PaleoArgentina Web. Pterosaurio hallado en San Luís. Recuperan restos fósiles de un Megatherium en Córdoba. Hallan restos fósiles de Grandes Mamíferos en el lecho del Salado. Restos de un embrión de Gliptodonte en San Pedro. Descubren más de 200 Pisadas de Dinosaurios en Malargüe. Dan a conocer el hallazgo de fósiles de Hippidion en Bahía Blanca. Vecinos y turistas hallan restos fósiles y dan aviso al Museo. Bacterias escultoras de fósiles.
 
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Avances en el conocimiento del embrión de
Pterosaurio hallado en San Luís.

  Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

Un mes antes de que investigadores chinos anunciaran años atrás que habían descubierto un embrión de pterosaurio, una investigadora argentina, la doctora Laura Codorniú, presentaba un hallazgo similar -no registrado antes en la historia de la paleontología- en una jornada científica. Desde entonces, la experta en paleontología continua analizando cientos de fósiles hallados en la provincia de San Luis que revelan información novedosa sobre la vida de los reptiles alados más grandes que hayan dominado los cielos hace millones de años en la era mesozoica.

En el siglo XVII, en Solnhofen, Alemania, se hallaron fósiles de una criatura desconocida, no era ni ave ni murciélago. Fue recién en 1801 cuando el naturalista francés, el Barón Cuvier reconoció que se trataba de un reptil que podía volar.  “Presentaba una membrana alar la cual se disponía a lo largo de un solo dedo muy alargado. Debido a esta característica tan particular llamó a la criatura Pterodactylus que significa dedo alado. Desde aquellos tiempos las generaciones de paleontólogos y zoólogos han tratado de descifrar cómo eran los pterosaurios, dónde y cómo vivían, cómo se desplazaban, cómo volaban, cómo se alimentaban y cómo se reproducían, es decir, si los pterosaurios ponían huevos o si las crías nacían vivas”, explica la doctora Laura Codorniú, investigadora de Conicet y docente de la Cátedra de Paleontología de la Universidad Nacional de San Luis.

En la era mesozoica, entre 251 y 65 millones de años atrás, los pterosaurios dominaban los cielos de la Tierra. Se trataba de un grupo de animales voladores que desarrolló los tamaños corporales más grandes en la historia de los vertebrados. Eran reptiles voladores, y algunos de ellos, como el Quetzalcoatlus, medían alrededor de 8 metros de largo, de ala a ala alcanzaban una longitud de 12 a 15 metros y se calcula que llegaron a pesar entre 80 y 100 kilogramos. Según explica Codorniú, en Sudamérica los descubrimientos de fósiles de pterosaurios han sido escasos. La mayor cantidad de fósiles se han hallado en Araripe, Brasil, y en la provincia de San Luis, Argentina.

“En la década del 70, se realizaron algunas campañas paleontológicas en los afloramientos de la formación Lagarcito del Parque Nacional Sierra de Las Quijadas, en el sitio conocido como ‘Loma del Pterodaustro’, en la cuenca de San Luis. Durante la década de los 90, se realizaron tres excavaciones y como resultado de las mismas, se reunieron 920 fósiles; los que están depositados en la Universidad de San Luis. Cerca de 170 corresponden a plantas, peces, ostrácodos y trazas, y los 750 especimenes restantes corresponden probablemente a pterosaurios”, indica la experta cuya tesis doctoral se centró en el análisis de 288 especímenes fósiles de pterosaurios bien conservados.

Esta colección de pterosaurios en el país sería la más completa y abundante, asegura Codorniú. Y agrega: “Todos los reptiles de la “Loma del Pterodaustro” han sido atribuidos a la especie Pterodaustro guinazui. Corresponden al cretácico inferior (entre 145 hasta 97 millones de años). El elevado número de dientes mandibulares (cerca de 1000 en total) combinado con el espesor milimétrico, su disposición paralela y el estrecho contacto entre cada diente, formaban un “aparato filtrador”, similar a la barbas de las ballenas. Este aparato le permitía a este pterosaurio filtrar organismos muy pequeños en un lago somero.

