Biografia de Francisco Javier Muñiz, Martín Doello Jurado y Lucas Kraglievich. PaleoArgentina.
 
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Martín Doello Jurado. Formó parte de la tercera generación de naturalistas argentinos.

 Fragmento de Magnussen Saffer, Mariano (2010). Martín Doello Jurado. Formó parte de la tercera generación de naturalistas argentinos. Paleo, Boletín Paleontológico. Año 8. 43: 23-24.

Discípulo del doctor Ángel Gallardo, Martín Doello Jurado formó parte de la tercera generación de naturalistas argentinos, especialmente dedicados a la paleontología y la zoología. Fue un biólogo, paleontólogo y oceanógrafo argentino. Nació en Gualeguaychú, Entre Ríos el 4 de julio de 1884. Fue director del Museo Argentino de Ciencias Naturales, profesor de la Universidad de Buenos Aires y uno de los fundadores de la Asociación Argentina de Ciencias Naturales y de su revista, que fuera, quizás, la más destacada de las publicaciones científicas de principios del siglo XX: Physis, profesor universitario en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires.

En 1914 Doello Jurado inicia una investigación sobre invertebrados en la plataforma marina argentina que tendría como resultado la sección de Moluscos e Invertebrados del Museo Argentino de Ciencias Naturales. A la par de su gestión al frente del Museo, Doello mantuvo su actividad científica y de promoción de las ciencias naturales: realizó estudios sobre zoología experimental, apuntes entomológicos y ornitológicos, y asuntos relacionados con la lucha contra la langosta, un problema acuciante para la agricultura en aquellos. Creó la primera Estación de Biología Marina del país, en Quequén (Buenos Aires), participó de la fundación de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales y de la Sociedad Ornitológica del Plata. También integró academias científicas de Buenos Aires, La Plata y Córdoba. 

Después de realizar campañas hidrobiológicas y paleontológicas por la Patagonia; Comodoro Rivadavia en 1917, Puerto Belgrano en 1920 y Tierra del Fuego en 1921 (donde fue Jefe de la primera Misión Científica de la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires), dio a conocer la existencia en los mares argentinos de organismos que se creían extintos y presentó los primeros informes de representantes de la fauna magallánica en zonas profundas frente a Mar del Plata. También señaló ciertas nociones oceanográficas que más tarde serían anunciadas en teorías que hoy en día establecen conceptos y fundamentos de la hidrología.

En 1922 inició las primeras campañas de oceanografía biológica que se realizaron en la Argentina. En 1923 asume el cargo de director del Museo de Ciencias Naturales, que la mismo tiempo cambiaba su nombre por Museo Nacional de Historia Natural Bernardino Rivadavia. Fue durante su gestión que el museo se mudó al actual lugar de Parque Centenario. Dolledo Jurado también impulsó la creación de la Asociación Amigos del Museo.

Al mismo tiempo siguió trabajando en Zoología experimental, Entomología, Ornitología y en la lucha contra la langosta, plaga de aquel tiempo que azotaba la agricultura argentina. También creó la primer Estación de Biología Marina de la Argentina en Quequén, Buenos Aires. Estuvo en la fundación de la Sociedad Argentina de Ciencias Naturales y de la Sociedad Ornitológica del Plata, además de integrar otras academias científicas del país.

Era además asiduo colaborador de revistas y de periódicos nacionales, como La Prensa y La Nación, donde publicaba artículos de divulgación, que demostraban una gran capacidad para poner al alcance del público, en forma amena y sencilla, los más complejos problemas y teorías de la ciencia.

Después de 23 años en su cargo, se retirá de la dirección del museo en 1946. A lo largo de su vida publicó varios artículos de divulgación científica en revistas y periódicos argentinos. Murió en Buenos Aires el 9 de octubre de 1948.

 


Francisco Javier Muñiz.

Un Medico con espíritu de Paleontólogo.

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Fragmento del articulo publicado originalmente: Magnussen Saffer, Mariano. (2007). Francisco Javier Muñiz. Un medico con espíritu de Paleontólogo. Paleo, Boletín Paleontológico. Año 5. 26: 27-29.

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Aunque la labor de Francisco Javier Muñiz como médico fue notable, es en el campo de las ciencias naturales y en especial en el de la paleontología (la ciencia que estudia los fósiles) donde su figura se destaca claramente. En un primer momento en Chascomús, provincia de Buenos Aires, inició trabajos que se consideran como los primeros esfuerzos argentinos en ese campo: recogió y reconstruyó fósiles, algunos ya conocidos pero otros nuevos. Más tarde, en las barrancas del río Luján, realizó durante veinte años la fecunda tarea de remover y sacar a la luz un extraordinario mundo fósil allí sepultado.

Francisco Xavier Thomas de la Concepción Muñiz nació en Monte Grande, Provincia de Buenos Aires, el 21 de diciembre de 1795. En 1807, a los 11 años de edad, se alistó como cadete en el Regimiento de los Andaluces y fue herido de bala en una pierna mientras intervenía en la defensa de Buenos Aires durante las invasiones inglesas.

