otra para la Fundación Abril, quién está avalando este proyecto. Estás se encuentran en buenas condiciones, se deberá pintar únicamente. Con respeto al baño, se necesita la grifería completa para poder habilitarlo, por lo cual, cualquier ayuda de vecinos o comercios interesados es bien recibida.

También tiene en el mismo predio otras instalaciones, que faltan terminar, que serán utilizadas como depósitos de colecciones científicas y laboratorio, acompañado de un parque para ser utilizado para talleres y encuentros culturales, contando con un arenero con una réplica de fósiles para ser descubierto por los niños que nos visiten, convirtiéndose en “paleontólogos por un día” y con ello, cultivar el amor por la ciencia.

Para los que deseen colaborar y poner su granito de arena en este proyecto cultural, que beneficiara enormemente a la comunidad en su conjunto, pueden comunicase con la Fundación Abril Ramallo al mail jaracarlalorena177@gmail.com, o telefónicamente al 3407-401125. Cualquier donación, entrega de inmobiliarios o participación presencial es bienvenida. (Y Para aquellos que quieran saber más en detalle sobre el proyecto, colección de fósiles y/o  obras de paleoarte comunicarse al mail miguelangelskaynet@hotmail.com, o telefónicamente al 3407-404180.-)

“La idea, es abrir al público dentro de los próximos meses, para que puedan apreciar los interesantes materiales que resguarda, sumando replicas educativas de fósiles, y desde el punto de vista artístico, la representación de los animales de la megafauna, abriendo así, a los visitantes, “las puertas de la imaginación a un mundo olvidado”, proponen los organizadores.

Mientras tanto, a diario, se sigue trabajando para que pronto la ciudad de Ramallo y el noreste de la provincia bonaerense cuente con otro espacio para toda la comunidad.

  Mas información, fotos y videos en;  https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2022/06/ramallo-busca-crear-su-propio-museo.html

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Thanatosdrakon amaru, un nuevo reptil volador gigante del Cretácico de Mendoza.

El mundo tiene hoy la posibilidad de conocer una nueva especie de reptil volador. La provincia de Mendoza fue escenario del hallazgo del pterosaurio más grande de Sudamérica que el equipo paleontológico, responsable del descubrimiento, ha llamado Thanatosdrakon amaru.

Los huesos fósiles de Thanatosdrakon se encontraron en afloramientos ubicados en el sur de la provincia de Mendoza, en un yacimiento próximo al Río Colorado, en rocas de fines del Período Cretácico, cuya antigüedad se estima en 86 millones de años.

Thanatos (muerte) drakon (dragon) fue el nombre elegido por los científicos que agregaron la palabra amaru en honor a la deidad. 

Los restos fósiles, que se encuentran excepcionalmente preservados, pertenecen al esqueleto axial (vértebras) y al esqueleto apendicular (huesos de los miembros anteriores y posteriores) de dos ejemplares.

El equipo paleontológico responsable del descubrimiento estuvo a cargo del Dr. Bernardo González Riga, Director del Laboratorio y Museo de Dinosaurios de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (Universidad Nacional de Cuyo), mientras que las tareas propias de excavación y extracción del ejemplar fueron coordinadas por el Dr. Leonardo Ortiz , coordinador general del Laboratorio y Museo de Dinosaurios (Facultad de Ciencias Exactas y Naturales-UNCuyo) y becario posdoctoral del Instituto Interdisciplinario de Ciencias Básicas (CONICET-UNCuyo).

El trabajo se desprende de los estudios realizados entre 2014 y 2019 por el Dr. Leonardo Ortiz David durante el desarrollo de su tesis doctoral como becario del CONICET. Sus análisis, tanto en aspectos evolutivos como paleoecológicos, permitieron identificar que Thanatosdrakon es una de las especies voladoras más grandes del mundo.

Los coautores de la publicación y directores de su tesis doctoral, fueron el Dr. B. González Riga, especialista en dinosaurios y tafonomía, y el Dr. Alexander Kellner (Director del Museo Nacional de Río de Janeiro, Brasil) especialista en pterosaurios.

Tal como expresa Leonardo Ortiz: “Los pterosaurios (reptiles voladores) fueron un grupo muy singular de animales que vivieron desde el Triásico hasta el Cretácico y representan los primeros vertebrados que adquirieron la capacidad de volar activamente. Generalmente suelen confundirse con los dinosaurios, grupo cercanamente emparentado”.

Tras años de investigación, el equipo pudo determinar que los restos estudiados corresponden a una nueva especie de pterosaurio debido a que los huesos presentan características singulares nunca antes vistas en otros pterosaurios del mundo. 

“Otro aspecto relevante es el estado de preservación de los restos fósiles, ya que es inusual hallar numerosos huesos de pterosaurios de gran tamaño y en buen estado de conservación. Este aspecto es crucial, ya que Thanatosdrakon preserva elementos nunca antes descubiertos en otros azhdárquidos gigantes”, explicó Ortiz. Esto posibilitó realizar interpretaciones sobre la anatomía de estos animales, los cuales destacan por ser los vertebrados más grandes que alguna vez volaron en la Tierra.

Un aspecto que se destaca en Thanatosdrakon es el tamaño de sus huesos, los cuales evidencian que se trata de un espécimen gigante; de hecho, es el pterosaurio más grande de Sudamérica y uno de los más grandes del mundo.

Por su parte, Bernardo González Riga destacó los estudios tafonómicos y sedimentológicos que se realizaron, los cuales permitieron conocer el ambiente donde vivieron estos animales y cómo se preservaron.

“En Argentina es importante el rol del CONICET y de las universidades nacionales, dado que favorecen el desarrollo de vocaciones científicas y la formación de jóvenes investigadores que realizan importantes estudios de relevancia internacional, tal como es el caso de L. Ortiz David. Por ello, es importante vincular sinérgicamente investigación, docencia, socialización de la ciencia y formación de recursos humanos, aspectos que dan proyección social y valor científico a los bienes paleontológicos de nuestro país”, agregó.  Fuente; Comunicación Institucional Facultad de Ciencias Exactas y Naturales.

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Descubren fósiles de varios géneros en la localidad de San Pedro.

Fueron descubiertos a unos 10 kilómetros de la ciudad. Pertenecieron a mastodontes, megaterios, armadillos gigantes, macrauchenias y toxodontes, entre otros.

Un hermoso tesoro paleontológico acaba de ser descubierto en la localidad de San Pedro, a unos 170 kilómetros de Buenos Aires. Los más de 100 restos fósiles, recuperados por el equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”, corresponden a ocho géneros de mamíferos fósiles que habitaron la región hasta hace unos 10.000 años atrás.

Las piezas fueron halladas a orillas de un río, luego de trabajos de remoción de sedimentos realizados por una empresa privada. Por el rápido accionar del equipo integrado por José L. Aguilar, Julio Simonini y Walter Parra, junto a Miguel y Gastón Cáceres (quienes fueron los primeros en observar los fósiles), se lograron recuperar los materiales antes de que fueran arrastrados por el agua al lecho del río y se perdieran para siempre.

En paleontología, este tipo de hallazgos se denomina “asociación faunística”, ya que es el descubrimiento de restos de diferentes especies o géneros que convivieron en un determinado lugar, en un período de tiempo acotado.

En este caso, se lograron clasificar partes óseas de ciervos prehistóricos, megaterios, gliptodontes (géneros Glyptodon y Doedicurus), macrauchenias (un llamativo animal con una pequeña trompa o probóscide como la de los tapires), toxodontes (similar a un hipopótamo actual), caballos fósiles y mastodontes (parientes prehistóricos de los elefantes actuales).

“Cuando vimos que se trataba de un conjunto tan impactante de piezas, no lo podíamos creer…”, comenta José Luis Aguilar, fundador y director del Museo Paleontológico de San Pedro. Y agrega, “siempre estamos a la expectativa de este tipo de hallazgos ya que, luego de los estudios pertinentes, terminan aportando excelente información vinculada al medio en el que habitaron los organismos a los que pertenecieron los restos. En este caso, fue doblemente satisfactorio ya que, no sólo vimos que se trataba de una gran diversidad de animales en un mismo lugar, sino que sus restos presentaban un excelente estado de preservación. Algo que facilita las investigaciones que posteriormente se realizan sobre los fósiles”.

Entre los restos descubiertos sobresalen, por su tamaño, dos mandíbulas de mastodontes adultos, con molares incluidos y parte de una defensa o colmillo muy bien conservado. Además, en este hermoso testimonio de la prehistoria de la región, hay numerosas pelvis incompletas de macrauchenias en diferentes etapas de desarrollo y varios fósiles de toxodontes, junto a varias decenas de piezas de ciervos fósiles de una especie aún no determinada. De los dos géneros de gliptodontes hay una rama mandibular impecable y parte de un tubo caudal o cola. Partes de extremidades y molares de caballos prehistóricos, complementan el cúmulo de fósiles recuperados.

El Dr. Luciano Brambilla, investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad Nacional de Rosario se encuentra analizando la gran diversidad de restos hallados, junto al equipo de San Pedro.

El biólogo explica que “el conjunto de fósiles reunidos muestra parte de la fauna extinta sudamericana del final del Pleistoceno, en la que se destacaban los animales de tallas gigantes y medianas.