Desde el primer fósil de pterosaurio descubierto hace más de 200 años, se encontraron numerosos ejemplares, pero hasta el siglo XXI, nunca se había hallado algún resto de huevo fosilizado o embriones, que evidenciaran el modo de reproducción de estos reptiles. Sucedió que en 2004, surgieron historias paralelas de paleontólogos de la Argentina y de China que dieron a conocer al mundo los primeros embriones de pterosaurio. En junio de ese año, la revista Nature anunció que investigadores chinos habían descubierto en su país embriones de pterosaurios. Un mes antes, Codorniu había presentado en las Jornadas Argentinas de Paleontologia de Vertebrados, el primer hallazgo de embrión de pterosaurio en el mundo.

“A fines del 2003, año en el que todavía no había bibliografía alguna que diera pistas de un embrión de pterosaurio, revisando y registrando todos los materiales fósiles para incluirlos en mi tesis de doctorado, fue cuando encontré en una de las repisas un pequeño ejemplar, conservado de forma oval, que me llamó mucho la atención”, cuenta la paleontóloga. “Se trataba de un embrión fosilizado de pterosaurio casi completo y con la mayoría de los huesos articulados. Dicho esqueleto se encuentra contenido dentro de una pequeña superficie oval de alrededor de 12 cm2 (2,5 cm x 4,5 cm aproximadamente). La zona correspondiente al cráneo recibió daños por lo que los restos craneales son escasos y algo desarticulados, sin embargo, parte del premaxilar, maxilar y de la mandíbula presentan una mejor conservación; e incluso en uno de estos huesos, se conservaron tres extremos proximales de los típicos dientes filiformes (finos y alargados) que caracterizan a esta especie. El esqueleto se dispone de una forma similar a la posición fetal de las aves”, indica Codorniú.

Un material carbonático liso de origen biológico cubre algunas porciones del espécimen, “lo que correspondería a la cáscara”, señala la especialista. La morfología de la cáscara del huevo de pterosaurios hasta ese momento era totalmente desconocida. Los análisis fueron obtenidos mediante el empleo de microscopia electrónica y los resultados fueron publicados en la revista científica Nature, en diciembre del 2004. “Los tres embriones conocidos hasta ahora en el mundo pertenecientes a distintas especies (uno argentino y dos chinos), son la primera evidencia de que los pterosaurios se reproducían poniendo huevos, es decir que eran ovíparos”, subraya Codorniú.

Comparando el tamaño de fósiles de recién nacidos de Pterodaustro guinazui con el embrión, Codorniú y sus colegas dedujeron que el embrión estaba probablemente disfrutando de sus últimos días en el huevo antes de nacer y caminar en la tierra cretácica. Otro trabajo de Codorniú y colegas, publicado en 2008, en la revista científica Biology Letters, revela que Pteurodaustro alcanzaban el 53 por ciento de su masa corporal a los dos años de vida, momento en el que llegaban a su madurez sexual, y que continuaban creciendo hasta los 3 o 4 años de edad.

En la actualidad, Codorniú continúa analizando en forma minuciosa los 288 especímenes fósiles de pterosaurios bien conservados –depositados en la Universidad de San Luis- como si fueran un libro abierto. “Hay mucho material y mucho más por descubrir”, concluye la investigadora.

Fuente: Agencia CyTA-Instituto Leloir y Grupo Paleo.

 


Recuperan restos fósiles de un Megatherium en Córdoba.

  Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

Un importante hallazgo se produjo en el distrito San Fabián sobre el río Coronda, en el paraje conocido como El Hongo, a la altura del km 399 de Ruta Nacional 11, unos 20 km al sur de la ciudad cabecera del departamento San Jerónimo. La erosión constante de ese curso hidrográfico puso al descubierto el lugar en el que hace desde hace tiempo se observan huesos de gran tamaño, lo que impulsó a aficionados de la zona a realizar sus propias excavaciones “pero esto supera todo lo visto hasta ahora”, comentaron asombrados Elsa y Nidia, vecinos de la zona.

Arribaron al lugar Germán Giordano, María Belén Molinengo y Fernán García del departamento de Antropología y Paleontología del Museo de Ciencias Naturales Angel Gallardo de Rosario, quienes comenzaron la tarea bajo la conducción de Claudio Risso, licenciado en Antropología. Los especialistas explicaron que “ahora lo que hacemos es actuar por denuncia en la provincia sobre hallazgos de restos por parte de la gente, de los lugareños. Gracias al apoyo de la Dirección de Patrimonio de la Provincia a cargo de la Lic. Alicia Talsky, podemos salir a explorar porque nos dieron mayor presupuesto para poder encarar los trabajos. Hoy somos referentes en la provincia y en el interior intervenimos con estos restos paleontológicos”, señalaron.