La Escuela de Medicina, creada en 1801, no había atraído la atención de muchos alumnos, por lo que, a sugerencia del doctor Cosme Argerich se la reemplazó por el Instituto Médico-Militar, con la finalidad primordial de formar cirujanos para los ejércitos patrios. Este instituto, bajo la dirección de Argerich, inició sus actividades en 1814 y contó entre los alumnos inscriptos a Francisco Javier Muñiz, que se graduaría como médico en 1822, cuando el instituto mencionado ya había pasado a formar parte de la Universidad de Buenos Aires (creada en 1821), donde se doctorará recién en 1844. 

En enero de 1825 fue designado cirujano militar en el cantón de la Guardia de Chascomús. Allí, organizó el primer hospital de campaña y confeccionó el reglamento para el cuerpo de cirugía. Durante las campañas militares contra los indígenas a las que asistió, Muñiz, un hombre con inquietudes múltiples, realizó estudios sobre los usos, las costumbres y las creencias de los aborígenes. 
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Por otra parte, el hallazgo de esqueletos fósiles en las orillas de la laguna de Chascomús y de arroyos vecinos estimularon su vocación de naturalista: recogió restos de un gliptodonte y descubrió por primera vez el tatú fósil o gran armadillo. Su condición de aficionado, todavía con escasa experiencia, le impidió reparar en la importancia del hallazgo y omitió entonces documentar el hecho en alguna publicación. Trece años después, en 1838, Alcides D’Orbigni, explorador francés, encontró restos del mismo animal extinguido en las márgenes de un afluente del río Santa Lucía, en Uruguay, le asignó el nombre de Dasypus giganteus y se quedó con los honores del descubrimiento. 

En 1826, al estallar la guerra contra el imperio del Brasil, Bernardino Rivadavia designó a Muñiz como médico y cirujano principal, correspondiéndole el grado de teniente coronel. En carácter de tal tuvo a su cargo durante toda la campaña el servicio de hospitales y ambulancias, que se cumplía con 32 carros cubiertos.

Sus primeros trabajos científicos en el campo de la medicina se refirieron a la vacuna antivariólica (contra la viruela). Desde 1828, como Administrador de Vacuna en el Departamento Provincial del Centro (Rivadavia había dividido la campaña bonaerense en tres departamentos denominados Norte, Centro y Sur), procuró aplicar la vacuna preventiva, que en ese entonces se transmitía de brazo en brazo, a gran número de los pobladores de su vasta jurisdicción político-sanitaria. El valor de esta tarea se observa claramente si se tiene en cuenta que la viruela, introducida en América por los conquistadores, se manifestaba en epidemias devastadoras, cuyas víctimas llegaron a contarse por millones. Además ensayó -en su momento se creyó que con éxito, pero hoy se sabe que no fue así- el tratamiento de afecciones cutáneas mediante la inoculación múltiple de la vacuna antivariólica, lo que le valió el reconocimiento de la Real Sociedad Jenneriana de Londres.

En 1828, cuando se estableció en la Villa de Luján, Muñiz era ya un experto naturalista que había estudiado la obra cumbre del fundador de la paleontología -el gran naturalista francés Georges Léopold Cuvier- Investigaciones sobre las osamentas fósiles. En estas condiciones se dispuso a proseguir sus investigaciones paleontológicas, iniciadas años atrás en Chascomús, en el tiempo libre que le dejaba el quehacer médico. La elección de Muñiz de la Villa de Luján no fue casual; tiempo atrás, en 1787, el padre dominico Manuel de Torres había descubierto la existencia de yacimientos fosilíferos en las barrancas del río Luján. Entonces comenzó Muñiz, sin recursos ni apoyo, a exhumar restos de especies animales extinguidas. Unas ya conocidas y otras descubiertas por primera vez, las reconstruyó y estudió con dedicación y paciencia. Entre sus hallazgos figuran toxodontes, mastodontes, megaterios, gliptodontes, lestodontes, osos y caballos fósiles.