Entre ellos, los perezosos al igual que los gliptodontes representados en el conjunto recuperado se originaron a partir de un antepasado en común que vivió hace mas de 60 millones de años y evolucionaron hasta alcanzar las formas aquí encontradas en San Pedro. Por otra parte, toxodontes y macrauchenias no poseen actualmente ningún tipo de representante viviente que permita rápidamente asociarlos a animales conocidos. Sin embargo, a partir de fósiles como éstos se postula que Macrauchenia fue un corredor de talla alta posiblemente asociado a climas áridos y que Toxodon era un animal pesado relacionado a ambientes acuáticos que ocuparía un rol en el ecosistema tal como lo hacen actualmente los hipopótamos en África. Aún queda mucho por decir sobre la evolución e interacciones de estos animales del pasado de Sudamérica por lo que los hallazgos de estos conjuntos fósiles permiten avanzar en este sentido reconociendo los componentes de aquella fauna perdida”. Fuente Museo Paleontológico de San Pedro.

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Kaykay lafken, una nueva especie de pez jurásico procedente de vaca muerta.

El hallazgo paleontológico resulta clave para entender la evolución de la vida marina, ya que se lo considera transicional entre dos grandes grupos con los que comparte rasgos

Investigadores del Conicet La Plata reportaron el hallazgo de fósiles de un pez perteneciente a la época del Jurásico superior, extinto hace alrededor de 150 millones de años. Los restos del espécimen fueron descubiertos en Vaca Muerta, según informó hoy el organismo científico.

El animal encontrado se trata de un pez paquicórmido, perteneciente a un grupo de peces óseos que vivieron entre el Jurásico temprano y el Cretácico tardío, de 182 a 66 millones de años atrás. El hallazgo paleontológico resulta clave para entender la evolución de la vida marina, ya que se lo considera transicional entre dos grandes grupos con los que comparte rasgos: los holósteos -que fueron abundantes durante el Mesozoico, de 251 a 66 millones de años atrás- y los teleósteos, que dominan los mares y ríos actuales hasta abarcar al 96% de las especies de peces existentes.

La paleontóloga del Conicet Soledad Gouiric-Cavalli, de la Facultad de Ciencias Naturales y Museo de la Universidad Nacional de La Plata (FCNyM, UNLP), y su colega Gloria Arratia, del Instituto de Biodiversidad y Departamento de Ecología y Sistemática Biológica de la Universidad de Kansas, Estados Unidos, estudiaron materiales fósiles provenientes de la formación geológica Vaca Muerta, en la Cuenca Neuquina, en un trabajo que dejó como resultado un minucioso análisis morfológico de los ejemplares encontrados en el país y les permitió reportar el hallazgo de una nueva especie de paquicórmido, según conclusiones publicadas en la revista científica Journal of Systematic Palaeontology.

“Uno de los puntos de interés que tiene el trabajo es que pone de relieve la importancia de la Formación Vaca Muerta para la paleoictiología, es decir, el estudio de los peces fósiles, por su importante contenido fosilífero y porque la preservación allí es tanto o más exquisita que en algunas regiones del hemisferio Norte”, adviertieron las especialistas.

El trabajo comenzó durante la tesis doctoral de Gouiric-Cavalli y se basó en el análisis de la anatomía de los ejemplares del grupo hallados en Argentina tanto con luz normal como con luz ultravioleta (UV).

“El proceso fue largo y logramos terminarlo recién durante la pandemia, cuando pudimos revisar toda la filogenia de los paquicórmidos, y a partir de una serie de rasgos muy particulares, como huesos suborbitales, de la boca, la mandíbula y la región posterior del cráneo, proponer la existencia de una nueva especie para este grupo: Kaykay lafke”, señalaron las paleontólogas, quienes precisaron: “Esta es la primera reconstrucción de un pez para la Formación Vaca Muerta”.

El animal encontrado se trataría de un pez carnívoro de una longitud total mayor a los dos metros, que habitó la Patagonia argentina durante el Jurásico superior, hace alrededor de 150 millones de años, con aletas pectorales en forma de guadaña, escamas muy pequeñas y delgadas.

“Por su forma, tamaño y tipo de nado podría decirse que era similar a algunos peces teleósteos actuales, como los atunes, o los peces vela y espada”, explicaron.

“Lo más interesante es lo detallado en nuestro análisis sobre los rasgos anatómicos de estos peces. La publicación incluye una extensa y pormenorizada lista de caracteres anatómicos ilustrados, los que en su mayoría fueron corroborados uno por uno en cada ejemplar de los que usamos para construir la filogenia, acompañados de fotografías y dibujos que grafican las observaciones”, subrayó la investigadora. Fuente Télam y La Nación.

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Encuentran fósiles de un pez elefante provincia de Buenos Aires y de Chubut.

Las quimeras son parte de una clase muy particular de peces cartilaginosos. El aspecto tan característico de estos peces se conoce desde el Devónico, siendo hoy en día un grupo de peces mucho menos diverso de lo que fue en el pasado.

En las costas argentinas hoy vive una única especie de quimera, Callorhinchus callorynchus conocida localmente con el nombre de pez elefante (por la proyección del hocico) o banderita (por la forma de la amplia de la espina dorsal).

Recientemente se publico un artículo científico que hace un repaso sobre el registro fósil de estos peces en Argentina, aportando nuevos registros y proponiendo algunos cambios taxonómicos.

<<<Callorhinchus callorynchus.

La primera referencia sobre una quimera fósil en Argentina fue establecida por Florentino Ameghino en 1898, se trata de materiales fragmentarios procedentes del Cretácico superior de la provincia de Santa Cruz.

En 1930 los científicos Smith Woodward y Withe describieron una quimera de grandes dimensiones a la que llamaron Callorhynchus crassus, una especie extinta del Mioceno Inferior de la provincia de Santa Cruz. La revisión de estos materiales nos llevó a fundamentar sobre la base de varios rasgos morfológicos que su inclusión en el género Callorhinchus no está debidamente sustentada y proponemos una nueva combinación, incluyendo esta especie en el género extinto Ischyodus (Ischyodus crassus).

En este trabajo además aportamos el primer registro para Argentina de la quimera Ichyodus dolloi, sobre la base de un material que proviene de la localidad paleocena de Punta Peligro en la provincia de Chubut.

Adicionalmente describimos restos mandibulares y palatinos de los depósitos marinos de la ultima transgresión marina Holocena de la provincia de Buenos Aires. Estos materiales pueden identificarse dentro del género Callorhinchus y morfológicamente son muy similares a la especie viviente Callorhinchus callorynchus.

La referencia del artículo: Bogan S. and Agnolín F.L., 2022. The fossil record of chimaeras (Chondrichthyes, Holocephali) in Argentina. Historical Biology. The fossil record of chimaeras (Chondrichthyes, Holocephali) in Argentina

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Nuevo estudio en Amargasaurus, para determinjar si tenía velas o cuernos.

Encuentran nueva evidencia sobre cómo era la doble hilera de espinas que llevaba sobre su espalda y cuello este peculiar dinosaurio herbívoro de Patagonia. La investigación realizada por paleontólogos argentinos, fue publicada recientemente en la revista científica Journal of Anatomy.

Amargasaurus cazaui formó parte de la comunidad de dinosaurios herbívoros que vivió hace 130 millones de años durante el Cretácico inferior, en lo que es hoy Patagonia. “Esta especie pertenece a una familia (dicreosáuridos) que se caracterizaba por tener espinas bífidas y largas. Pero lo que llama la atención en Amargasaurus es que son dobles hasta cerca de la región sacra y, además, son mucho más largas que en cualquier otro miembro del grupo” explica José Luis Carballido (CONICET-MEF), integrante del equipo de investigación.

Uno de los desafíos de los paleontólogos es tratar de reconstruir cómo habrían sido en vida las especies extintas, pero muchas veces se convierte en una tarea más compleja por no tener representantes conocidos para comparar.  “Durante varios años se debatió acerca de qué podía haber sobre las espinas de Amargasaurus. Una de las hipótesis sostenía que tenía una cubierta de piel sobre las espinas, como si fuera una vela. Mientras que la otra proponía que cada espina tenía una cubierta queratinosa, como si fueran múltiples cuernos, una idea que se apoya en la presencia de rugosidades como las que vemos en los huesos que están dentro de la cubierta queratinosa de los cuernos”.

En este estudio, un equipo multidisciplinario de investigadores de CONICET, realiza por primera vez un análisis minucioso sobre las espinas de Amargasaurus para encontrar evidencias que respalden alguna de las hipótesis conocidas o que brinden nueva información. “Cuando analizamos la morfología externa, nos dimos cuenta de que las rugosidades no son similares a la de los cuernos. En los cuernos, en el sitio donde nace la cobertura córnea, el hueso tiene un refuerzo en la zona más frágil, evitando fracturas por golpes. Esta zona de refuerzo no se ve en las espinas de Amargasaurus, por eso externamente comenzamos a descartar la presencia de cuernos”.

 Por el contrario, los tejidos óseos sugieren que existía un tejido blando, posiblemente ligamentos, que unía las espinas de vértebras sucesivas a lo largo de toda su extensión”.

Ignacio Cerda (investigador de CONICET en el Museo Carlos Ameghino), especialista en histología fósil se encargó de analizar el tejido de las espinas y explica “A nivel microscópico podemos encontrar pistas de lo que está ocurriendo a mayor escala, y en este caso, el tejido óseo que forman las espinas nos indican qué podría cubrirlas cuando el animal estaba vivo. En nuestro estudio no encontramos evidencias a favor de una cubierta queratinosa [cuernos].