Respecto del descubrimiento de San Fabián, Germán Giordano, precisó que “se trata de partes de pelvis y la cadera de un megaterio (Megatherium americanum), que era similar a un oso gigante, mayor en tamaño y que perteneció a la familia de los milodontes. Lo que se ve en superficie en primera instancia, nunca se sabe para dónde va a continuar -se está en plena excavación-, puede seguir para bajo o que se encuentren partes de los fémures o algún otro pedazo, eso se comprueba sobre la marcha”. Estos mamíferos se extinguieron hace aproximadamente 10 mil años pero llegaron a convivir con el hombre, incluso los investigadores sostienen que fue en la misma época que los aborígenes pampeanos hace 8 mil años.

Giordano explicó además que trabajan con paleontólogos de Entre Ríos y gente del Conicet (Centro Regional de Investigaciones Científicas y Técnicas) que “nos brindan su colaboración para el fechaje de estos animales. Por lo que estamos observando, si bien es muy reciente, por lo que es el perfil de barranca y la sedimentología, estamos hablando de un caso entre 40 y 50 mil años de antigüedad, hay que confirmarlo, obviamente, para eso se llevan muestra de tierra, sedimentos y otros elementos para comprobarlo”.

 


Hallan restos fósiles de Grandes Mamíferos en el lecho del Salado.

  Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

Un hecho curioso provocado por la sequía sucedió en Roque Pérez. Y es que la pronunciada bajante del río Salado en esas localidades no sólo provocó un tendal de peces muertos, sino que además dejó al descubierto sobre el lecho reseco restos fósiles del período Pleistoceno superior. Se trata de nueve gliptodontes y un Glossotherium, el esqueleto casi completo de un Megatherium y la cabeza de un Stegomastodon. El hallazgo fue confirmado por un grupo de paleontólogos de La Plata que recorren la zona en estos días y que habían sido avisados por los vecinos.

Laura Lisboa, integrante del Centro de Registro de Arqueología y Paleontología de la Dirección Provincial de Patrimonio Cultural, explicó que los animales hallados son "los borradores" de hace diez o veinte mil años de algunas especies actuales.

El Stegomastodon era una especie de elefante; el Glyptodon, algo así como un gran armadillo, y el Megatherium y el Glossotherium podrían asimilarse a grandes perezosos. El lugar donde aparecieron las osamentas prehistóricas es una franja de unos tres kilómetros ubicada a unos seis de la ruta provincial 205. Fernando Larriestra, licenciado en Biología de la Universidad Nacional de La Plata, tiene la esperanza de que entre los sedimentos removidos también haya semillas que puedan brindar información sobre la composición del paisaje local hace diez mil o más años.

En Roque Pérez y Lobos, partidos del interior bonaerense donde los sucesivos paros del campo se manifestaron con fuerza, suena descabellado que alguien agradezca la prolongada sequía y espere que la lluvia se demore por algún tiempo más. Pero eso es exactamente lo que quiere este grupo de jóvenes especialistas embarrados hasta las rodillas que caminan sobre el lecho reseco del río Salado. Están aquí porque los vecinos del lugar notaron algo llamativo: al retirarse, el agua no sólo había dejado un tendal de peces muertos; el cauce también estaba sembrado de gliptodontes.

Todas estas especies eran herbívoras y presas del legendario tigre dientes de sable, otro prehistórico habitante del territorio bonaerense. "Seguro que acá abajo hay dos o tres, pero no hemos encontrado ninguno", dice Fernando Larriestra, licenciado en biología por la Universidad Nacional de La Plata e integrante de la expedición paleontológica, mientras camina por lo que habitualmente sería un río caudaloso. Es el lecho del Salado, que divide los distritos de Lobos y Roque Pérez

Larriestra no oculta su entusiasmo por los hallazgos que las condiciones climáticas adversas hicieron posibles. Una de las primeras piezas rescatadas fue la cabeza del megaterio, que hubo que levantar junto con el bloque de lodo que la aprisionaba, el procedimiento habitual para evitar su ruptura. El conjunto pesaba un cuarto de tonelada y seis hombres debieron esforzarse para trasladarlo. Para la cabeza del Stegomastodon, en cambio, hará falta la intervención de maquinaria: se estima que pesa entre 500 kilos y una tonelada.