Otras de las ocupaciones de Muñiz en Luján fue la de ejercer como Médico de Policía. Este cargo fue creado por Rivadavia -quien estaba interesado en incrementar la población del país- en 1822 para mejorar la salud pública. Quienes asumían esta función debían, entre otras tareas, vigilar las condiciones sanitarias tanto de las personas como de los animales -ya que entonces no existían veterinarios-, controlar el ejercicio de la medicina y combatir el curanderismo. Una circunstancia crucial en la que Muñiz tuvo que demostrar su aptitud se produjo en 1836/37 cuando llegó a la campaña bonaerense una epidemia de escarlatina que se venía expandiendo desde Perú hacia el sur. El fruto de la gran experiencia clínica que Muñiz recogió en aquellas circunstancias se vio luego reflejado en Descripción y curación de la fiebre escarlatina, que publica ¨La Gaceta Mercantil¨ en 1844 y se edita luego en un folleto de ochenta páginas. También produjo trabajos sobre vacunas (La vacuna indígena), sobre cirugía y medicina legal, y sobre Paleontología argentina, que fueron compilados por Sarmiento en 1885 en el libro Vida y escritos del Coronel Dr. Francisco J. Muñiz. Será éste quien defina a Muñiz en su función de intelectual: ¨Muñiz tenía todas las intuiciones de las ideas que empiezan a agitar al mundo moderno¨. 
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En 1841 Muñiz le "regaló" su colección paleontológica al gobernador Rosas: eran once cajones acompañados por una nómina de los fósiles que a su vez Rosas obsequió al almirante francés Dupotet. No está claro que se haya tratado de un obsequio voluntario. Para algunos, entre ellos Florentino Ameghino no fue otra cosa que un despojo, pues Rosas habría obligado a Muñiz a hacer la pretendida "donación". Sin embargo, a pesar de esta contrariedad, Muñiz no se desanimó, siguió trabajando y llegó a reunir una nueva y más amplia colección de fósiles que donó en 1857 al museo de Buenos Aires. Su descubrimiento paleontológico más importante fue el "tigre fósil" (Muñifelis o Smilodon bonaerensis), realizado en 1844.

En 1844, la ciudad de Buenos Aires quedó desprovista de la vacuna antivariólica: en estas circunstancias fue requerida la ayuda de Muñiz, quien en un gesto de altruismo se trasladó a la metrópoli con una de sus hijas, de pocos meses, recién vacunada, con cuya linfa pudieron ser inoculadas más de veinte personas. Esta noble actitud del doctor Muñiz permitió restablecer la práctica de la vacuna en la gran ciudad.

Muñiz estableció vinculación y amistad epistolar con Charles Darwin. Esto ocurrió a partir de que el científico argentino remitió respuestas precisas y muy detalladas ante una serie de preguntas formuladas por el gran hombre de ciencia británico sobre la variedad bovina llamada vaca ñata (especie de ganado que era relativamente frecuente en el territorio ocupado por los indios pampas).

En 1847, tras varias postergaciones por la falta de elementos indispensables, da fin a sus Apuntes topográficos del territorio y adyacencias del Departamento del Centro de la Provincia de Buenos Aires, con algunas referencias a los demás de su campaña. La obra, además de ser una reseña topográfica, analiza la composición del suelo con descripciones geológicas de la formación pampeana, estudia los agentes climáticos, la alimentación, el trabajo, los caracteres físicos y psíquicos de los habitantes y las enfermedades más peculiares. Este completo ensayo en que el médico aparece felizmente combinado con el geólogo, el etnógrafo y el higienista es un anticipo del advenimiento de la ecología, al poner en relación los factores ambientales con la salud y las enfermedades del hombre y los animales.

A fines de 1848 el sabio decidió regresar definitivamente a Buenos Aires tras veinte años de trabajo en Luján. Rosas lo designó en 1849 Conjuez del Tribunal de Medicina y en 1850 catedrático de Partos, Enfermedades de Mujeres y de Niños. Por otra parte, el voto de la mayoría de sus pares lo llevaron a la presidencia de la Facultad de Medicina desde 1858 hasta 1862.

En la batalla de Caseros (1852) Muñiz participó sólo en forma secundaria: se encargó del envío del material médico necesario para la asistencia de los heridos. Luego, en 1853 -cuando Rosas ya había dejado el poder-, fue electo Diputado Provincial por la sección de la campaña que comprendía la Villa de Luján y al año siguiente se lo consagró Senador.

Mientras Muñiz vivía en Luján, un comerciante inglés le hizo llegar una consulta realizada por Charles Darwin, en relación con un tipo de vacas que este había observado en su visita por estas tierras. Si bien Darwin había pasado por Luján en 1833, camino a Santa Fe, ambos sabios no se habían encontrado. Las preguntas de Darwin eran muy concretas y estaban relacionadas con la vaca ñata, una raza muy curiosa (actualmente extinguida) que tenía el aspecto de un bulldog. Los datos aportados por Muñiz fueron incluidos en el capítulo 8 del Diario de viaje del Beagle. Como agradecimiento, Darwin le envió una carta elogiosa y leyó su trabajo sobre la fiebre escarlatina en el Real Cuerpo Médico de Cirujanos de Londres.

El período lujanense de Muñiz culminó con dos importantes trabajos. En los Apuntes Topográficos del territorio y adyacencias del Departamento del Centro de la Provincia de Buenos Aires recopiló numerosa información sobre la geología, hidrología, topografía, condiciones climáticas, riqueza fosilífera y estado sanitario de la población de la región. En El ñandú o avestruz americano, por su parte, realizó una extensa descripción de este animal, obra que, décadas más tarde, Florentino Ameghino calificaría como "lo mejor que hasta ahora ha aparecido, y bastaría para dar a su autor reputación como zoólogo, y aun como escritor". Sin embargo, en su momento, fue publicada por entregas en La Gaceta Mercantil ante la carencia de publicaciones y de instituciones nacionales que se ocuparan de la ciencia.
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La obra científica de Muñiz en el campo de la paleontología ha sido injustamente olvidada. Sin embargo, sus contemporáneos y aun sus inmediatos sucesores supieron reconocer los méritos de sus trabajos como colector y estudioso de los fósiles. Es que Muñiz no fue solamente un naturalista casual que realizó las primeras colecciones de fósiles de la Argentina, sino que en muchos casos las describió, nominó y aventuró distintas hipótesis sobre ellas.