<<<Reconstrucción de Amargasaurus. Autor Luís V Rey.

 “Teniendo en cuenta toda la información anatómica e histológica, llegamos a la conclusión de que probablemente Amargasaurus tenía una especie de vela, posiblemente doble, en la región del cuello. Aún no sabemos qué rol podrían cumplir estas velas, tal vez podrían ser un elemento para disuadir a otras especies, atraer individuos del sexo opuesto o incluso para competir dentro de la misma especie. Pero tenemos un registro demasiado escaso como para poder tener pruebas que nos ayuden a entender cómo habría sido el comportamiento de esta especie cuando caminaba sobre nuestro planeta”, finaliza José Luis Carballido.

Autores del trabajo científico: Ignacio Cerda (CONICET, Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología- UNRN, Museo Carlos Ameghino), Fernando Novas (CONICET, MACN), José Luis Carballido (CONICET-MEF) y Leonardo Salgado (CONICET, Instituto de Investigación en Paleobiología y Geología- UNRN, Museo Carlos Ameghino). Fuente MEF.

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Maip macrothorax, un enorme depredador carnívoro que fue uno de los últimos dinosaurios antes de la extinción.

Un equipo de científicos del CONICET del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” (MACN) descubrió, en la provincia de Santa Cruz, los huesos del megaraptórido más grande conocido hasta el momento. Se estima que este ejemplar carnívoro, en cuyo hallazgo participaron además dos paleontólogos de Japón, habría vivido en la Patagonia en la época anterior a la extinción de los dinosaurios -el denominado Período Cretácico-, hace casi setenta millones de años. El hallazgo de esta especie, que por sus características fue bautizada con el nombre Maip macrothorax, acaba de publicarse en la revista Scientific Reports.

“Con Maip le ganamos a la pandemia”, dice el paleontólogo del CONICET Fernando Novas, jefe del Laboratorio de Anatomía Comparada del MACN y líder del equipo que colectó los huesos de Maip en cercanías a El Calafate días antes de que se desatara la pandemia mundial debido al coronavirus, a mediados de marzo de 2020. Una vez decretado el aislamiento social y preventivo obligatorio, el equipo de treinta paleontólogos y técnicos que se encontraba en pleno viaje de campaña, realizando las exploraciones y excavaciones en la zona, tuvo que interrumpir su tarea. Quedaron aislados en El Calafate, a 2700 kilómetros de Buenos Aires, hasta que pudieron regresar. De vuelta en sus casas, se dividieron las muestras que habían colectado en el campo y continuaron, cada uno desde su hogar, con el proceso de preparación de los fósiles y su posterior estudio. “Si bien la pandemia nos impidió regresar a nuestro lugar de trabajo, pudimos continuar con el análisis de los rasgos morfológicos de Maip sin inconvenientes”, dice Novas, con orgullo.

Las características que encontraron en este nuevo dinosaurio resultaron muy novedosas: los paleontólogos descubrieron que Maip tenía entre nueve y diez metros de largo y un peso de aproximadamente cinco toneladas. Para soportar dicho peso, su columna vertebral estaba compuesta por enormes vértebras interconectadas por un complejo sistema de músculos, tendones y ligamentos, que el equipo pudo reconstruir a partir de observar una serie de rugosidades y estrías en sus regiones articulares. Ese sistema, infieren los científicos, le permitía al animal mantenerse erguido sobre sus patas traseras mientras caminaba o corría.

“Los huesos de Maip nos ayudaron a entender mejor la anatomía de los megaraptores. Pertenecen a una familia cuyo esqueleto no era como el de un tiranosaurio, grande pero pesado, sino que eran animales ligeros. Es decir que sus huesos no eran macizos sino que presentaban una gran cantidad de huecos internos que los hacían mucho más livianos, algo así como un ladrillo hueco comparado con uno macizo –explica el becario del CONICET Mauro Aranciaga Rolando, primer autor del artículo-. Además tenían cola larga y patas largas, lo que también corrobora que eran animales relativamente ágiles. Lo más característico de estos dinosaurios son sus brazos: largos, gigantes, rematados por unas garras de hasta treinta y cinco centímetros de largo, con las que inferimos que agarraban y despedazaban a sus víctimas. Eran su arma principal, ya que sus dientes eran afilados pero pequeños”.

Los paleontólogos ya tenían cierta información sobre la familia de los megaraptores: el primero de los hallazgos de este grupo de dinosaurios fue Megaraptor namunhuaiiquii, descubierto en 1996 por Novas en la provincia de Neuquén, al que le siguieron los descubrimientos de nuevos megaraptores en Australia, Japón y Tailandia. “Cuando tuve la fortuna de descubrir al primer megaraptor en Neuquén fue un impacto grande”, recuerda Novas, “porque se trataba de un enorme carnívoro que tenían manos provistas de garras de unos cuarenta centímetros de largo. Algo nunca antes visto. Después se descubrieron parientes más pequeños de esta especie en Australia. Luego también en otras regiones de la Patagonia, y se fue ampliando la familia de estos peligrosos depredadores. Estos hallazgos se completan con Maip: ahora tenemos a uno de los más grandes, robustos y de los últimos que vivieron en la zona antes de la extinción masiva de fines del Cretácico”, advierte el científico.

El nombre de Maip fue elegido por Aranciaga Rolando. La elección tuvo que ver con que “proviene de un ser maligno de la mitología Tehuelche que habitaba en la cordillera y mataba usando el frío. Justamente, el hallazgo de Maip se produjo al sur de El Calafate, desde donde se aprecia la fastuosa Cordillera de los Andes, un lugar de temperaturas muy frías. Además, para los tehuelches, Maip representaba la sombra que deja la muerte a su paso, mientras que nosotros imaginamos que, durante el Cretácico, este gran depredador con su enorme tamaño habría provocado algo similar”, explica el becario. El término macrothorax, por su parte, hace referencia a la enorme cavidad torácica que poseía este dinosaurio.

Maip fue hallado en una zona muy particular: la Estancia La Anita, ubicada a pocos kilómetros de la localidad de El Calafate. Un territorio que, setenta millones de años atrás, era muy diferente: “Era un ecosistema cálido –describe Novas-. Había caracoles acuáticos y terrestres, plantas de muy distinta filiación, era un bosque, casi una selva, con charcos, lagos, arroyos, y diversas criaturas como ranas, tortugas, peces, aves pequeñas y mamíferos. La cordillera de los Andes todavía no se había elevado. De todos esos organismos que vivían en ese entonces fuimos colectando restos fósiles, y ahora, con Maip, agregamos a un super depredador, lo que nos permite ir completando la pirámide alimenticia.”.

Este lugar, que era tan distinto hace setenta millones de años, fue para el equipo de investigación un paisaje de ensueño. “Cuando estamos de campaña, la oficina de la paleontólogos muchas veces se traslada temporalmente a un lugar hermoso, y este fue el caso”, admite Aranciaga Rolando. “Hoy es un lugar rodeado de montañas enormes, glaciares, lagos, que demanda que tengamos que caminar muchas horas en condiciones climáticas extremas, pero estando allí, mientras excavábamos para sacar a este dinosaurio que estuvo setenta millones de años enterrado y mirábamos el Lago Argentino, sentíamos una plenitud increíble”. Novas coincide: “Es un sitio que hoy tiene una vista extraordinaria, un paisaje digno de una película de El señor de los anillos. Desde lo alto del filo, uno puede divisar el Glaciar Perito Moreno, distintos picos montañosos como las Torres del Paine o El Chaltén. Y este sitio es un lugar privilegiado, además, porque nos permite ir conociendo cada vez mejor a los distintos integrantes de ese ecosistema que se desarrolló al sur del Calafate. Es un tesoro fósil que recién comenzamos a descubrir y comprender”.

Y si bien el esqueleto de Maip brinda mucha información, todavía quedan muchas preguntas sin respuesta. “Aún desconocemos varias partes del esqueleto de este animal, como el cráneo y los brazos, por eso mismo pensamos volver al lugar para buscar más fósiles”, adelanta Novas. Por su parte, Aranciaga Rolando agrega que “los megaraptores son predadores bastante enigmáticos, y si bien Maip nos ayudó a atar varios cabos sueltos, en especial sus relaciones de parentesco con otros dinosaurios carnívoros, todavía quedan por dilucidar aspectos de su comportamiento de caza, por ejemplo cuáles habrían sido sus presas favoritas, entre otras cosas”. Para contestar estos interrogantes, los paleontólogos ya están planificando una próxima expedición, que esperan concretar a comienzos del 2023, con el fin de recabar más datos de estos antiguos habitantes del sur patagónico. Ilustrador Agustín Ozán. Fuente; Conicet.

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Tessellatia bonapartei, un nuevo ancestro de los mamíferos del Triásico de La Rioja.

Los probainognathios son un clado de cinodontes que incluye a los mamíferos como su único grupo viviente. Aunque en Argentina se han hallado numerosos taxones de probainognathios del Carniano, edad temprana del Triásico Superior (entre 237 y 227 millones de años), hasta ahora sólo se conocía una especie de probainognathio del Noriano, edad siguiente al Carniano y que terminó hace alrededor de 208 millones de años. Más allá de la Argentina, a nivel mundial aún son muy escasos los fósiles de probainognathios hallados en yacimientos del Noriano, aun cuando existen diversos registros del grupo para etapas anteriores y posteriores.