El tigre dientes de sable no era la única bestia carnívora que perseguía y cazaba a esas enormes criaturas. También andaba por allí otro predador, el hombre. "Estos animales eran cazados y consumidos", apunta Lisboa.

El rescate de los fósiles se realiza en virtud de convenios entre el Instituto Cultural, la Universidad platense y los municipios de Roque Pérez y Lobos, divididos por el río ahora seco donde se encontraron los restos, pertenecientes al período Pleistoceno superior. Aunque los vecinos empezaron a denunciar el hallazgo de piezas hace un mes y medio, tomó mucho tiempo que los organismos se pusieran de acuerdo para implementar la campaña, explica Luciano Rey, quien se encargó de reclutar al resto de los miembros del equipo. Mientras la burocracia seguía su curso, la lluvia seguía demorándose, algo indeseable para los dueños de los campos de la zona, pero afortunado para los paleontólogos.

Tanto los municipios involucrados como el Museo de Ciencias Naturales de La Plata pondrán en exhibición algunas de las piezas rescatadas. En el caso de Roque Pérez, el hallazgo permitirá montar un museo paleontológico que aún no existe. Funcionará en uno de los galpones que la Municipalidad posee en los terrenos de la estación ferroviaria, junto a una sala de conferencias, adelanta el director de Cultura comunal, Gustavo Lara. Larriestra respira pesadamente mientras desanda el camino que recorrió para guiarnos entre los distintos fósiles que se están extrayendo. "No esperábamos tanta colaboración de la gente", dice. "Nos ayudaron a sacar la cabeza del megaterio, se quedaron con nosotros mientras trabajábamos y aunque no pudieran ayudarnos nos traían empanadas.

Las esperanzas de Larriestra, cuya especialidad es la botánica a pesar de tener experiencia en excavaciones paleozoológicas, es que entre los sedimentos removidos también haya semillas que puedan brindar información sobre la composición del paisaje local hace diez mil o más años. El especialista supone que se trataba de un cenagal donde los animales quedaban atrapados y morían; un indicio de eso es la posición en que quedaron los restos del megaterio. Si la hipótesis es cierta, el lugar habría sido una especie de cementerio, una trampa mortal para los animales.

 


Restos de un embrión de Gliptodonte en San Pedro.

  Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

En San Pedro, a 170 kilómetros de la Capital Federal, un grupo de paleontólogos aficionados fundó hace 10 años un museo, el Fray Manuel de Torres, para exhibir los hallazgos que lograron rescatar en las canteras de la zona. Esta vez, sorprendieron a la comunidad paleontológica con el fósil de un Feto de gliptodonte, un armadillo gigante que solía pisar fuerte en América del Sur. La pieza, un pequeño fémur de tres centímetros, tiene unos 500.000 años. Huesos fosilizados de un megamamífero aparecen cada tanto, pero es la primera vez que se logra desenterrar un embrión fosilizado de esta especie.

Fue encontrado en la reserva paleontológica Campo Spósito, un yacimiento ubicado a 10 kilómetros de la ciudad. El modo en que lograron rescatarlo tiene dosis de perseverancia y también de casualidad. Días atrás, las lluvias intensas erosionaron tanto el suelo de la cantera que dejaron al descubierto numerosas piezas fosilizadas. Una de ellas fue un diminuto fémur. Nadie imaginó que podía pertenecer a un animal que, en su estado adulto, llegó a medir lo mismo que un auto mediano.

Para saber sobre sus orígenes, consultaron a Eduardo Tonni, jefe de la División Paleontología de Vertebrados del Museo de La Plata. El logró dar con la definición exacta: "Es el fémur de un ejemplar en desarrollo ontogenético muy temprano (embrionario), probablemente correspondiente a un grupo de gliptodontes". El experto contó que "lo poco que se sabe de los megamamíferos extintos (entre ellos se encuentra el gilptodonte) proviene de parientes actuales. Llama la atención, en este caso, que siendo tan pequeño ya esté desarrollado el hueso. Dada la importancia del material, se requerirán estudios más detallados que aporten precisiones".

Para el grupo paleontológico que lo encontró, la importancia excede lo científico. Es otro logro que premia su dedicación. José Luis Aguilar, jefe de equipo del Museo Paleontológico de San Pedro, coincidió en la importancia de esta pieza por ser la más pequeña recuperada hasta hoy de estos animales. Y agregó: "Permitirá saber si los huesos presentaban variaciones de proporciones entre crías y adultos y determinar el grado de solidez que poseía el esqueleto estando todavía en estadio embrionario".