Sus primeros hallazgos datan de 1825, en las proximidades de Chascomús. Allí recogió restos de un gliptodonte y de un armadillo extinguido que posteriormente restauró, pero no publicó su hallazgo.

Sus colecciones en Luján, constituyen una muestra de los mamíferos más representativos que habitaron la región pampeana durante los últimos tiempos del pleistoceno (entre 30.000 y 8500 años antes del presente). Esta espectacular fauna ha atraído desde entonces la atención de muchos paleontólogos del país y del exterior. Su primera colección -que regaló a Rosas en 1841 incluía restos de megaterio y otros perezosos gigantes, mastodontes, macrauquenia, gliptodontes, osos. La lista comentada de estos materiales fue publicada ese año en La Gaceta Mercantil. El mayor mérito de Muñiz en esa etapa fue el hallazgo de esa fauna y la extracción y restauración de los esqueletos. El hecho de que Rosas se desprendiese de esa colección regalándosela al jefe de la escuadra francesa en el Río de la Plata y de que él mismo despachase especímenes a instituciones europeas, no solo no impidió que el trabajo de Muñiz tuviese su proyección científica, sino que quizás lo favoreció, al ser estudiados esos materiales por las eminencias europeas del momento. Por ejemplo, el ilustre paleontólogo Gervais del Museo de Historia Natural de París describió al oso "Ursus" bonariensis (Arctotherium) y al perezoso gigante Lestodon. Es claro que el momento no era propicio para afianzar y proyectar su obra en las Provincias del Río de la Plata. En el campo de la paleobotánica, por su parte, la verdadera naturaleza y procedencia de la madera fósil que encontrara antes de 1845 en la región pampeana, no ha sido debidamente comprobada.

En 1857, donó al Museo Público de Buenos Aires materiales que hoy forman parte de las importantes colecciones y exhibiciones de fósiles pampeanos del Museo Argentino de Ciencias Naturales. Entre ellos se destacan un cráneo de Toxodon, un caballo fósil y un "tigre" diente de sable. El cráneo de Toxodon y el caballo fueron estudiados por el entonces director del Museo, el prusiano German Burmeister. El "tigre" dientes de sable, al que originalmente denominó como Muñifelis bonaerensis, pero luego ubicó correctamente en el género Smilodon, resulta el hallazgo que más reconocimiento le mereció. Con el estudio de este ejemplar, desarrolló al máximo su capacidad como paleontólogo pues lo describió con precisión de anatomista, aventuró hipótesis sobre sus hábitos y hasta se atrevió a refutar la tesis del naturalista francés Georges Leclerc, conde de Buffon, que sostenía que los animales americanos eran de menor tamaño que los europeos

En 1871, murió víctima de la fiebre amarilla durante una feroz epidemia que azotó a Buenos Aires. 

Fuentes: Proyecto Ameghino y Revista Ciencia Hoy. Wikipedia.

 


Lucas Kraglievich.

Un naturalista viajero con naturaleza propia.

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Fragmento del articulo publicado originalmente: Magnussen Saffer, Mariano. (2008). Lucas Kraglievich. Un naturalista viajero con naturaleza propia. Paleo, Boletín Paleontológico. Año 6. 30: 14-15.

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Nació el 3 de agosto de 1886 en Balcarce, provincia de Buenos Aires. Su infancia transcurrió en su pueblo natal y luego viajó a Buenos Aires para proseguir con sus estudios secundarios. Inició la carrera de ingeniería mecánica la cual abandonó al terminarla para entregarse de lleno a su gran pasión: la paleontología, continuando así la obra de los Ameghino.

Sus amplios conocimientos abarcaban desde la filosofía kantiana hasta las matemáticas, por las que era un apasionado; sin embargo, la lectura de los trabajos de F. Ameghino y otros evolucionistas, lo decidieron definitivamente por la Paleontología y ciencias afines. De carácter firme y bondadoso, expresaba sus opiniones con gran humildad. Se caracterizó por ser un investigador tenaz, infatigable e inteligente.

Estudió Ingeniería en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires, pero después de realizar un viaje de estudios de diez meses de duración por las Provincias del Chubut y Santa Cruz, durante los años 1912-1913, haciendo importantes colecciones paleontológicas, se definió por la Paleontología. Abandono los estudios de Ingeniería cuando sólo le faltaba aprobar una materia para su graduación y buscó ingresar en el Museo de Historia Natural de Buenos Aires, donde Carlos Ameghino (hermano de Florentino Ameghino) se desempeñaba como Jefe de Paleontología y Director del Museo. En 1916 ingresó a esta institución como Adscripto-honorario, convirtiéndose en un destacado discípulo de Carlos Ameghino, a quien siempre reconoció como su maestro.