Un reciente hallazgo protagonizado por paleontólogos y paleontólogas del CONICET y del que también participaron colegas radicados en Alemania, publicado hoy en la revista Scientific Reports, contribuye a llenar ese vacío. Se trata del descubrimiento, en afloramientos de la Formación Los Colorados en el Parque Nacional Talampaya (Provincia de La Rioja), de restos del cráneo de un pequeño probainognathio diferente a todos los conocidos hasta el momento. La nueva especie, de una antigüedad cercana a los 220 millones de años, fue bautizada con el nombre de Tessellatia bonapartei.

“Tessellatia deriva de la palabra Latina tessella, cada una de las partes que forman un mosaico, en alusión a la combinación de características basales y derivadas presentes en este animal, que lo hacen muy peculiar. La segunda parte del nombre, bonapartei, es un homenaje al doctor José Fernando Bonaparte, investigador del CONICET, y uno de los grandes impulsores de la paleontología de vertebrados en Argentina, quien además trabajó incansablemente para ampliar nuestro conocimiento sobre los ecosistemas del Mesozoico y describió, en 1971 y 1980, los primeros restos de cinodontes de la Formación Los Colorados”, explica Leandro Gaetano, investigador del CONICET en el Instituto de Estudios Andinos “Don Pablo Groeber” (IDEAN, CONICET-UBA) y primer autor del trabajo.

Es importante destacar que, hasta el momento, en la Formación Los Colorados, célebre por el hallazgo de grandes reptiles, sólo se habían hallado unos pocos restos de cinodontes, también de pequeño tamaño. Es en este contexto que los autores del estudio renovaron los esfuerzos de exploración de esta unidad y desde 2014 se encuentran trabajando activamente en su análisis paleontológico y geológico, con resultados muy promisorios.

Uno de los elementos a los que generalmente se recurre para determinar relaciones de parentesco en cinodontes es la forma de la dentición. Pero en este caso, si bien el animal tiene una dentición propia de formas derivadas entre los cinodontes del Triásico y Jurásico, lo que haría pensar que Tessellatia puede tener un parentesco cercano con los mamíferos, el largo del paladar -más corto de los esperado-, así como la conexión de los huesos que forman el interior de la órbita, son propios de formas basales. “Este tipo de características son las que hacen de Tessellatia un mosaico y vuelven muy complicado clasificarlo”, señala Fernando Abdala, investigador del CONICET en la Unidad Ejecutora Lillo (UEL, CONICET – FML) y segundo autor del trabajo.

Con el objetivo de entender las relaciones de parentesco de la nueva especie, el trabajo de Scientific Reports ofrece el análisis filogenético de cinodontes más completo realizado hasta el momento, tanto por el número de taxones incluidos como por la cantidad de características involucradas.

Aunque el trabajo ubica a la nueva especie en una posición basal en el árbol filogenético de los cinodontes, no muy cercana al origen de los mamíferos, los investigadores señalan que esta ubicación puede ser provisoria. “Se trata de una clasificación momentánea, a partir de lo que conocemos hasta ahora. Las filogenias siempre están en construcción, por lo que es posible que nueva información modifique el actual lugar de Tessellatia en el árbol”, señala Abdala.

Finalmente, con el fin de comprender la historia biogeográfica de los probainognathios, se realizó el primer análisis biogeográfico cuantitativo para este grupo de animales, lo que permitió reconocer diferentes eventos, como diversificaciones y dispersiones.

“Estudiar la historia biogeográfica de un grupo significa tratar de entender cuestiones como dónde se originó el linaje, cómo se dispersó por el mundo, hasta dónde llegó, y en qué lugares y cuándo se extinguió. Al analizar la historia de los probainognathios, un dato que nos llamó la atención es que Gondwana -el bloque continental que reunía a los que ahora son los continentes del hemisferio sur- tiene una gran importancia en el origen de los clados tempranos del grupo y, dentro de Gondwana, tienen especial importancia Brasil, Argentina y el sur del continente africano, sobre todo durante el Triásico Medio y el principio del Triásico Tardío.

Recién después del segundo curso de diversificación, que es posterior al Noriano, toman más relevancia, en la historia de los probainognathios, los continentes del hemisferio norte”, señala Federico Seoane, investigador del CONICET en el IDEAN y también autor del trabajo.

Este trabajo resalta que el Triásico argentino y sudamericano es de gran importancia en el registro de cinodontes basales que permiten reconstruir el mosaico histórico de los antecesores de los mamíferos. Ilustración: Juan Cristobal Sotomayor. Fuente; Conicet.

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Nuevo espacio del Museo de Ciencias Naturales “Lucas Kraglievich”de Marcos Paz.

El intendente Ricardo Curutchet junto a autoridades municipales realizaron la inauguración del nuevo espacio del Museo de Ciencias Naturales “Lucas Kraglievich” ubicado en la calle José C. Paz 146, se informó oficialmente.

En ese marco, Victoria López, la directora del Museo, manifestó que están “muy felices de poder inaugurar el Museo en este nuevo espacio”, y se mostró muy agradecida con la familia “que nos dio la oportunidad de alquilar esta casa donde estamos muy cómodos”.

A su vez, López destacó el trabajo “sin descanso, pero con mucho gusto” de todo el equipo de Paleontología para hacer posible esta reapertura del Museo “después de varios meses” para toda la comunidad.

En tanto, Lidia, una de las dueñas de la casa, agradeció a “todos los que estuvieron formando parte de este proyecto”. “Nos sentimos recontra felices de que nuestra casa de la infancia haya vuelto a cobrar vida y sea abierta para toda la comunidad”, aseguró.

Por su parte, Curutchet resaltó que “el Museo es una marca registrada en el distrito” y comentó que “las cuestiones propias de la vida y el crecimiento hicieron que hayamos tenido que trasladar el Museo”.

El jefe comunal también indicó que este traslado se produce en sintonía con una de las políticas que se llevan adelante desde el Municipio que es la de “preservar aquellas casas que son parte de la historia de un pueblo”. Fuente; marcospaznoticias.com

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Restauran el cráneo de un Mastodonte del Pleistoceno del Rio Salado.

Técnicos del CONICET se encuentran trabajando sobre la pieza correspondiente a un stegomastodon.

La pieza histórica correspondiente a un stegomastodon fue encontrada en el año 2018 en la ribera del Salado de la ciudad, cuando hubo una bajante de agua producto de la sequía. El hallazgo fue ejecutado por integrantes pertenecientes al Museo Municipal Paleontológico (MUMPA) en conjunto con vecinos de Junín. Actualmente técnicos profesionales del CONICET trabajan en la restauración de la pieza.

El coordinador del MUMPA, José María Marchetto manifestó sobre el hallazgo: “El rescate del cráneo se realizó con la colaboración de diferentes profesionales”, y completó: “La tratativa para realizar la restauración ya está en marcha para poder llevarlo a exposición. La época de pandemia retrasó el procedimiento, este mes se pudo reactivar la actividad, hubo contacto con el museo Bernardino Rivadavia de Buenos Aires, para que técnicos profesionales pudieran viajar a realizar la reconstrucción”.

“Esta pieza es de enorme relevancia, supera la antigüedad de 15 mil años por el sitio en donde se lo encontró. No es común descubrir cráneos de stegomastodon, es un animal emparentado con el elefante actual, tiene un valor científico, patrimonial, y cultural importante”, indicó el coordinador.

En este contexto, Marchetto agradeció al Museo “Bernardino Rivadavia” de la ciudad de Buenos Aires y al CONICET por colaborar con el trabajo, y agregó: “Esto es patrimonio de toda la ciudad, el objetivo es preservarlo para que los juninenses puedan disfrutarlo y los paleontólogos involucrados en los mastodontes, estudiarlo”.

En cuanto a la parte técnica, Marcelo Isasi, representante del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia” y técnico principal del CONICET explicó: “Desde la institución realizamos la parte mecánica del ejemplar, se separa el sedimento que está alrededor de los huesos, al ser una pieza delicada hay que colocarle consolidantes para evitar que se desmorone. El trabajo es minucioso y paciente, se utilizan herramientas de precisión en el fósil expuesto”.

“El trabajo que se realiza en la zona del Salado de Junín es formidable, se está desarrollando una actividad profesional consciente y dedicada, eso es importante para la comunidad y para la paleontología argentina. El descubrimiento es un material interesante, no hay cráneos de mastodontes con la calidad de la pieza hallada; es para disfrutarla y a Junín esto le da un renombre”, destacó además el profesional en fósiles.

Por su parte, David Piaza, curador del museo de Marcos Paz explicó el procedimiento de la exhibición de la pieza y dijo: “Se transporta al Museo Histórico de Paleontología, se coloca sobre una base en una vitrina del lugar para que la gente pueda acercarse y la idea es que se pueda seguir estudiando la fracción, ya que tiene marcas que agregan información, por ejemplo, de cómo se fosilizó”.

<<<Cráneo de Stegomastodon o Notiomastodon, en el Museo de La Plata. Ilustrativo.

Marchetto, también informó que “en la rivera del Salado subió el agua en gran dimensión y por dicha razón no está aflorando nuevo material. Se tiene en cuenta las bajantes para ir al lugar a realizar prospección y caminar el río para verificar si se distingue algo y tratarlo”.

Por último, Juan Pablo Franco, colaborador del MUMPA solicitó que aquellas personas que encuentren un resto fósil se contacten mediante un mensaje privado con la página de Facebook del Museo Legado del Salado Junín. Fuente; laverdadonline.com.