 


Descubren más de 200 Pisadas de Dinosaurios en Malargüe.

Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

Un grupo de paleontólogos de la UNCuyo estudia más de 200 pisadas de dinosaurios preservadas en una formación rocosa en Malargüe, Mendoza. Datan de 70 millones de años atrás y revelan que en esos días el mar bañaba este desierto. Una huella estampada en una roca. Este elemento, que a la vista de cualquier persona parece un agujero más en el piso, es la llave para abrir las puertas del pasado de los dinosaurios en esta región de Sudamérica, según los paleontólogos. Y no es sólo una, sino más de 200 las huellas que se han descubierto hasta ahora en un yacimiento de Malargüe, Mendoza, donde trabaja desde hace tres años un grupo científico del IANIGLA-CONICET y de la UNCuyo.

El hallazgo se produjo a principios de 2006 y se ha constituido en uno de los más importantes de la paleontología argentina. Aunque ya han realizado 12 campañas para estudiar el yacimiento, los investigadores dicen que no quieren que se dé a conocer su exacta ubicación hasta que el sitio tenga una declaración de protección de la Legislatura de Mendoza. La iniciativa ya tiene media sanción y propone crear el Parque Cretácico Huellas de Dinosaurios, que transformará el lugar en un verdadero museo a cielo abierto donde se podrán ver las huellas, fósiles de invertebrados (caracoles, ostras) y distintas formaciones geológicas (Anacleto, Loncoche, Roca) que representan etapas de una historia natural, con faunas y ambientes distintos, según explica Bernardo González Riga, quien lidera las investigaciones junto a otro paleontólogo, Jorge Calvo. 

“En el yacimiento se han localizado más de 200 huellas asociadas con huesos fósiles de dinosaurios y tortugas. Las huellas más abundantes son las de saurópodos titanosaurios, típicos dinosaurios herbívoros de cuello largo”, explica González Riga, quien tiene evidencias de que los dueños de las pisadas fueron animales de dimensiones importantes. “Las huellas traseras tienen entre 40 y 60 cm de largo. En contraste, las huellas delanteras son más pequeñas. No hay evidencias de falanges manuales ya que estos animales no poseían dedos en sus extremidades delanteras.

De acuerdo con estas evidencias y el registro fósil de la región, se estima que fueron producidas por titanosaurios que habrían tenido unos 14 metros de largo”. Las huellas están preservadas en rocas de la Formación Loncoche, cuando la zona era una laguna conectada con deltas y estuarios que terminaban en el océano Atlántico que cubría la Patagonia y llegaba al sur de Mendoza. Cuándo: entre 65 y 71 millones de años atrás. Hasta hoy las investigaciones han revelado algunos datos.  “El yacimiento brinda relevante información paleobiológica sobre las faunas de dinosaurios, antes de la gran extinción de fines del Cretácico”, dice González Riga.

“Nos permite conocer qué tipos de titanosaurios habitaban esta región de América del Sur, su locomoción, velocidad de marcha, desplazamiento en manada (con probable hábito gregario) y adaptación para caminar en ambientes marino-marginales (deltas, estuarios). También estamos conociendo algunos aspectos sobre los dinosaurios terópodos (carnívoros) que habitaron esos ambientes, mediante el análisis de sus huellas”.  Pero además, están estudiando huesos fósiles de otros vertebrados, como tortugas y plesiosaurios, “que nos ofrecen la posibilidad de reconstruir los ambientes y las faunas del pasado”, agrega el paleontólogo, cuando Malargüe no era el desierto que es hoy sino ambientes lacustres y marino marginales habitada por dinosaurios y otros animales ya extintos.

Para los científicos, esta maravilla prehistórica habla por sí sola, pero debe ser protegida y acondicionada mediante cierres, guardaparques y accesos especiales antes de dar a conocer su ubicación geográfica. Según ellos, a partir de esta protección patrimonial, se transformará en un parque natural de interés cultural.

 


Dan a conocer el hallazgo de fósiles de Hippidion en Bahía Blanca.

Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

Un fragmento de cráneo fosilizado de un caballo de unos 8.500 años de antigüedad fue hallado entre sedimentos costeros en el balneario bonaerense de Monte Hermoso.  El titular del Museo, Vicente Di Martino, informó que "la pieza pertenece a una especie denominada Hippidion, conocida como mamíferos invasores que ingresaron a América del Sur sobre el final del terciario, como consecuencia del levantamiento del Istmo de Panamá, que une ambas Américas".