Después de varios años de desarrollar una intensa tarea obtuvo el modesto cargo remunerado de Ayudante Técnico de Paleontología, que desempeño desde 1919 hasta 1929; en el lapso 1925-1929 debido a una grave enfermedad de Carlos Ameghino, Kraglievich fue nombrado, interinamente, su sucesor. Carlos Ameghino renunció a sus cargos en 1930 y, a pesar de que Kraglievich ya en 1921 había sido Director Interino del Museo, en esta oportunidad, y a pesar de la opinión unánime de sus colegas y hasta del propio Carlos, no fue designado para reemplazar a este último, quedando, en cambio, como Naturalista Viajero. Kraglievich consideró que dicha decisión era muy injusta teniendo en cuenta sus merecimientos y renunció a fines del año 1930.

En el año 1927 había visitado la República Oriental del Uruguay, integrando una Comisión de Estudios Uruguayo-Argentina, ocasión en la que efectuó interesantes descubrimientos en ese país, como el de restos de dinosaurios que indicaban la existencia del Cretácico.

En consecuencia, teniendo en cuenta estos hechos y el amistoso recibimiento en el Uruguay, a principios de 1931 se radicó definitivamente en ese país, en el que efectuó importantes descubrimientos geopaleontológicos. Con anterioridad a 1927, cuando Kraglievich inició sus trabajos sobre geología y paleontología uruguayas, muy poco era lo que se conocía, particularmente en Paleontología, en el Uruguay. La obra de Kraglievich mereció el amplio reconocimiento, tanto de los investigadores argentinos como otros prestigiosos europeos y norteamericanos. Dejó numerosos discípulos, entre los que se destacó Rodolfo Parodi.

Una buena parte de sus trabajos está dedicada al estudio de los gravigrados, pero también se ocupó de los roedores, osos, cánidos, astrapoterios, toxodontes, tipoterios, paquirrucos, macrauquénidos, enteloniquios y aves fósiles; además escribió sobre la vida y obra de Florentino Ameghino. Su bibliografía, en el lapso 1916-1932, incluye 75 trabajos publicados, pero a su muerte, en 1932, quedaron otros 18 entre entregados para su publicación y preparados o en preparación.

Particularmente, en estos últimos se encuentran los manuscriptos de importantes monografías sobre roedores, úrsidos, megaterios y un "Manual de Paleontología Rioplatense". Dicho Manual fue editado en 1937, en Montevideo, e incluido con la mayoría de los restantes manuscriptos en el tercer tomo de las "Obras de Geología y Paleontología (1940)" de Lucas Kraglievich.

Las creaciones taxonómicas de Kraglievich incluyen: Familias y Subfamilias nuevas: 24 de mamíferos y 4 de aves. Géneros y Subgéneros nuevos: 84 de mamíferos y 1 de aves. Especies y Subespecies nuevas o referidas a otros géneros: 240 de mamíferos y 8 de aves.

En 1928 recibió el Premio Eduardo L. Holmberg, correspondiente al año 1927, otorgado por la Academia Nacional de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Buenos Aires, por su " Contribución a la Paleontología Argentina" en la que incluyó cuatro trabajos publicados en 1926.

Bibliografía Sugerida.

Fontana Company, M.A. 1931. La notable obra geopaleontológica del Prof. D. Lucas Kraglievich. Revista de la Sociedad "Amigos de la Arqueología", tomo V, 1-36. Montevideo.

Parodi, R. 1932. Lucas Kraglievich. Su vida y su obra, 14 págs. Buenos Aires.

Torcelli, A.J. 1940. Obras de Geología y Paleontología (de Lucas Kraglievich), Volúmenes I, II, III. La Plata (puesto en prensa y terminada por Carlos A. Marelli).

 


Guillermo Enrique Hudson, un verdadero pionero y naturalista.

Mariano Magnussen Saffer (1) y Gisel Sánchez (2). 1. Director de Grupo Paleo y Presidente de la Asociación de Amigos del Museo Municipal Punta Hermengo. marianomagnussen@yahoo.com.ar, y por Gisel Sanchez, integrante del Grupo Paleo. 2. Integrante del Grupo Paleo.

Nació en Quilmes (Buenos Aires) en 1841, actualmente localidad de La Carolina, en ese entonces una zona rural del partido de Quilmes (hoy partido de Florencio Varela), el 4 de agosto de 1841, 4º hijo de Daniel Hudson y de Carolina Augusta Kimble, quienes se casaron en Boston, Estados Unidos, en 1827 y llegaron al Río de la Plata en 1837, en el vapor "Potomac".y creció en el campo argentino, que recorrió en su juventud, observando detenidamente la naturaleza y a las aves en especial. Luego emigró a Inglaterra donde, sin abandonar su afición por la vida silvestre, emprendió una carrera literaria que lo colocó entre los mayores escritores de lengua inglesa de su tiempo.