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En el Cretácico, los reptiles sobrevolaban Picún Leufú, Neuquén.  

A fines de 2021 se hallaron huellas de rastros de reptiles voladores en la costa del lago Ramos Mexia en cercanías a la localidad.

Durante el período Cretácico, hace unos 100 millones de años, convivieron gigantescos dinosaurios como el Gigantosaurus, saurópodos como el Andesaurus y el Limaysaurus, entre otros, como así también reptiles representados por cocodrilos, tortugas y esfenodontes que se desplazaban de un lado para el otro. Pero también otros reptiles dejaron improntas muy extrañas en los sedimentos de esos tiempos. Se trata de los reptiles Pterosaurios o reptiles voladores.

Según el paleontólogo Jorge Calvo, responsable del Parque Geopalentológico Proyecto Dino, estos reptiles fueron los reyes de los cielos mesozoicos. “Era un grupo extraordinariamente diverso de reptiles alados que variaban desde criaturas peludas con ojos grandes y bocas puntiagudas a titanes del tamaño de una jirafa con la envergadura de un avión caza”, explicó el especialista a LMNeuquén. Los mismos, según Calvo, poseían dientes filosos, otros no tenían dientes y otros adaptados para atrapar a las resbaladizas presas del agua. “Su visión probablemente era aguzada para detectar presas en la superficie”, precisó.

Pero lo que más llamaba la atención de estos reptiles voladores es que eran animales cuadrúpedos. “Esto es que si bien en el aire se desplazaban libremente, en el suelo se desplazaban en cuatro patas y no en dos como las aves actuales”, explicó . De esta manera, sus pisadas en los sedimentos se componen de la impresión de manos y patas. “Este grupo de animales fueron los reptiles que conquistaron los cielos del Jurásico y Cretácico”, afirmó el paleontólogo e investigador de la Facultad de Ingeniería de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo).

A fines de 2021, un grupo de investigadores encabezados por Calvo, acompañados del técnico Juan Mansilla y la subsecretaria de Turismo de Picún Leufú, Cynthia Rivera, realizaron una visita a la isla Cerrito del Bote próximo a la península de Picún Leufú. En esta isla, a mediados de 1999, Calvo había descubierto huellas de dinosaurios correspondientes a un saurópodo muy grande que las asignó a Sauropodichnus y unas huellas pequeñas de un depredador desconocido que recién muchos años después, asignaron a la icnoespecie Candeleroichnus.

Durante los trabajos de exploración paleontológica realizados a fines del año pasado, los especialistas descubrieron que las huellas todavía se encontraban en buen estado pero además se sorprendieron al identificar por primera vez en ese sector del lago los rastros de estos reptiles voladores.

Calvo comentó que el sitio donde yacen las mencionadas huellas se encuentran en la costa sur este del Lago Ezequiel Ramos Mexia entre capas de roca, en una costa golpeada por las olas debido a la subida y bajada del lago.

Consideró que este hallazgo es muy importante ya que incrementa la fauna de vertebrados que vivió hace 100 millones de años. Explicó que huellas de Pterosaurios se habían descubierto en 1987 por Lieto Tessone, descubridor del Limaysaurus tessonei, en la península de pescadores cerca de la villa de El Chocón y fueron estudiadas por Calvo y Martín Lockley en el 2001 donde se determinó que correspondían al icnogénero Pteraichnus.

Este nuevo hallazgo y estudio científico se encuentra en el yacimiento de huellas fósiles más rico del Lago Ramos Mexia y de la provincia de Neuquén. “Hasta ahora no se han encontrado restos óseos pero las huellas son evidencia de su existencia”, aclaró Calvo. Agregó que se han preservado “la impresión de icnitas con tres dedos de las manos que tienen una silueta asimétrica. Una de las icnitas que se rescató del sitio tiene 8 centímetros de largo y un ancho de 5 centímetros”, lo que permite inferir que se trata de un pterosaurio de pequeño tamaño.

Por otra parte, cabe señalar que huellas de Pterosaurios no son muy comunes de hallar pero estas son una excepción en el hemisferio sur. El equipo de trabajo que encabeza Calvo realiza en forma periódica relevamientos en el área de Picún Leufú ya que se aprovecha la bajante excepcional del lago. “De esta manera se están rescatando aquellas huellas sueltas las cuales se depositan en el reservorio provisorio del Museo Municipal de Picún Leufú que prontamente abrirá al público para que todos las puedan disfrutar y aprender de ellas”, sostuvo.

Calvo comentó que este trabajo científico se dará conocer en la trigésimaquinta Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados que se realizará en la ciudad de Trelew en mayo próximo. Agregó que contaron con el apoyo del Municipio de Picún Leufú con el objetivo "de poner en valor todos los yacimientos paleontológicos de la zona".

“Los hallazgos de restos óseos y trazas fósiles son abundantes en la provincia de Neuquén pero lo más importante es dar a conocer las mismas en eventos científicos para que sirvan como evidencia de la fauna que vivió hace millones de años”, concluyó Calvo. Fuente; lmneuquen.com

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Yelaphomte y Pachagnathus, dos nuevos reptiles voladores del Triasico de Argentina.

Luego de medio siglo de una incertidumbre no resuelta por la ciencia en el mundo acerca del origen y evolución de los pterosaurios, un hallazgo sanjuanino acude ahora con las respuestas.

Según una investigación recientemente finalizada, y encabezada por el paleontólogo Ricardo Martínez, del Museo de Ciencias Naturales de la UNSJ, aquellos primeros lagartos voladores no se originaron sólo en el Hemisferio Norte, sino que también vivieron, casi en la misma época, en el Hemisferio Sur.

Esta nueva evidencia, que cambia varios paradigmas en la comunidad científica internacional, se basa en el hallazgo y posterior estudio de restos fósiles de dos pterosaurios de distintas especies en la localidad caucetera de Balde de Leyes, en el desértico sureste sanjuanino, a los que Martínez finalmente bautizó como Yelaphomte praderioi (hallado en 2014) y Pachagnathus benitoi (encontrado en 2015). Ambos tipos, el primero mucho más pequeño que el segundo, convivieron en esa zona desde hace al menos unos 205 millones de años.

El aporte logrado desde la paleontología local no sólo agrega un capítulo imprescindible a la ciencia de la evolución, sino que además logra particular relevancia porque los restos hallados en aquel rincón caucetero son los únicos encontrados en toda la mitad inferior del planeta, por debajo de la línea del Ecuador. Tan revelador es este descubrimiento, que hoy mismo es dado a conocer por la revista británica especializada Papers in Palaeontology, bajo el título (traducido del inglés) "El amanecer de los reptiles voladores: primer registro triásico en el Hemisferio Sur". El primer autor del artículo es el propio Ricardo Martínez, en tanto que lo acompañan como coautores el paleontólogo inglés Brian Anders, la paleontóloga argentina Cecilia Apaldetti y el paliohistólogo patagónico Ignacio Cerda.

Los pterosaurios fueron los primeros reptiles voladores que habitaron la Tierra desde hace unos 220 millones de años, en el supercontinente conocido como Pangea, previo a los movimientos que llevaron a la división geográfica actual de cinco continentes. No derivaban de los dinosaurios, sino que compartían con ellos un ancestro en común. Podían volar gracias a la estructura hueca de sus huesos (como sucede con las aves actuales) y a las "alas" que desplegaban, que en realidad eran membranas que se extendían desde el cuarto dedo hasta la altura del muslo.

Durante el último medio siglo, todos los fósiles que permitieron reconstruir cómo eran estos animales prehistóricos fueron hallados en el Hemisferio Norte. Los sistemas geológicos correspondientes al periodo Triásico en los que los paleontólogos del mundo dieron con esos restos están ubicados en los Alpes italianos y suizos, así como en zonas específicas de Estados Unidos y Groenlandia. Un dato llamativo es que todos esos fósiles aparecieron en litorales marinos, es decir, en sitios que hace más de 200 millones de años estaban cubiertos por mares.

Según le explicó Martínez, eso hizo asumir como ciertas dos hipótesis. La primera, que los primeros lagartos voladores se habían originado en el Norte, con la presunción de que podrían luego haberse diversificado hacia el Sur mediante millones de años de evolución, pero sin ningún elemento que probara su existencia de este lado del planeta. Y la segunda, que habitaban ambientes continentales marinos, lo cual los llevaba a volar sobre acantilados y buscar allí su alimentación.

"Como pasa con todos los grupos de animales voladores, no se conoce mucho sobre su origen", comentó Martínez. En su artículo para Papers in Palaeontology, además, esbozó una tercera hipótesis: el hecho de que los fósiles de pterosaurios en el Norte hayan sido hallados sólo en fondos de mares triásicos puede deberse no a que ese fuera su hábitat, sino a que es el único lugar no tan hostil para la conservación de esos restos. "Estamos hablando de huesos huecos, débiles, muy frágiles. Los que quedaron en la superficie, seguramente no dejaron vestigios porque fueron pulverizados con el tiempo", arriesgó el sanjuanino.

Ahí es donde entra a tallar la importancia superlativa del doble hallazgo en Balde de Leyes. No sólo revela que los lagartos alados existían en el Sur casi al mismo tiempo que en el Norte (los fósiles cauceteros, se cree, son muy poco más jóvenes que los italianos), sino que también saca a la luz que acá habitaban ambientes puramente continentales.