El experto explicó que esta especie "se caracterizaba por poseer un cuerpo más pequeño y robusto que el caballo moderno".  El investigador comentó que "el Hippidion habría vivido hasta tiempos relativamente recientes, unos 8.500 años atrás, conviviendo con los primeros pobladores sudamericanos".  En este sentido, dijo que "se cree que este caballo primitivo no fue domesticado por los aborígenes ya que restos de los mismos se hallaron, en un gran número, en sitios arqueológicos y se corroboró su utilización como fuente de alimento".

El balneario bonaerense de Monte Hermoso cuenta ya con diversos hallazgos arqueológicos y paleontológicos desde el descubrimiento de los sitios "Monte Hermoso I", "La Olla I" y "La Olla II" que datan de una antigüedad de 7 mil años.

 


Vecinos y turistas hallan restos fósiles y dan aviso al Museo.

 Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

Se trata de restos fósiles de perezosos gigantes que vivieron durante el Pleistoceno Pampeano, que fueran hallados casualmente por vecinos y turistas, y denunciados a las autoridades del museo local como lo establece la ley.

La pintoresca ciudad turística de Miramar, ubicado en la Provincia de Buenos Aires, no deja de sorprender por sus reiteradas contribuciones en el ámbito educativo, científico y patrimonial. Recientemente se han realizado varios hallazgos de importancia por parte de residentes y turistas, a los que les ha interesado el tema y se preocuparon por avisar al Museo Municipal Punta Hermengo de la ciudad, quien realizo las tareas de excavación para recuperar el material.

 “Es un gesto de destacar, que la comunidad participe en la preservación del patrimonio”, sostuvo el Museólogo Daniel Boh, director de la institución. Entre el material denunciado, se recupero un cráneo del perezoso gigante Scelidotherium leptocephalum, hallado por la familia Cabral en inmediaciones del muelle de pescadores. El mismo se hallaba en un estrato del Período Pleistoceno de aproximadamente 500.000 años. “Estos animales eran bastante abundantes ya que sus restos aparecen con frecuencia, pero un cráneo siempre es una pieza importante para ser estudiada. Llegaban a tener unos tres metros de largo y algo más de una tonelada de peso y se cree que los mismos realizaban grandes cuevas, cuyas pruebas a veces aparecen en los acantilados costeros y pueden ser fáciles de identificar para el ojo entrenado” argumento Daniel Boh.

Posteriormente se dio aviso de una enorme tibia, que resulto ser de Lestodon arnatus, hallada por el señor Daniel Porras entre el muelle de pescadores y la entrada al Vivero. El Lestodon era un perezoso de tamaño gigantesco, puesto que su largo era de 5 metros y cuatro toneladas de peso aproximadamente. “Se cree que prefería los sitios con lagunas ya que sus restos son hallados casi siempre en donde hay pruebas de la existencia de agua por mucho tiempo. En la zona mencionada hay estratos que corresponden a un antiguo curso de agua, cuya antigüedad sería de unos 200.000 años”, detallo Mariana Boh, de la asociación de amigos del museo local.

Por su lado, Mariano Magnussen Saffer, miembro de la asociación de amigos del museo, detallo: “ El material se encuentra en procesamientito de laboratorio, a la espera de su preparación para ser incluido a la colección institucional, a fin de enviar los datos al Registro Oficial de la Autoridad de Aplicación Nacional (AAN) de la ley 25.743 en materia paleontológica, que incentiva a cualquier ciudadano a denunciar este tipo de hallazgos a las entidades publicas, en defensa del patrimonio de todos los argentinos”.

Fuente. Museo Municipal Punta Hermengo de Miramar. www.museodemiramar.com.ar

 


Bacterias escultoras de fósiles.

 Publicado en Paleo. Año 7. Numero 36. Junio de 2009.

El hallazgo de embriones fosilizados revela información valiosa sobre la historia evolutiva de la vida en el planeta. Sin embargo, aun no se conocen los detalles de los procesos que dieron lugar a ese tipo de fósiles. Estudios previos basados en imágenes de alta resolución de embriones fosilizados de metazoos (animales multicelulares marinos) del período cámbrico -entre 542 y 488 millones de años atrás-, descubiertos en China, indicaron la presencia de bacterias que pudieron haber contribuido a su preservación.