Se afincan en una suerte de estancia de 400 varas de frente por legua y media de largo, adquirida a Tristán Nuño Valdéz, cuñado a su vez del hacendado Juan Manuel de Rosas, llamada los "25 Ombúes". Allí comienzan una ardua vida de hacendados con la cría de ovejas.

El matrimonio se ve bendecido por la llegada de 6 hijos, 4 varones y dos niñas. Su cuarto hijo se hace famoso describiendo los alrededores de su rancho natal, en su autobiografía "Allá lejos y hace tiempo". Los niños de origen anglosajón, eran llevados a bautizar a la ciudad de Buenos Aires, en la Primera Iglesia Metodista en la Avenida Corrientes, existe un registro de bautismos, que contiene las partidas de esos primeros hijos.

Cuando tenía veinticuatro años se contactó por carta -gracias a Germán Burmeister, entonces director del Museo de Ciencias Naturales de Buenos Aires- con los ornitólogos (especialistas en aves) Spencer Fullerton Baird -estadounidense- y Philip Lutley Sclater -secretario de la Zoological Society de Londres- y al poco tiempo comenzó a remitir parte de sus colecciones al Instituto Smithsoniano de Washington: lo enviado sumó un total de más de seiscientas pieles, correspondientes a ciento cuarenta y tres variedades autóctonas que desde allí fueron transferidas a la Zoological Society de Inglaterra. Esta institución registró en sus libros de actas tales envíos durante los años 1868 y 1869. Dos de aquellas especies fueron bautizadas con el nombre de su descubridor: Cranioleuca hudsoni (n.v canastero) y Cnipolegus hudsoni.

 

Años más tarde, Hudson conocería -también por intermedio de Burmeister- a Francisco Moreno, quien llegaría a ser un gran paleontólogo y geógrafo. Más allá de estos vínculos, Hudson no tuvo una relación continua con el mundo académico. No fue un científico de formación erudita; su obra se basó, sobre todo, en lo que pudo observar directamente alrededor suyo para extraer luego notables conclusiones. Tras haber analizado las costumbres de las aves patagónicas en el valle del Río Negro y de los churrinches y golondrinas en Buenos Aires, Hudson se ocupó de otras importantes especies ornitológicas y así nació su trabajo On the pipits of the Argentine Republic, uno de sus últimos trabajos realizados en Argentina. No están claros los motivos por los cuales en 1874, ya muertos sus padres, Hudson se embarcó hacia Inglaterra para no volver a su país natal. Pero la Argentina aparecerá en muchas de sus obras publicadas en Inglaterra. Considerado por algunos un precursor de la moderna ecología, Hudson ingresó en 1891 a la recién creada Sociedad Protectora de Pájaros, destinada a unificar los esfuerzos realizados anteriormente para combatir la matanza de garzas, aves del paraíso y otras especies, cuyo plumaje se utilizaba para adornar vestidos.

Cincuenta años después, en 1891, se crea el nuevo partido de Florencio Varela, sobre el pueblo de San Juan. Al fallecer Guillermo Enrique Hudson, el Dr. Fernando Pozzo, (médico y eminente ciudadano e intendente de Quilmes), se aboca a difundir su memoria. Primero dicta una conferencia en la Facultad de Medicina.

Más tarde ubica con su esposa el rancho natal y crea una Asociación de Amigos en 1941, plantan un histórico "ombú" y descubren un monolito en la esquina de la antigua estanzuela los "25 Ombúes", festejando con éxito la donación del solar natal del Escritor y primer naturalista argentino, en las antiguas tierras del Visconde Davidson, el mismo se encuentra en la zona rural del actual partido de Florencio Varela, es declarada "Reserva Natural" por la Ley 12.584 de la provincia de Buenos Aires en 2000, y allí funciona un museo evocativo. Hudson bregó por la protección de las riquezas naturales no sólo desde los hilos plateados de su prosa. Fue también un tenaz naturalista. Un ornitólogo. Un sagaz conocedor de los hábitos y cantos de cientos de aves.

En Inglaterra, promovió la sanción de la primera ley de la conservación. Asimismo, fue uno de los fundadores de la Asociación ornitológica del Plata en 1916. Entre sus trabajos de orden científico pueden enumerarse: Argentine Ornithology, Aves Británicas y El naturalista en el Plata, etc. Su producción editorial se diversificó en los años siguientes y los temas científicos (naturalismo relativo a Argentina e Inglaterra) se alternarán con los autobiográficos, la ficción y los poemas, todo con gran éxito, colocándolo entre los mejores escritores de su tiempo. Hudson murió  en Inglaterra en 1922.. Entre sus obras más importantes pueden nombrarse Allá lejos y hace tiempo, su autobiografía; La tierra purpúrea que Inglaterra perdió, novela cuyo titulo que hace referencia a Uruguay; Días de ocio en la Patagonia, relato de su viaje al valle de Río Negro y La selva maravillosa, su novela más famosa. En estos viajes de observación recogía muestras de diferentes especies animales y tomaba minuciosas notas que luego serían las bases de algunos de sus trabajos, todos ellos escritos en inglés.