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Recuperan y estudian tortugas del Cretácico en el lago Barreales, Neuquén.

Los ejemplares hallados se encuentran en la colección científica del parque paleontológico.

Según contó a LMNeuquén el paleontólogo Jorge Calvo, director del Parque Geopaleontológico Proyecto Dino, los dos ejemplares fueron descubiertos por el técnico Juan Mansilla, quien trabaja en el lugar que depende de la Universidad Nacional del Comahue (UNCo). Precisó que los ejemplares estaban inmersos en una roca cementada. Una de ellas con caparazón y plastrón (panza) completo y la otra con un tercio preservado.

Calvo señaló que estos ejemplares que datan del Cretácico Superior se suman a otras 12 tortugas halladas en la zona en los últimos siete años. “En 2015 estábamos realizando exploraciones en la costa norte del lago Barreales para recuperar piezas sueltas de vertebrados, principalmente dinosaurios, y en una roca con forma oval que parecía tener hueso adentro, Juan Mansilla descubrió que correspondía a tres tortugas pegadas, una mediana y dos chicas del Cretácico de 90 millones de años de antriguedad”. explicó.

Agregó que en posteriores excursiones realizadas en 2015 se pudieron rescatar más fósiles de tortugas como así también otros ejemplares en los años posteriores. Calvo aseguró que hasta ahora “se han podido recuperar 14 ejemplares, muchos de ellos con caparazones completos en un sitio que tiene 20 metros por 20 metros, lo que lo hace aún más interesante. al lugar que se lo ha llamado ‘El tortuguero’”.

Calvo comentó que en el momento del descubrimiento estaban presentes dos estudiantes de la carrera de Paleontología de la Universidad Nacional de Río Negro, Mariana Sárda y Lucía María Gutiérrez. “Las estudiantes habían llegado hasta el parque paleontolóigico ya que habían solicitado iniciarse en la investigación científica con algunos materiales disponibles. Mansilla sugirió porque no se dan a conocer las tortugas fósiles que ya llevaban siete años esperando su estudio. De esta manera, Mansilla y el geólogo Federico Álvarez comenzaron a preparar algunos ejemplares para detectar caracteres que permitan individualizar su asignación a alguna especie conocida o si se trata de nuevos especies”.

Ese día las estudiantes fueron llevadas por los especialistas donde años atrás se habían descubierto las tortugas con el objetivo de evaluar la geología y el paleoambiente del mismo. Durante la recorrida Mansilla encontró estos dos nuevos ejemplares de tortuga para sorpresa de las estudiantes. Calvo comentó que la idea es presentar los avances del estudio de las tortugas disponibles en el Museo de Geología y Paleontología de Lago Barreales en las próximas Jornadas Argentinas de Paleontología de Vertebrados a realizarse en mayo próximo en la ciudad de Trelew.

El Parque Geopalentológico Proyecto Dino que dirige Calvo, que en enero pasado cumplió veinte años de actividad, ha dado gran cantidad de restos fósiles como dinosaurios herbívoros de gran porte, huellas de dinosaurios y catorce tortugas. Los estudios que se realizan allí permiten un continuo desarrollo de esta ciencia paleontológica.

En mayo de 2015, Juan Mansilla, integrante de Proyecto Dino del Centro Paleontológico Lago Barreales, detectó una extraña roca que sobresalía de las arenas rojizas del lago Los Barreales. El hallazgo resultó ser una familia de tortugas terrestres fosilizadas que corresponden al Cretácico superior.

Lo novedoso fue el estado de conservación de los caparazones, la mayoría estaban enteros, como su disposición. Los especialistas describieron que se trataba de una tortuga grande y dos juveniles, una junto a la otra por debajo de ella, pegadas por sus plastrones (panzas). La disposición de los ejemplares llamó la atención “habla de un movimiento post mortem de los animales”.

Para Jorge Calvo, director de Proyecto Dino, el hallazgo les permite “agregar una pieza más al rompecabezas del ecosistema de esos años. No se trata sólo de dinosaurios gigantes, sino de un montón de especies animales y vegetales”. Los restos de las tortugas fueron encontrados donde ya se han hallado fósiles de grandes dinosaurios como el saurópodo Futalognkosaurus, de 30 metros de largo, y el carnívoro Megaraptor, de hasta seis metros. Fuente;  LMNeuquén.

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Sturisomatichthys podgornyi, una especie extinta de pez vieja del agua del Mioceno.

El pez petrificado fue hallado en las barrancas de Paraná en la provincia de Entre Ríos y tiene una edad cercana a 9 millones de años. Fue nombrada Sturisomatichthys podgornyi en honor a la investigadora argentina Irina Podgorny por sus aportes en el campo de la historia de las ciencias

Investigadores de la Fundación Azara, la Universidad Maimónides, el Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia y el CONICET descubrieron una especie extinta de pez “vieja del agua “.

Se trata del único fósil conocido de un grupo actualmente muy diverso llamado loricarinos, que en la actualidad tiene más de 250 especies que se diferencian de otras “viejas del agua” por presentar un cuerpo largo y bajo, muchas veces con una fuerte compresión dorsovental y por no tener aleta adiposa. El fósil que fue descripto presenta el cuerpo acorazado, cubierto casi por completo por placas óseas.

 

Las viejas del agua son peces únicos de América del Sur y parte de América Central, con adaptaciones magníficas a una gran diversidad de cuencas. Aún se conoce poco sobre la evolución de esta especie ya que existen muy pocos fósiles que ayuden a entender el pasado de este linaje. La nueva especie forma parte de la tribu Farlowellini y fue nombrada Sturisomatichthys podgornyi en honor a la investigadora argentina Irina Podgorny por sus aportes en el campo de la historia de las ciencias.

 Y especialmente por el hermoso relato sobre la historia de Typupiscis lujanensis, una vieja del agua del río Luján que un joven Florentino Ameghino intento describir y que suscitó el primer gran enfrentamiento con Hermann Konrad Burmeister, en ese entonces director de Museo Nacional y uno de los máximos referentes de la Ciencias Naturales en la Argentina.

Sturisomatichthys podgornyi vivió hace unos 9 millones de años en un amplio cauce fluvial que presentaba una diversidad única, incluyendo muchos otros peces actualmente extintos, como la boguita Leporinus scalabrinii, el dorado de Noriega Salminus noriegai, la megapiraña Megapiranha paranensis y los grandes bagres como Phractocephalus yaguron, Brachyplatystoma elbakyani y Steindachneridion ivy.

El artículo fue publicado en la revista científica Paläontologische Zeitschrift editada por la sociedad paleontológica alemana.

Referencia del artículo: Bogan, Sergio & Agnolín Federico L. 2022.The first fossil from the superdiverse clade Loricariinae (Siluriformes, Loricariidae): a new species of the Armored Catfish from the late Miocene of Paraná, Argentina. Paläontologische Zeitschrif

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Recuperan más de 700 osteodermos que reforzaban la piel de los perezosos gigantes.

Son centenares de piezas óseas que estaban inmersas en el interior de la dermis de ciertos géneros de esos grandes mamíferos extintos. Fueron encontrados en San Pedro por el equipo del Museo Paleontológico “Fray Manuel de Torres”

Una importante cantidad de pequeños huesitos dérmicos que reforzaban la piel de ciertos perezosos gigantes fue descubierta en una cantera de extracción de tosca luego de una prospección de rutina realizada por integrantes del Museo Paleontológico de San Pedro, a 170 km de Buenos Aires.

Las pequeñas piezas óseas, cuyo tamaño varía entre los 2 y los 12 milímetros de diámetro, fueron observadas en sedimentos cuya antigüedad para la zona se estima superior a los 20.000 años.

El descubrimiento fue realizado en el predio de la firma Tosquera San Pedro, propiedad de la familia Iglesias, por Walter Parra, Jorge Martínez y José Luis Aguilar. El lugar, ubicado a unos 5 kilómetros del casco urbano de San Pedro, es una cantera en actividad cuya firma propietaria interactúa con el equipo del museo desde hace varios años; una relación que ha permitido recuperar fósiles muy valiosos.

Los osteodermos, como se denomina a estos pequeños huesillos, eran formaciones óseas que generaba la piel de ciertos géneros de perezosos prehistóricos gigantes como los Milodontes y los Glosoterios, aunque estaban ausentes en otros perezosos gigantes como megaterios y lestodontes. Desde el museo piensan que no está todo dicho en el estudio de estas formaciones y sospechan que otros perezosos gigantes podrían haber tenido estructuras similares.

<<Ilustrativo. Piel con osteodermos dermicos. Museo Argentino de Ciencias Naturales de Buenos Aires.

“Entre los tejidos de su gruesa piel, estos animales desarrollaban estas bolitas duras como una estrategia de defensa ante el ataque de sus depredadores. Ubicados uno al lado del otro, comenzaban como diminutos paquetes de células que crecían hasta alcanzar el tamaño de un poroto, para luego terminar generando una especie de `malla´ flexible pero muy resistente que cubría el cuerpo y que dificultaba el ingreso de garras y dientes cuando los atacaban los carnívoros de la época. En esta oportunidad hemos descubierto 770 de estas diminutas formaciones óseas”, explica José Luis Aguilar, director del museo.