Ahora, un equipo internacional de científicos, encabezados por Rudolf y Elizabeth Raff, de la Universidad de Indiana, en Bloomington, Estados Unidos, confirmaron esa hipótesis al reproducir en el laboratorio el modo en que esos microorganismos crean una réplica de un embrión de erizo de mar, a medida que lo va consumiendo, como si se tratara del molde de una escultura. Los resultados fueron publicados en la revista Proceedings of the National Academy of Sciences (PNAS) el 9 de diciembre pasado.

Los investigadores emplearon embriones dos especies de erizo de mar, el Hekiocidaris erythrogramma y el Heliocidaris tuberculata, y los sometieron a condiciones parecidas que pudieron haber desencadenado hace millones de años la fosilización de las especies marinas halladas en China. “Los embriones de esa especie de erizo de mar de Australia, empleados en el experimento, presentan algunas características morfológicas similares a las que poseían los embriones fosilizados durante la edad Cámbrica”, subraya Diego Pol, investigador de Conicet en el Museo Paleontológico Egidio Feruglio (MEF), en Chubut.

Los erizos de mar presentan una reproducción sexual. “Hay individuos masculinos y femeninos. Los mismos expulsan los gametos al exterior, produciendo la fecundación en el agua de mar. De la fecundación se origina una gástrula, o conjunto de células que se van dividiendo, a partir de la cual surge una larva de vida libre, nadadora, la cual sufre una metamorfosis que da lugar al erizo adulto”, explica la doctora en ciencias geológicas Adriana Cecilia Mancuso, investigadora de Conicet en el Centro Científico Tecnológico -Conicet, Mendoza.

El proceso de fosilización recreado por los investigadores involucró tres procesos. “Luego de la muerte del embrión del erizo de mar, los autores del estudio detuvieron en forma artificial la autólisis, es decir, la autodestrucción natural producida por las enzimas contenidas en las células. Dicha destrucción ocurre en condiciones aeróbicas que consisten en la presencia de concentraciones normales de oxígeno, en este caso disuelto en el agua de mar”, señala Mancuso. Y continúa: “En la naturaleza es probable que la acción de las bacterias sean las que hayan detenido la autodestrucción de los embriones cuando morían por alguna causa hace millones de años atrás.”

El paso siguiente fue exponer esos embriones a la acción de Pseudoalteromonas, un tipo de bacterias. “Las bacterias cubrieron y consumieron las estructuras celulares de esos embriones de erizo. Lo sorprendente fue que a medida que el conjunto de bacterias, que formaban biofilms bacterianos -capas de bacterias unidas por una matriz de azúcares-, invadían a los embriones, dada su unión formaban un molde, en forma precisa, de cada una de sus estructuras. En definitiva, mediante el empleo de microscopia tomográfica, Rudolf y Elizabeth Raff observaron en forma minuciosa que las bacterias producían una réplica del embrión”, indica Pol.

De acuerdo con los investigadores de la Universidad de Indiana, es probable que en la última etapa del proceso de fosilización registrado hace millones de años en los fósiles encontrados en China, las bacterias hayan liberado finos cristales compuestos de fosfato de calcio que mineralizaron la zona superficial de los embriones suministrándoles de esta forma una cubierta sólida. En los experimentos, Rudolf y Elizabeth Raff observaron que las bacterias depositaban carbonato de calcio en vez de fosfato de calcio. Por este motivo, los científicos pretenden en el futuro someter los embriones de erizo de mar a condiciones ambientales diferentes para replicar este paso.

Sin embargo, pese a que los experimentos no reprodujeron completamente el proceso de fosilización registrado “en el cambriano inferior, probablemente fueron similares en algunos aspectos”, destaca Mancuso. Este proceso de fosilización de embriones en el que participan bacterias no es el único. En otros casos son otros los factores decisivos que envuelven al organismo y que impiden su putrefacción como el ámbar, el hielo, el suelo congelado (permafrost), los hidrocarburos (brea), y guano, entre otros.  “Son extremadamente interesantes los avances que se han registrado en los últimos años dentro del campo del desarrollo embrionario desde un punto de vista evolutivo. Sirven para comprender la maravillosa diversidad biológica que existe hoy en día y que existió a lo largo de la historia de la vida”, concluye Pol.

 

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