Hoy el Parque ecológico Hudson es una reserva natural de 54 hectáreas. Aquí palpita un monte de talas, y variedades de especies como los ligustros, acacias y paraísos. En un sotobosque viven arbustos de pavonia. En el suelo se esparcen frutillas silvestres, dichondra (oreja de ratón), violetas, tréboles. De los originales 25 ombúes sólo quedan tres. En estos gigantescos árboles un ojo atento podrá hallar horneros, benteveos y calandrias; zorzales y pájaros carpinteros. Por los campos circundantes se dispersan mixtos, teros, lechuzas, perdices.

En 1874 afectado por una grave dolencia cardíaca, se mudó a Londres, Inglaterra. Al año siguiente se casa con Emily Wingrave. Fue cofundador de la primera sociedad real protectora de las Aves: "Bird Protection Royal Society" (1922) Pero por no ser Lord inglés, cede la presidencia. Fallece en Worthing, West Sussex, Londres, el 18 de agosto de 1922. Su tumba se encuentra en Broadwater (Sussex).

La valoración científica y artística que bulle en la literatura de Hudson puede obrar hoy como estímulo a una seria educación ambiental, e incluso a una percepción asombrada y poética de los animales. Que laten dentro de los ecosistemas. Y de la tierra enamorada del cielo.

Bibliografía sugerida.

Aguilar, H. 2009. Guillermo Enrique Hudson: sentimiento y naturaleza. El Carnotaurus. Boletin del Museo Argentino de Ciencias Naturales Bernardino Rivadavia. Año X. Número 101 marzo 2009 pp. 7-9

Anónimo, 1933. El cardenal de Hudson. Revista El Hornero (Asoc. Ornit. Del Plata) 5(2):266. Buenos Aires

Jurado, A. 1988. Vida y obra de W. H. Hudson. Emece. Buenos Aires.

Hudson, G. E. 1984b. Un naturalista en el Plata. Libros de Hispanoamérica. Buenos Aires.

Montaut, C. A. 1991. Andanzas y aventuras entre gauchos de William Henry Hudson. Edit. El aljibe. City Bell.

Narosky, T. y D. Gallegos. 1992. Las aves de la Pampa perdida. Asociación Ornitológica del Plata – Fundación Antorchas. Buenos Aires.

 


Rodolfo Eustaquio Senet, un psicólogo apasionado por la historia natural.

Mariano Magnussen Saffer. Director de Grupo Paleo e Integrante del Museo Municipal Punta Hermengo. marianomagnussen@yahoo.com.ar . Magnussen Saffer, Mariano (2012). Rodolfo Eustaquio Senet, un psicólogo apasionado por la historia natural. Paleo, Revista Argentina de Paleontología. Boletín Paleontológico. Año 10. 81: 28-30. 

Fue profesor de Antropología, de Psicología Anormal y de Psicopedagogía. En sus tiempos lbres, gustava conocer e investigar sobre elpasado natural. Nació en San Martín, provincia de Buenos Aires, el 29 de marzo de 1872.

Rodolfo Senet fue uno de los más entusiastas estudioso de la psicología experimental, con miras pedagógicas, en el país. Fue, además, un extraordinario pedagogo, a la manera constructivista, es decir, tratando de sugerir ideas y promoviendo la generación de conceptos y conocimientos.

Obtuvo su diploma de maestro normal en 1889, en la Escuela Normal de Profesores de Buenos Aires. De inmediato, inició los estudios universitarios en matemáticas, al mismo tiempo que trabajaba como maestro de grado. No se doctoró en matemáticas, y sí se orientó de lleno a la enseñanza. Fue profesor de francés, y secretario de la Escuela Mixta de Mercedes, en 1894. Algunos años después, fue vicedirector de la Escuela Normal de Dolores.

En 1901, publicó su primer trabajo importante: Evolución y educación. Al año siguiente, presentó Archivos de Criminología, medicina legal y psiquiatría.

En 1902, Senet fundó, en la ciudad de Dolores, el diario El Nacional. Poco después, fue designado director de la Escuela Normal de Pergamino. Más tarde, en 1906, fue nombrado Inspector de Enseñanza Secundaria, y, en 1911, se incorporó a la Cátedra de Psicología Anormal y Antropología de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional de La Plata, y a la de Crítica Pedagógica en la Universidad de Buenos Aires. Luego, sucesivamente, Senet ocupó los cargos de Director de Instrucción Pública; Interventor de la Universidad de La Plata y Presidente interino de dicha institución. Además, fue académico de número en la Academia Nacional de Ciencias.

En la elaboración de Psicología de la adolescencia, Senet, que defendía la experimentación como base del conocimiento científico, utilizó sus propias investigaciones antropométricas y las investigaciones biológicas y psicológicas realizadas en las escuelas de La Plata por los profesores y estudiantes de la Sección de Pedagogía (luego Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación).

Posteriormente, se dedicó casi con exclusividad a la investigación en psicología. En esta materia, por ejemplo, resaltaba la psicología por sobre la anatomía como causas de la criminalidad, en contra de las teorías predominantes a principios de siglo XX.