“Desde hace años, en el museo de San Pedro, venimos coleccionando muestras de diferentes osteodermos ya que estamos convencidos de que cada género de perezoso generaba un patrón único y particular de estos pequeños huesos. Los hemos encontrado semi esféricos, arriñonados y hasta bipiramidales. Por eso creemos que esa diversidad de formas sólo tiene una explicación y es que cada grupo de estos animales producía su forma particular.

Confirmar esto permitiría, en futuros hallazgos, usar su patrón de forma para identificar un ejemplar aún sin hallar sus huesos. Bastaría con observar el formato de sus osteodermos”, comenta con entusiasmo Aguilar.

A criterio de Dr. Luciano Brambilla, investigador del Centro de Estudios Interdisciplinarios de la Universidad de Rosario, “el hallazgo en un yacimiento de un cúmulo de osteodermos denota la presencia de un animal tipo milodontino, ya que estos osteodermos recubrían prácticamente todo el cuerpo de ese grupo de perezosos gigantes en Argentina, al final del Pleistoceno. Hay evidencia de recubrimiento en los pies, la cola, el torso y cabeza. Su función precisa se continúa revisando ya que, además de funcionar como una armadura para reforzar la gruesa piel de estos animales, se los ha señalado como reserva de calcio en estos grandes mamíferos.

En la muestra hallada en San Pedro se destacan las formas globosas y bordes redondeados entre los que se presentan excepciones de bordes más agudos que, en conjunto, pueden ayudar a caracterizar al género de perezoso al que pertenecieron.”

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Un niño encuentra en Lobería el diente de Carcharhinus, un tiburón con representantes prehistóricos.

Un niño caminaba por las playas de arenas verdes y encuentra el diente de un tiburón que pudo superar los tres metros, y que vivió hace 10 mil años, cuando las aguas marinas eran más cálidas.

El curioso y peculiar hallazgo ocurrió semanas atrás, cuando Francisco de 11 años, acompañado de su hermano Santiago de 9 años, y sus padres María Celeste Garriga y Nacho Marchese, encontraron varios restos fósiles rodados, es decir, que se desprendieron de los sedimentos originales que los alojaban y fueron desplazados por el mar, hasta dejarlos en la costa.

Justamente ahí, en las playas de Arenas Verdes en el partido bonaerense de Loberia, los jóvenes exploradores, recuperaron numerosas piezas paleontológicas, pertenecientes en su mayor parte, a la megafauna que habito durante el Pleistoceno, como los perezosos gigantes, gliptodontes o los tigres dientes de sable, caballos americanos entre otros materiales recuperados.

A los pocos días, recurren como en otras oportunidades a Mariano Magnussen, del Laboratorio Paleontológico del Museo de Ciencias Naturales de Miramar y de la Fundación Azara.

Los padres de Francisco y Santiago, se comunican por redes sociales asombrados por un diente en particular, enviando fotos del nuevo fósil encontrado. Francisco, bien entrenado a esta altura, lo asocio inmediatamente con un megalodon, un tiburón extinto de enormes dimensiones. Si bien no lo era, estuvo muy cerca su observación.

En este caso, el material era más chico y presentaba otras características. Esa misma mañana, Magnussen se comunicó con Sergio Bogan, que se desempeña en las colecciones científicas de la Fundación Azara en la ciudad autónoma de Buenos Aires, quien, además, ha realizado numerosos hallazgos y publicaciones de peces actuales y fósiles, determinando de que se trataba de un tiburón, posiblemente del genero Carcharhinus, a pesar de encontrarse ligeramente erosionado por el trasporte del agua.

Este material, significativo desde el punto de vista educativo, por lo general no aparece solo. A lo largo de la costa bonaerense, se han recuperado numerosas muestras de gasterópodos, bivalvos, equinodermos, e incluso, hasta restos de grandes ballenas en procesos de fosilización, que se desprendieron de sedimentos originados en una antigua playa de unos 10 mil años antes del presente, por lo cual, dentro de todo ese contexto, estos materiales indican aguas más cálidas que las actuales.

Los sedimentos de esta playa de fines del Pleistoceno y principios del Holoceno, debe estar bajo el mar, sobre la plataforma submarina, y cada tanto, aparecen fragmentos de estos sedimentos con fósiles “de playa” en su interior, en su mayoría de moluscos.

Carcharhinus sp en la actualidad está representado por unas 31 especies, que habitan todos los océanos, pero su pasado prehistórico es impreciso y fragmentario por la falta de evidencia fósil, aunque los más antiguos representantes de este género vivieron en el Eoceno, hace 40 millones de años.  Son grandes tiburones, no como el megalodon o el blanco, pero alcanzando longitudes de 3,5 metros y un peso superior a los 350 kilogramos. Los ejemplares de 2,5 metros se encuentran con frecuencia en las costas bonaerenses en la actualidad. Se alimentan principalmente de peces pelágicos y costeros, incluyendo bagres, lisas, macarelas, atunes entre otros, por lo cual, sus representantes prehistóricos seguramente tenían una dieta semejante.

El diente de este tiburón, fue llevado al Museo de Ciencias Naturales “Gesué Pedro Noseda” de Lobería, por sugerencia del personal del museo miramarense. Francisco, su descubridor, satisfactoriamente siguió las indicciones.

Es un buen ejemplo de cómo debe actuar un ciudadano responsable a pesar de su joven edad, y como debe acompañar y orientar una institución pública. En algunos museos, los particulares que se acercan a denunciar hallazgos son criminalizados, lo que genera un desinterés en futuros hallazgos, perdiéndose en su mayor parte, el patrimonio para siempre.

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Kelumapusaura machi, una nueva especie de dinosaurio pico de pato en Río Negro.

Se trata de un hadrosaurio, también llamado dinosaurio “pico de pato”, de unos 70 millones de años de antigüedad. Los investigadores pudieron obtener uno de los cráneos más completos de toda Sudamérica, entre otros huesos. El hallazgo, aseguran, es clave para estudiar la evolución de este grupo en la región.

En términos paleontológicos, todo indica que aún quedan grandes tesoros ocultos en los estratos de lo que hoy es Argentina y que, hace millones de años, era parte del subcontinente Gondwana. Un grupo de científicos acaba de publicar el hallazgo de un nuevo dinosaurio “pico de pato”, de unos 70 millones de años de antigüedad, a partir de uno de los cráneos más completos hallados en Sudamérica.

“Es un descubrimiento muy importante, no sólo porque se trata de una nueva especie, sino, también, porque nos da información clave sobre cómo fue la evolución de estos animales en Sudamérica. Casi todas las especies descriptas de este grupo provienen del Hemisferio Norte”, describe a la Agencia CTyS-UNLaM Sebastián Rozadilla, becario del CONICET e integrante del equipo de trabajo del Laboratorio de Anatomía Comparada y Evolución de los Vertebrados (LACEV), del Museo Argentino de Ciencias Naturales “Bernardino Rivadavia”.

La nueva especie fue hallada a 70 kilómetros al sur de la ciudad rionegrina de General Roca, en un terreno perteneciente a la familia Arriagada, y fue bautizada Kelumapusaura machi, que significa “reptil de la tierra roja” en mapudungun. Los distintos fósiles, que además del cráneo incluyen vértebras, algunas costillas, pelvis, escápula y fémur de distintos tamaños, permitieron a los investigadores inferir las dimensiones del animal, además de considerar que se trataba de una manada.

Los estudios biogenéticos realizados sobre los fósiles indican, al menos de forma preliminar, que todos los dinosaurios pico de pato –también llamados hadrosaurios- de Patagonia corresponden a un mismo grupo. A su vez, dicho grupo está relacionado con otros hadrosaurios hallados en América del Norte.

“Hay que tener en cuenta que esta especie vivió sobre el fin de la era de dinosaurios, en una edad que se llama Maastrichtiano y que cierra el período Cretácico.

Y eso también es importante, porque la gran mayoría de dinosaurios que conocemos de Patagonia son más antiguos, de 80 o 90 millones de años atrás”, especifica Rozadilla.

La campaña que permitió que el Kelumapusaura machi fuera descubierto inició en 2018, a partir de un subsidio de National Geographic otorgado a Mauro Aranciaga-Rolando, quien también forma parte de la investigación. La región ya había sido explorada anteriormente, surgiendo, durante las excavaciones, dinosaurios de cuello largo, dinosaurios carnívoros y animales de menor tamaño, como lagartijas y tortugas.

“Es una región que promete mucho. En cada viaje que hacemos encontramos una especie nueva”, destaca Rozadilla, quien cuenta que, si bien la excavación es un trabajo muy delicado, la tierra rojiza de la región fue fácil de trabajar.

Respecto al hecho de que sea una nueva especie, el becario asegura que las mayores novedades, en el 90 por ciento de los casos, está en el campo. “Ya en el terreno uno empieza a ver si se trata de un hallazgo nuevo o no, a partir de los rasgos anatómicos. Luego, claro, hay que corroborarlo con mucha investigación, con bibliografía y los trabajos previos de colegas alrededor del mundo. En este caso, tuvimos la suerte de que este fuera un animal diferente a los hadrosaurios ya descriptos anteriormente”, subraya. Fuente Nicolás Camargo Lescano (Agencia CTyS-UNLaM)-

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Guemesia ochoai, una nueva especie de dinosaurio carnívoro de brazos reducidos.

La nueva especie de dinosaurios sin brazos fue denominado como Guemesia ochoai, y según los investigadores pertenecería a la familia de los abelisáuridos, sin embargo a diferencia de estos tendría el cerebro 70 % más pequeño.