Senet, Rodolfo, fue parte de un grupo de investigadores de diferentes ramas de la ciencias biológicas y antropológicas, qui viajaron a la ciudad de Miramar en 1924 para constatar el hallazgo de material litico de antiguas culturas humanas, junto a restos fósiles de megafauna, atribuibles a sedimentos Terciarios.

A los comienzos del siglo XX, Florentino Ameghino era considerado como paradigma del sabio, lo que implicaba para sus sostenedores la defensa a ultranza de sus hipótesis. En este contexto se desarrolló la construcción de una "ciencia nacional", enmarcada en el positivismo, que en la Argentina adquirió caracteres propios, y en el concepto de país internacionalmente significativo.

El hallazgo del "hombre de Java" (Pithecanthropus erectus) por parte de Dubois, en 1891, dio lugar en todo el mundo a una intensificación en la búsqueda de posibles ancestros de los humanos modernos. La Argentina no fue ajena a ello, fundamentalmente a través de la labor de Florentino Ameghino (1854-1911). Producido el fallecimiento de éste, la búsqueda continuó a través de su hermano Carlos (1865 -1936), quien se desempeñaba en el Museo Nacional de Historia Natural, actual Museo Argentino de Ciencias Naturales "Bernardino Rivadavia", a cargo de la sección Paleontología. Desde 1912 Carlos Ameghino mantuvo contacto permanente con el inmigrante genovés Lorenzo Parodi (1857-1932) y su hijo Lorenzo Julio (1890-1969).

Fue autor de varias publicaciones referentes a la teoría evolutiva de Ameghino. En una de ellas realiza un atractivo estudio en el que evalúa la teoría antropogenética del sabio en función del adelanto biológico adquirido hacia la época. El efecto de las afirmaciones de Senet fue de tal magnitud que la teoría del hombre originario de América cobró consistencia en base a ciertas consideraciones embriológicas que, curiosamente, están en la cúspide de la discusión antropogenética actual (Senet 1912).

Ambos radicados primero en Necochea y luego en Miramar, provincia de Buenos Aires. Producto de los hallazgos de ambos Parodi, Carlos dio a conocer publicaciones tales como Investigaciones antropológicas y geológicas en el litoral marítimo sur de la provincia de Buenos Aires de 1913, El fémur de Miramar. Una prueba más de la presencia del hombre en el Terciario de la República Argentina de 1915 y Los yacimientos arqueolíticos y osteolíticos de Miramar. La cuestión del hombre terciario en la Argentina, resumen de los principales hechos después del fallecimiento de Florentino Ameghino publicado en 1918. A partir de 1913 Lorenzo Parodi fue contratado por Ángel Gallardo (1867-1934), director del Museo Nacional de Buenos Aires, a propuesta de Carlos Ameghino, para hacerse cargo de trabajos de exploración en la costa atlántica de los alrededores de Miramar, trabajos que por otra parte ya había realizado para Florentino Ameghino. Cabe destacar que el interés por la exploración de la costa atlántica en busca de indicios del "hombre fósil" fue iniciativa del Museo de La Plata, institución que a través del profesor de esa casa, doctor Luis María Torres (1878-1937), propuso a Gallardo desarrollar trabajos conjuntos.

Senet, realizo aportes y comentarios, que no favorecían la naturaleza de los hallazgos realizados en Miramar.  Fue autor de numerosos estudios acerca de psicología experimental y pedagogía, la mayor parte de ellos publicados en los Archivos de Psiquiatría, Criminología y Ciencias Afines, como Apuntes de pedagogía (1905); Patología del instinto de conservación (1906); Nociones de psicología y de metodología general (1906); Elementos de psicología infantil (1911); Guía para la práctica de la enseñanza (1918); Educación de los sentimientos estéticos, origen y evolución (1925), La intuición y el conocimiento (1931), etc

Senet falleció en Buenos Aires, en octubre de 1938.

Bibliografía Sugerida.

Alinovi, M. 2009. El hombre de Miramar, o el fraude como proyección de la realidad. En: Historia universal de la infamia científica. Impostura y estafas en nombre de la ciencia. Siglo XXI: 127-162, Buenos Aires

Ameghino, C. 1915. El fémur de Miramar. Una prueba más de la presencia del hombre en el terciario de la República Argentina. Nota preliminar. Anales del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires 24: 433-450.

Ameghino, F. 1909. Le Diprothomo platensis. Un précurseur de l'homme du pliocène inférieur de Buenos Aires. Anales del Museo Nacional, serie 3, 12: 107-210.         

Bonomo, M. 2002. El hombre fósil de Miramar. Intersecciones en Antropología 3: 69-85.         

Daino, L. 1979. Exégesis histórica de los hallazgos arqueológicos de la costa atlántica bonaerense. Municipalidad de Olavarría, 98 p., Olavarría.

Senet, Rodolfo. 1912. Les conclusions anthropogénétiques d’Ameghino et les sciences affines. Anales del Museo Nacional de Historia Natural de Buenos Aires XXII: 243-255.


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