En Argentina identificaron una nueva especie de dinosaurio cazador sin brazos, aportando nuevas pruebas de un ecosistema único durante el Cretácico Superior, cercana al momento de la extinción de los dinosaurios.

Esto se descubrió cuando paleontólogos desenterraron un cráneo de dinosaurio de 70 millones de años en la limolita roja de la Formación Los Blanquitos, en el noroeste de Argentina.

La nueva especie, Guemesia ochoai, podría ser un pariente cercano de los ancestros de un grupo de dinosaurios sin brazos, los abelisáuridos, que vagaban por las tierras que ahora son América del Sur, África y la India hace más de 70 millones de años.

Los abelisáuridos eran poderosos cazadores que no utilizaban los brazos. Y es que sus apéndices eran notablemente cortos, incluso más pequeños que los del Tyrannosaurus rex y efectivamente inútiles. En su lugar, estos temibles carnívoros se valían de sus poderosas cabezas y mandíbulas para cazar.

Los científicos creen que se alimentaron de algunos de los dinosaurios más grandes que han existido, como el titanosaurio, un herbívoro de 70 toneladas más grande que una ballena azul.

El cráneo de Guemesia ochoai, el único de este tipo que se ha encontrado en el noroeste de Argentina, ofrece una valiosa visión de una zona en la que hay muy pocos fósiles de abelisáuridos, y puede contribuir a explicar por qué la zona dio lugar a animales tan inusuales.

“Este nuevo dinosaurio es bastante inusual para su especie. Presenta varias características clave que sugieren que se trata de una nueva especie, proporcionando nueva información importante sobre una zona del mundo de la que no sabemos mucho”, dijo en un comunicado de prensa Anjali Goswami, que dirige la investigación en el Museo de Historia Natural del Reino Unido y es coautor del descubrimiento.

“Demuestra que los dinosaurios que viven en esta región eran muy diferentes a los de otras partes de Argentina”, añadió.

Según los científicos, quienes publicaron sus hallazgos este mes en el Journal of Vertebrate Palaeontology, el Guemesia ochoai, a diferencia de otros abelisáuridos, su cerebro es “notablemente pequeño”. Al estudiar el cráneo parcialmente completo –con partes superiores y posteriores– el equipo encontró pruebas de otras características únicas del dinosaurio sin brazos.

Los restos del dinosaurio muestran cráneos cortos y profundos.

A diferencia de otros abelisáuridos, el nuevo fósil tiene agujeros en la parte delantera del cráneo, que podrían haber ayudado al dinosaurio a liberar calor para enfriarse. Además, el cerebro de esta nueva especie es un 70 % más pequeño que el de sus parientes. Los científicos tienen la hipótesis de que este cráneo puede pertenecer a un dinosaurio juvenil. Sin embargo, aún no han sacado conclusiones concretas.

Por otra parte, los investigadores no encontraron rasgos que indiquen que la nueva especie tuviese cuernos, un rasgo característico de otros abelisáuridos. Estas distinciones podrían significar que Guemesia ochoai es una de las primeras especies de abelisáuridos que evolucionaron, o que está estrechamente relacionada con ese ancestro.

El equipo de Goswami ha descubierto otras especies nuevas en el mismo lugar de excavación, como peces y mamíferos. Todavía están en proceso de describirlas en artículos para su publicación. Fuente biobiochile.cl

Federico L. Agnolin et al. Primer terópodo abelisáurido definitivo del Cretácico Superior del noroeste argentino. Revista de Paleontología de Vertebrados, publicado en línea el 10 de febrero de 2022; doi: 10.1080/02724634.2021.2002348

  Mas información, fotos y videos en; https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2022/02/guemesia-ochoa

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Kelenkura castroi, una nueva especie de gliptodonte en Chasico.

Investigadores del CONICET identificaron una nueva especie de gliptodonte que habitó Argentina durante el Mioceno tardío, hace más de 9 millones de años. El estudio, que fue realizado en conjunto con equipos de otros centros de Argentina y Estados Unidos, aporta una novedosa e innovadora mirada a la historia evolutiva de la radiación austral de estos grandes mamíferos en el sur de Sudamérica y a la evolución de una de sus estructuras más características, el tubo caudal o cola acorazada.

En el trabajo se estudiaron restos fósiles de diversos ejemplares procedentes de sitios fosilíferos, entre los que se destacan los de Arroyo Chasicó, en Buenos Aires y Loma de Las Tapias, en San Juan. Los resultados de la investigación fueron publicados en el Journal of Mammalian Evolution, una revista que se especializa en artículos sobre la historia evolutiva de mamíferos, tanto extintos como actuales.

La nueva especie fue denominada como Kelenkura castroi, en homenaje al colector aficionado Domingo Castro, quien halló algunos de los materiales mejor preservados empleados en el estudio. “Se trata de uno de los primeros eslabones en la radiación extra-patagónica de este grupo de gliptodontes, datado en más de 9 millones de años. Además, esta especie posee el primer tubo caudal del registro fósil completamente desarrollado, permitiéndonos conocer la evolución de esta curiosa estructura a través del tiempo”, señala Daniel Barasoain, paleontólogo del Centro de Ecología Aplicada del Litoral (CECOAL, CONICET – UNNE) y primer autor del artículo.

El material estudiado incluye dos de los especímenes más completos conocidos para el lapso Chasiquense —división establecida para definir una escala geológica de tiempo para la fauna de mamíferos sudamericanos que se sitúa entre los 9 y los 10 millones de años—, representados por dos cráneos, tubos caudales, huesos del esqueleto axial y una coraza parcialmente completa. La procedencia de estos especímenes, uno de Buenos Aires y otro de San Juan, permitió a los investigadores confirmar la presencia de la especie en ambos sitios.

Además, contrariamente a lo que se pensaba con anterioridad, este estudio demuestra que la diversidad de gliptodontes en Argentina central fue muy baja durante el Chasiquense, pudiendo identificarse únicamente un solo morfotipo, que representa una nueva especie.

Los gliptodontes, emparentados con los actuales armadillos, son un grupo de grandes mamíferos herbívoros extintos que se caracterizan por poseer una coraza compuesta por placas óseas u osteodermos. Se trata de uno de los grupos fósiles más icónicos de América del Sur durante la mayor parte del Cenozoico y poseen una gran relevancia en estudios paleontológicos tanto por su amplia distribución como por su peculiar morfología y ecología. Si bien los registros más antiguos de este grupo provienen del Mioceno temprano-medio de Patagonia, las primeras radiaciones extra-patagónicas son todavía poco conocidas a pesar de su importancia para comprender la diversidad del Mioceno tardío y del Plioceno.

Según se detalla en el estudio, el gliptodonte Kelenkura castroi presenta numerosas características a nivel de la coraza, el esqueleto apendicular y el cráneo, que evidencian un estadío evolutivo intermedio entre los representantes más antiguos del clado austral (“Propalaehoplophorinae” y “Palaehoplophorini”) y la diversidad post-chasiquense. Estos resultados se encuentran avalados por un análisis filogenético basado en caracteres morfológicos realizado por los autores.

“Este estudio incrementa significativamente el conocimiento sobre un momento muy particular de la historia evolutiva de este clado austral de gliptodontes y aporta una nueva visión sobre la diversidad real de este grupo durante el Mioceno tardío en Argentina” resalta Alfredo Zurita, otro de los paleontólogos que participó del estudio. Fuente Conicet.

  Mas información, fotos y videos en; https://noticiasdepaleontologia.blogspot.com/2022/02/kelenkura-castroi

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Evidencia de una corvina rubia de 100 mil años de antigüedad en Centinela del Mar.

Días atrás, personal del Museo de Ciencias Naturales de Miramar, se encontraba trabajando en los últimos detalles parta la inauguración de la Estación Científica de la localidad de Centinela del Mar, y en una rápida exploración a pocos metros, se recuperó un otolito (sagitta) de una corvina rubia "Micropogonias furnieri” que vivió en la zona hace unos 100 mil años antes del presente.

Los otolitos constituyen una parte muy importante del oído interno de los peces óseos. Son estructuras calcáreas depositadas por el líquido endolinfático del laberinto, las cuales se encuentran alojadas en dos cavidades adyacentes del neurocráneo: las cápsulas óticas.

En 2008, Sergio Bogan y Marcos Cenizo de la Fundación Azara, dieron a conocer un hallazgo similar en la misma zona, titulado “Sobre la presencia de un Sciaenidae (Teleostei: Perciformes) en el "Belgranense" (=FM. Pascua, Pleistoceno Superior) de Centinela del Mar, Buenos Aires (Argentina)”. Dicho registro constituyo el único otolito de "Micropogonias furnieri" conocido para el Pleistoceno en Argentina, así como uno de los escasos registros para el Neógeno de América del Sur. Ahora tenemos el segundo registro fósil.

El mismo, fue notificado al paleontólogo Federico Agnolin, quien posee los permisos de exploración de la zona y dirige nuestro equipo, y a Sergio Bogan, quien ayudo a la identificación correcta. Este material, estaba depositado en sedimentos de una transgresión marina, es decir, el avance del mar sobre el continente.

En las imágenes. Se observa el otolito fósil recuperado de Micropogonias furnieri (febrero 2022). Aspecto de la corvina rubia, igual a sus representantes del Pleistoceno y ubicación de los otolitos en un cráneo de pez, de forma ilustrativa. El artículo original de 2008 lo podes leer en researchgate.net

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